Una ráfaga de balas salió disparada del arma, tantas y con tanta rapidez que Ana no logró ni siquiera gritarle a Eduardo, solo lo empujó con fuerza para alejarlo de la trayectoria de los impactos que golpeaban el parabrisas, como si fuera una metralleta, una ráfaga violenta y Ana creyó escuchar como los disparos entraban en la piel del Eduardo a su lado, de la misma forma que entraron en la piel de Julián apenas un día antes, y no pudo hacer más que mirar los ojos ensangrentados de miedo que tenía el asesino mientas disparaba hacia el periodista hasta que el parabrisas fragmentado le impidió la visón.La camioneta avanzó hacia el frente de un empujar tan rápido y violento que la cabeza de Ana rebotó contra el respaldo de su silla y notó por la silueta difusa a través del parabrisas destruido como el hombre quedaba bajo las ruedas del auto y luego se escuchaba un grito desgarrador.—Llama una ambulancia —le dijo Eduardo, tenía la voz entrecortada y Ana no fue capaz de mirarlo, no podía
Ana se levantó esa mañana como un zombi, entrada la madrugada logró dormir un poco, y aunque hubo pesadillas leves, tuvo una sensación en el cuerpo que no le permitió descansar, y cuando abrió los ojos nuevamente apenas había dormido una hora.El agua fría la despertó un poco, y ese día decidió ir a la oficina con una camisa blanca sin mangas y de tiras, unos jeans rotos y unos zapatos cómodos, esperó que Eduardo no le llamara la atención por la vestimenta tan informal, pero no tenía ganas de usar tacones ni falda, y mucho menos usar un maquillaje que no le permitiera ni siquiera sonreír, así que únicamente humectó su piel y le aplicó una capa de bloqueador solar.El hombre que la llevó en el taxi le cobró más de lo normal y cuando se golpeó el codo en la entrada del edificio irremediablemente pensó que no sería un buen día.Esa vez sí se encontró con Álvaro en el ascensor y el hombre la miró de pies a cabeza.—Te vez fatal —le dijo y Ana no percibió un tono graciosos en su voz.—Así
Eduardo se había apartado después de que Ana terminara de calmarse.—¿Por qué dices que creería que estás loca? —le preguntó él acariciándole en antebrazo y Ana le mostró el celular.—Mira, no hay registros de llamadas. Lo más probable es que esté teniendo alucinaciones —Eduardo tomó el celular, aún seguía arrodillado frente a Ana y lo checó por un momento.—Tal vez es por lo viejo que está que no aparecen los registros —Ana lo empujó por el hombro y le arrebató el teléfono.—Solo necesito dormir y descansar y todo estará bien —él se la quedó mirando.—Te vez hermosa sin maquillaje, más como tú misma —Ana le apartó la mirada y trató de alejarse de él, pero el periodista la tenía sujeta por las rodillas.—Parezco un mapache con estas ojeras —él se rio.—No es para tanto, solo tienes que dormir, ¿qué te parece si te llevo a un spa? —Ana ladeó la cabeza, le parecía una buena idea, aunque que no sabía qué tan conveniente podía legar a ser pasar una tarde de relajación con el jefe, se habí
Mientras esperaban el análisis de hacker Ana se sentó en el suelo y recostó la espalda en la pared, Álvaro y Eduardo charlaban de algo que no alcanzaba a a escuchar y se los quedó mirando. En ellos se percibía una pequeña y casi imperceptible tención, como si estuvieran a punto de decirse unas cuantas palabras y Ana se sintió terriblemente mal por eso, ella había llegado ahí, ella se había metido en la relación de los dos y su escaso conocimiento de sus sentimientos estaba creando conflictos que, aunque trataran de disimular, estaban ahí.Eduardo parecía más bien tenso, pero Álvaro lucía la mandíbula apretada mientras el periodista hablaba y Ana les apartó la mirada, no sería capaz de arruinar la relación de los dos, más bien, ya la estaba arruinando y no quería dañarla más. Ellos se conocían desde hacía años y compartían algún vínculo por alguna razón, Ana lo había notada, y ella era la que había llegado a jugar con ellos sin saber exactamente qué era lo que quería, así que pensó que
Ana no quería pensar en las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer, se sintió abrumada por la cantidad de emociones que la invadieron y los estímulos externos fueron demasiados. No quiso contenerse, estaba harta de eso, por primera vez en su vida se lanzaría de cabezas sin pensar por un solo momento las consecuencias, así que tomó la camisa de hombre y se la quitó de un solo tirón.Con las palmas de las manos acarició los pectorales y la sensación de los bellos en su piel la excitó, así que trazó con la lengua una línea desde el ombligo hasta la clavícula al tiempo que el calor en la cara le aumentaba. Metió las manos dentro del pantalón corto y agarró con fuerza los firmes y duros glúteos.Eduardo le acariciaba la cabeza mientras dejaba que ella lo explorara y lo tocara en cada rincón del cuerpo, y cuando Ana agarró el bulto endurecido entre sus piernas le temblaron las rodillas.—Dios —dijo —llevo meses sin estar con nadie, no me preguntes por qué, y ya me estás volviendo l
La recepcionista de la multinacional de alimentos hizo una llamada y Ana permaneció atenta con las manos sobre el mostrador.—Tiene suerte, la señora Elisa se encuentra en la empresa hoy, dijo que la espera en la oficina de su esposo —Ana volteó a mirar hacía los ascensores que estaban unos metros más allá y ladeó la cabeza.—No sé cómo llegar.—Yo te llevo —le comentó alguien detrás y Ana se giró para encontrarse con un hombre alto, de cabello rubio y de intensos ojos verdes.—Hola —le dijo intimidaba, estaba ante Emanuel Alcántara y las rodillas le temblaron, era mucho más atractivo en persona —Muchas gracias —el hombre le señaló el ascensor y Ana caminó delante de él. Había escuchado muchas historias del hombre, desde la relación que tuvo con Elisa hasta sus polémicas antes de casarse con ella, era como conocer a una celebridad.Entraron al ascensor y él le tendió la mano.—Ana Avendaño, ¿verdad? Elisa me habló de ti —Ana le tomó la mano con firmeza.—¿Enserio? Espero que hubieran
Ana fue a casa en un auto de ciusta que Emanuel le había enviado y recogió sus cosas, si todo salía bien volverían a la ciudad en unas veinticuatro horas y esperó que ni siquiera Eduardo se enterara que había salido del país, no le convenía que le llamara la atención si no encontraban nada. Pero si ella llegaba con la noticia del año estaba segura no la reñiría por no hacerle caso.—¿Todo estará bien? —le dijo su hermana y Ana le pidió su celular, después de que lo apagó la miró a la cara.—Tal vez estén hackeados nuestros celulares, así que te pido que mientras lo tengas encendido no hales nada al respecto, aunque estés sola, haz de cuenta que tu celular en un chismoso que le contará todo a Jábico, así que ten cuidado —Luisa la abrazó con fuerza.—Cuidate, no te pongas en riesgo, si la tal Moira puede darles información de Jábico ellos la tendrán en la mira —Ana ladeó la cabeza.—Si ella se ha mantenido oculta todo este tiempo espero que tenga la capacidad de defenderse —Luisa le dio
Ana había tenido una noche intranquila, el sueño y el cansancio permitieron que durmiera gran parte de la noche, pero despertó en la madrugada sudando y llena de calor, fue al pequeño baño del hotel y comprobó que Elisa durmiera antes de recostar de nuevo la cabeza en la almohada, y el dormir de ahí en adelante ce convirtió en un purgatorio de imágenes de dolor, recuerdos de muerte y sangre. Las pesadillas se hicieron más violentas, y recordó el accidente de sus padres y a su cabeza llegaron imágenes que no recordaba, el viento azotaba el parabrisas y en el auto que chocó al de sus padres alcanzó a ver en la parte trasera un niño de cabello color chocolate y ojos verdosos que la miró asustada. Luego el auto de sus padres chocó al del frente y los tres cayeron al rio, recordó los gritos de Luisa, el agua entrando por las ventanas y el rostro ensangrentado de su padre que cortó su cinturón de seguridad de un zarpazo y la liberó para que sacara a su hermanita. También recordó como el aut