Ana pasó un largo rato verificando hasta el cansancio una y otra vez si las fotos o los videos habían aparecido o no, e incluso regañó a Nahuel, pero el asistente virtual no parecía entender a qué se refería y se vio tentada a apagarlo un rato, pero en la pequeña caja metálica no encontró ningún botón o algo que le indicara que podía desactivarlo en vez de lanzarlo por la ventana.Después de rendirse y recostarse en la silla a mirar al techo logró relajarse un poco, de igual forma las imágenes y el video de la chica que se transformaba en lobo podían ser editados, es más, deberían serlo, en pleno dos mil veintidós no podía existir toda una estirpe de personas sobre humanas sin que nadie se diera cuenta de ello. Se rio en voz alta de sí misma, debió haber quedado como una loca frente a los demás, ¿qué pensaría Eduardo? ¿y Álvaro? El hombre permaneció en un segundo plano todo el tiempo y trató de interactuar lo menos posible con ella, así que se puso de pie y caminó hacia la oficina del
Ana se había levantado temprano esa mañana, tenía el cuerpo entumecido por las pesadillas que la habían invadido durante la noche y se levantó ojerosa y cansada. Los sueños la llevaron al límite, donde tenía visiones de la muerte de su hermana, su oficina en in Premiere se inundaba, aunque estuviera en el último piso y un ente raro y sobre natural la hacía escoger entre Eduardo y Álvaro.—Te ves realmente mal —le dijo Luisa mientras hacía algo en el computador que Eduardo le había regalado y Ana se sirvió una enorme taza de café muy cargado.—Ya te dije anoche que hoy sería un día muy importante, tal vez el día más importante de mi carrera hasta ahora —su hermana asintió.—Y la mejor manera de afrontarlo es no dormir la noche anterior —Ana le lanzó un trozo de pan.—Obvio que no lo hice a propósito, pero me acosté tan tensa que tuve pesadillas toda las noches —Luisa asintió y luego giró el computador hacia Ana, en la pantalla aparecía Eduardo Tcherassi sentado junto a ella en la sala
Ana se quedó petrificada, había visto como el alma se le escapaba del cuerpo al hombre, ella lo había visto morir, vio como aspiró su último aliento y como el aire salió con el frio de la muerte.—No— susurró y la voz le salió entre cortada y sin fuerza. Sintió como unas manos la agarraron por la cintura y la levantaron del suelo. Ana se miró las manos manchadas de la sangre del hombre y se limpió en el pantalón, los ojos se le llenaron de lágrimas y le impidieron ver algo más allá de los dedos enrojecidos y goteantes —lo mataron —dijo, pero no reconoció el sonido de su voz. Había gritos alrededor y las manos en su cintura la seguían llevando lejos del cuerpo inerte que tenía los fríos ojos calvados en Ana.Alguien le habló, pero Ana no era capaz de entender lo que decía, era como un rumor lejano, como el sonido de un rio, inentendible y lejano. Las manos que la tenían sujeta de la cintura la tomaron de los hombros, la voltearon y se encontró con el rostro pálido de Eduardo, los ojos
Las pesadillas habían asaltado a Ana esa noche con más violencia que las anteriores, más realistas y enfermas. Soñó que su cuerpo se quedaba paralizado cuando los hombres en la moto aparecían y que los disparos le atravesaban la piel con un dolor ciego, las balas se quedaban dentro de ella y lego salían convertidas en arañas que se le metían a la boca y le cubrían los ojos. Luego vio a Eduardo, unos metros más allá, las balas rompían el aire hacia él, viajaban en cámara lenta y Ana trató de correr para detenerlas, pero estaba sumergida en una masa espesa que le impedía avanzar. Las balas entraron lentamente en la piel del hombre deformándole el rostro y salpicando sangre. cuando el cuerpo cayó al suelo Ana se arrodilló junto a él, Eduardo tenía la ropa que traía el ex trabajador de Jábico, volteó a mirar a Ana con los ojos desorbitados y le dijo con una voz profunda y de ultra tumba.—No me salvaste, Ana —despertó de un salto, estaba sudorosa, la cama estaba revuelta y la almohada rod
Ana llegó a casa temprano y encontró a Luisa en plena grabación de su próximo video, así que entró silenciosa y trató de no aparecer en la cámara mientras organizaba un poco la casa, pero se encontraba agotada físicamente. No sabía qué podía estarle pasando, las dos noches de pesadillas no podían haberla dejado con todo ese cansancio acumulado, o al menos eso imaginó.Se acostó en su cama escuchando la voz de su hermana hablando de un tema que Ana no entendió bien, y los pocos minutos que logró quedarse dormida las pesadillas la asaltaron, y le pareció que había dormido toda la tarde, por eso, cuando cayó en la cama de un salto y miró el reloj que tenía sobre el nochero comprobó que había sido apenas media hora. Decidió entonces quedarse despierta mirando hacia el techo.Ana pensó que debería estar trabajando, los demás también habían presenciado el asesinato del hombre y habían tenido el valor de superarlo casi tan pronto como sucedió, y ella ni podía cerrar los ojos por que entraba
Una ráfaga de balas salió disparada del arma, tantas y con tanta rapidez que Ana no logró ni siquiera gritarle a Eduardo, solo lo empujó con fuerza para alejarlo de la trayectoria de los impactos que golpeaban el parabrisas, como si fuera una metralleta, una ráfaga violenta y Ana creyó escuchar como los disparos entraban en la piel del Eduardo a su lado, de la misma forma que entraron en la piel de Julián apenas un día antes, y no pudo hacer más que mirar los ojos ensangrentados de miedo que tenía el asesino mientas disparaba hacia el periodista hasta que el parabrisas fragmentado le impidió la visón.La camioneta avanzó hacia el frente de un empujar tan rápido y violento que la cabeza de Ana rebotó contra el respaldo de su silla y notó por la silueta difusa a través del parabrisas destruido como el hombre quedaba bajo las ruedas del auto y luego se escuchaba un grito desgarrador.—Llama una ambulancia —le dijo Eduardo, tenía la voz entrecortada y Ana no fue capaz de mirarlo, no podía
Ana se levantó esa mañana como un zombi, entrada la madrugada logró dormir un poco, y aunque hubo pesadillas leves, tuvo una sensación en el cuerpo que no le permitió descansar, y cuando abrió los ojos nuevamente apenas había dormido una hora.El agua fría la despertó un poco, y ese día decidió ir a la oficina con una camisa blanca sin mangas y de tiras, unos jeans rotos y unos zapatos cómodos, esperó que Eduardo no le llamara la atención por la vestimenta tan informal, pero no tenía ganas de usar tacones ni falda, y mucho menos usar un maquillaje que no le permitiera ni siquiera sonreír, así que únicamente humectó su piel y le aplicó una capa de bloqueador solar.El hombre que la llevó en el taxi le cobró más de lo normal y cuando se golpeó el codo en la entrada del edificio irremediablemente pensó que no sería un buen día.Esa vez sí se encontró con Álvaro en el ascensor y el hombre la miró de pies a cabeza.—Te vez fatal —le dijo y Ana no percibió un tono graciosos en su voz.—Así
Eduardo se había apartado después de que Ana terminara de calmarse.—¿Por qué dices que creería que estás loca? —le preguntó él acariciándole en antebrazo y Ana le mostró el celular.—Mira, no hay registros de llamadas. Lo más probable es que esté teniendo alucinaciones —Eduardo tomó el celular, aún seguía arrodillado frente a Ana y lo checó por un momento.—Tal vez es por lo viejo que está que no aparecen los registros —Ana lo empujó por el hombro y le arrebató el teléfono.—Solo necesito dormir y descansar y todo estará bien —él se la quedó mirando.—Te vez hermosa sin maquillaje, más como tú misma —Ana le apartó la mirada y trató de alejarse de él, pero el periodista la tenía sujeta por las rodillas.—Parezco un mapache con estas ojeras —él se rio.—No es para tanto, solo tienes que dormir, ¿qué te parece si te llevo a un spa? —Ana ladeó la cabeza, le parecía una buena idea, aunque que no sabía qué tan conveniente podía legar a ser pasar una tarde de relajación con el jefe, se habí