Anthony avanzó con determinación hacia la salida de la empresa, su rostro expresando una mezcla de urgencia y frustración. Nadie se atrevería a interponerse en su camino.El archivo cerrado y clasificado que tenía entre manos parecía una broma de mal gusto. ¿Qué más podía esperar de ellos? La burocracia y los secretos eran un obstáculo constante en su vida. Algunos los plantó su familia, pero el resto que descubrían le causaba jaquecas constantes. —Llévame a casa —ordenó al chófer, quien aceleró el vehículo. En momentos como este, cualquier error podría ser fatal.El consejero del clan lo acompañaba, ocupado en contactar a Leonardo y Aarón. Debían estar al tanto de todo. Sin embargo, la espera se prolongó debido a unos inesperados acompañantes que su padre había traído consigo.Tres alemanes entraron por la puerta, junto a Leonardo y Aarón. Sus rostros serios indicaban que habían estado en reuniones importantes.—Este territorio no me compete, pero tengo motivos muy buenos para, por
La sala de entrevistas estaba impregnada de una tensión palpable. Las luces tenues resaltaban los rostros expectantes del público, que se agolpaba en sillas de terciopelo rojo. El aire estaba cargado, como si cada persona contuviera la respiración, esperando el próximo giro en la conversación.Inicialmente la entrevista se trataría del reconocimiento que recibieron, pero todos estaban expectantes por una sola pregunta. Génesis Blackwood, sentada con elegancia en un sofá de cuero, mantenía su postura impecable. Su vestido negro, con detalles de encaje, realzaba su belleza y su mirada desafiante. Los ojos oscuros, profundos como pozos sin fondo, reflejaban una mezcla de determinación y cautela presente en cada respuesta. Relajada y hasta con humor que todos le seguían con risas.Ever Pembroke, a su lado, parecía menos cómodo. Su traje a medida no podía disimular la tensión en sus hombros. Sus dedos jugueteaban con el borde de la copa de agua sobre la mesa. La periodista, una mujer de
La honestidad era lo único que Génesis tenía cuando comenzó la entrevista. No quiso extender algo que tomó un rumbo inesperado, como había sucedido en ocasiones anteriores. La cercanía de Ever la cansó, así que se alejó disimuladamente, consciente de que alguien detrás de la pantalla estaba observando cada movimiento. Aunque ignoraba que dicho sujeto ya se encontraba en Boston desde varias horas antes. Lo que veía día con día en la televisión le impidió pensar con claridad. Ella contestó las preguntas de manera cortante, sabiendo que el foco siempre estaría en lo que causó más revuelo.Sin embargo, durante la entrevista, el periodista solicitó una fotografía en la que la cercanía de Ever la incomodó. La mano de él se posó en la cintura de Génesis, y sus rostros estuvieron a escasos centímetros durante tres segundos. Génesis exhaló, anticipando la reacción que vendría.No se equivocó. Desde que tomó el móvil, las vibraciones de los mensajes no cesaron. Durante casi cinco minutos, alr
—¿Te importa el moribundo? —quiso saber Anthony cerca de su boca. —¿Te importa esa cosa? —Es tu empleado. ¿Para qué contratas a alguien que vas a intentar matar casi siempre? —escuchó la llegada de un auto, buscando la forma de alejarse.—Porque sabía que vendrías a mí. Esa fue mi motivación principal. —podía saborear sus labios. —Estoy rodeada de puro idiota. —murmuró ella. —No me pongas al nivel de él. Eso sí me ofende y creo que ya entiendes un poco de lo que ocurre cuando alguien me toca los cojones. —elevó su barbilla. —¿Me vas a echar el auto encima también? —lo desafió. —No, a tí te haré entrar al auto. Voy a abrir esas lindas piernas tuyas y voy a golpear tu coño con la dureza que provocas cada vez que te veo. —susurró en su mejilla con esa voz grave que la dejó muda por un segundo. —Tengo muchos otros usos para los autos y muchos de esos pueden gustarte. Ella deslizó sus manos por su pecho, mientras los ojos de Anthony parecían maravillados. —Vete de aquí. Debo arregla
—¿Puedo pilotar de regreso? —pidió Génesis al verlo concentrado en lo que había bajo sus pies.—¿No estabas enojada?—No me cambies el tema. —observó su intención de aterrizar. —Tengo casi dos meses sin pilotar uno.—El tiempo que llevo soportándote. Curioso. —alegó él sin mirarla.—Justamente el día que por desgracia te conocí, tuve que pilotar uno desde Berlín. —comentó. —Fue un vuelo largo y me dio hambre, así que después de trabajar durante veinte minutos, salimos a comer con… En fin, ese día fue el último en que toqué una de estas maravillas.—No es un auto. —le recordó.—Lo sé. Pero para mí son lo que los autos son para los pilotos de carreras. Simple. —contestó sin dejar de mirarlo. —Entonces, ¿sí puedo?—¿Cuándo has necesitado permiso para hacer algo? —cuestionó él al estar en la plataforma del helipuerto.—Cierto. —miró la azotea del edificio donde habían aterrizado. —¿Dónde estamos?—En uno de mis hoteles. Solo camina.—¿Seguro que es aquí? —mencionó Génesis al descender del
Anthony atrapó a Génesis contra la pared, su aliento agitado mezclándose con el de ella. Los ojos oscuros del mafioso ardían con una intensidad peligrosa mientras sus labios recorrían su mandíbula y su cuello. Génesis apenas podía pensar, su mente nublada por la pasión y el riesgo. Sabía que esto era peligroso, que su relación falsa tenía límites, pero en ese momento, solo quedaba el fuego de su deseo y la promesa de algo incontrolable.La fuerza de uno compensaba el descontrol del otro. No había forma de pensar coherente para Génesis cuando las manos del mafioso ahuecaban sus mejillas, tomando su boca con verdadera devoción. Una mano se deslizó por sus caderas hasta hacerla enredar sus piernas alrededor suyo, continuando el beso nada delicado que la hizo suspirar cuando este se separó de su boca y pegó sus labios a la piel sensible de su cuello. La presión que estaba presionada contra su entrepierna la cegó por completo. Ese cosquilleo en su centro amenazó con descontrolarse y par
Génesis jamás pensó que amanecer entre los besos avorazados de un hombre tan prepotente sería tan genial. Pero lo era, estaba siendo puesta a prueba su resistencia tal vez, pero no pudo querer que todo continuara como hasta el momento. Ella de espaldas hacia el hombre que se enterraba con más fuerza cada vez, mientras su brazo rodeaba su cintura evitando que se alejara. Su cara se presionó contra las sábanas, segundos antes que Anthony las volviera una soga que enredó en su cuello y cerró de tal forma que no pudo respirar más. La hipoxifilia jamás llamó su atención, pero este ni siquiera le pidió permiso, tan solo le mostró cómo podía intensificar el placer al perder la capacidad de respirar normalmente. Su centro palpitó incluso más violento de lo que imaginó, obsequiando más placer al hombre que disfrutó de sus pulsaciones, sin poder evitarlo se corrió como nunca. Su cuerpo se tensó hasta el último centímetro mientras ella gemía su nombre en suplicas de no detenerse.Salió de s
El helicóptero dejó oír el zumbido de sus aspas mientras quién lo pilotaba comenzaba a descender. El helipuerto en una de las compañías de Anthony fue el lugar que los recibió. Barry se apresuró a abrir la puerta para la mujer que salió de la aeronave. Su risa radiante y el cabello que ondeaba sin preocupación con el viento de las aspas en movimiento llamaron la atención. Aunque Anthony sabía que el buen humor de Génesis regresaba al volante, no iba a reconocer que era por otra cosa. Él bajó después de ella, observando a la mujer de lentes oscuros de reojo. —Ya arreglé el vuelo de regreso. La pista está lista y en Manhattan ya lo esperan —informó el consejero—. El señor Mateo dijo que usted ya sabía que regresaba esta mañana para intentar obtener comunicación con su hermano. —¿Qué se ha sabido de Izan? Barry observó a Génesis, quien caminaba al frente de los dos. Anthony dio a entender que ella no era un problema, así que el consejero deslizó los dedos por la MacBook mientr