Capitulo 4

ROMINA 

Valió la pena el desvelo que nos mandamos Mónica y yo, redbull, galletas y café nos mantuvieron despiertas mientras que mi niño hermoso se quedó dormido en el sofá luego de tratar de esperarnos  y lo lleve a su cama dejando la luz del pasillo encendida y su puerta entreabierta por si se le ofrece algo, odia dormir con luces apagadas.

— Cayó super rápido — me murmura mi amiga, cuando vengo de regreso.

— Sí, cuando la adrenalina baja, sólo queda el cansancio — sonreí viendo la puerta medio abierta de mi niño.

Luego de mucho tiempo ideando un plan para ejecutar nuestra publicidad Mónica y yo no paramos bostezar.

— Ya son las tres de la mañana, hermana ¿qué tal si dormimos algo y mañana le seguimos? — me pregunta mi amiga.

—Si amiga, pongamos ambas la alarma. Sino despertamos a tiempo nos van a crucificar.

Le presté una pijamas de la mías, lavamos nuestros dientes y nos fuimos a dormir, nos acostamos y abrazamos en posición de cucharita.

— Esté es el cambio— suspiró mi amiga.

— Eso espero, lo necesitamos.— Y con ese pensamiento me dormí.

Mantener un niño no es facil, y más si es tan especial como Luciano con esos gustos de niños grande, come como un adulto y parece uno de verdad, es la luz de mi vida y daría todo por mi niño.

Al día siguiente sonaron nuestras alarmas y me levanté como un zombie más dormida que despierta, entre en el baño para hacer pis y resulta que mi niño ya estaba allí encaramado en su taburete de plástico lavando sus pequeños dientes, decir que era independientes era quedarse corta.

— Buenos días, mami — me dio su saludo escupiendo pasta dental de su boca en el proceso.

— Buenos días, hermosura — le di un besito en la frente y nos dispusimos a lavar nuestros dientes.

El terminó, enjuago su boquita y salió del baño, Diego tenía ojos color miel en comparación con mis ojos claros,  de cabello ondulado  y de tez más clara que yo, mi amiga se asomó en mi baño y le di un cepillo de dientes nuevo, ella tenía la misma cara que yo, el sueño está a dos segundos de dominarnos.

— Buenos días, solecito— saludé sonriendo mientras me metí a bañar.

— Buenos días— gruño — odio a la gente más feliz que yo en las mañanas — explica mientras se cepilla.

Me di un baño veloz y salí para que ella pudiera hacer lo mismo, luego me puse un vestido marrón pegado a mi cuerpo que me daba libertad para moverme y era hasta las rodillas, me revisé en el espejo y saliendo con los zapatos de tacón corto en la mano, me detuve el sillón de la sala viendo comer fruta picada a mi niño, siempre le dejaba un poco a su alcance, sabía cuanto disfrutaba servirse sólo e ir comiendo algo.

Recogí los documentos del comedor y los puse en una encimera alta los que eran para esta noche y habían otros para llevar de regreso a la oficina, la idea está lista, sólo hacia falta que proyectamos en power point y estaríamos listas, lamentandolo mucho era estranocharse lo que quedaba de semana, gracias a Dios era miércoles y podía dormir el sábado hasta tarde. 

Recordé que el viernes debíamos ir con CC para festejar, espero que nos elijan o vamos a tener que beber por compasión, me saque esos malos pensamientos de encima y decidí ir a la cocina para preparar algo de cafeína para mi sistema y té para Mónica.

—Mami... — me llama mi pequeño gigante.

— Dime, cariño— respondí asomandome por la puerta.

— ¿me preparas chocolate?— Pidió con esos ojos grandes e inocentes.

— Puedo — sonreí con facilidad.

Puede que sea costoso y difícil, pero también se que estaría perdida sin mi pequeño.

Le preparé su chocolate y se lo llevé mientras le daba un sorbo a mi café y sentí que mi cuerpo se calentaba y se activará gracias al delicioso café.

— Gracias mami— sonrió de manera tierna y dio un trago de su vaso antiderrame.

— De nada, cariño— me volví y charquito de felicidad con esos ojitos oscuros viéndome.

Me fui de nuevo a la cocina y vi a Mónica poner azúcar a su té.

— Gracias amiga— se volteó a verme— ya se te acabo el té de menta.

— Si, debo hacer unas compras, pero no me da tiempo...

— En casa tengo unos cuantos, ya sabes que soy amante del té.

Asentí bebiendo otro sorbo, se que así le diga que no igual traerá más pues es la única que los toma, es como con Luciano es el único que toma chocolate puesto que a mí no me gusta para nada ninguna presentación del chocolate.

Hice pan tostado para que Lucianito comiera y lo recibió contento, amaba el pan tostado con mantequilla de maní, lo recibía encantado.

Lola llegó para encargarse de él y detrás de ella venía su hijo Beto con una cara de sueño con libros en la mano.

— Tiene exámenes, y se distrae mucho así que me lo traje— dice Lola a modo de explicación.

— Espero que te vaya bien en ese  examen — devolví el cabello del niño salí de mi casa — te encargo a Luciano.

Le lancé un beso al aire que mi pequeño atajó con sus manitas y se lo llevó al corazón, me derreti al instante, amaba eso de nosotros, la compenetración que teníamos era hermosa y salí sonriente al trabajo.

Sin importar cuanto trabajo nos daba Genoveva Mónica y yo estábamos en un nube, el trabajo no se hizo tan pesado, pues habíamos adelantado mucho estranocharse en la noche ayudaba a eso y a mis ojeras, que tape con una ligera capa de maquillaje.

Ya estábamos terminando la jornada de trabajo cuando el ascensor sonó avisando la llegada de alguien, todos miraban hacía el final del pasillo y un hombre de traje que le quedaba como un guante salio con tres personas más detrás de él como si fuera una celebridad, lo cual lo parecía.

Tenía el cabello rubio un poco mas largo de lo normal para los hombres de traje, al parecer un rebelde mechón siempre caía en su frente, por más que este lo peinaba para atrás este volvía a su sitio y lo hacía verse aun más sexy con ese traje azul claro, camisa blanca, sin corbata dejando entrever algunos tatuajes. Todos en la oficinas nos quedamos quietos viendo al sexy hombre que se había detenido fuera el elevador para ver unos papeles que una exuberante morena le entregaba, ambos re enfocados en los papeles que la chica le mostraba, no lograba ver bien su rostro, pero esos hombros anchos, su altura y la manera tan varonil en la que se paraba dejó babeando a media oficina en segundos y me incluía.

Mónica corrió a mi puesto y cuchicheo en mi oído quien era el hombre, al parecer toda la oficina lo sabía a excepción de mí.

—Es el papasito que vino ayer, creemos que es el dueño de la empresa que nos dio el trabajito. “Bendito sea san abdominales como batea de lavar” —lo dijo como si fuera un anuncio de televisión.

Ya estaba acostumbrada a las salidas de tono de mi amiga.

—Es un nombre demasiado largo — apunte con una sonrisa en mis labios.

—Estoy trabajando en eso— afirmó fingiendo estar indignada.

—Aja y… ¿qué les pasa a todos con él? —sé veía super guapo, pero no entendía por que lo veían como aparición.

No es un Dios griego, es solo un hombre con buenos genes.

—Dicen que el tipo es dueño de media Alemania, todos quieren darle un hijo a un tipo así. — me explica como si fuera estúpida.

No veo por que babear abiertamente por él, eso solo lograba que se elevará el ego y poco más.

—Jamás le daría un hijo a un hombre de esos, eso implica tantas cosas. —me dio un escalofríos solo de pensarlo.

—Algún día deberás darle un hermanito a Luciano. — intenta mi amiga que entre en razón.

Mis amigas ansiaban que reanudará mi vida amorosa, pero mi vida se centraba tanto en Lucianito que no quería complicar más mi vida.

—No será con ese hombre, Mónica —era imperiosa mi necesidad de poner los pies en la tierra.

La única vez que intenté volar, al día siguiente aterrice de golpe y sin paracaídas.

—Eres hermosa y cualquier hombre se arrodillaria ante ti si quisieras.— lo mismo que siempre me dice CC, pero yo no estoy para eso ahorita mismo.

—No quiero eso, soy realista tu y Carlota son mis amigas y solo quieren subirme el ánimo.— dije un poco más duro de lo que quería.

Estábamos tan metidas en nuestra conversación que no escuchamos que el hombre en cuestión llegaba a nosotras.

—Buenas tardes, espero que estén bien chicas — con ese saludo ya nos tenía ganadas — ¿Se encuentra la señorita White?

— Buenas tardes — Mónica le devolvió el saludo sonrojandose en el proceso — se encuentra ¿tiene cita?

La última vez que dejamos pasar a alguien sin cita nos despiden.

— No, pero dígale que es Jacob y ella sabrá — le guiño un  ojo a mi amiga y está se derrite de gusto.

Mónica procedió a llamar para verificar lo que el extraño decía, yo me le quede viendo, por que algo en el me era familiar aunque aún no sabía el que... Hasta que habló.

— ¿Todo bien, muñeca? — noté que su pregunta iba dirigida a mi y su sonrisa de bravucón llegó a mí en un vendaval de recuerdos de ayer.

Es el hombre que me tiró el café de Genoveva  encima ayer.

¿ Este era el gran empresario que me sacaría de la pobreza si acepta mis ideas?

¡ Genial, sólo genial!

— Todo bien, señor — dije con retintín que enseguida notó, pues levantó la ceja—  ¿necesita algo más?

Intenté ser servicial y educada, pero estaba que me llevaban los demonios... Me le quedó viendo desafiante a los ojos, estaba enojada con este hombre que apenas conozco. No se si deba seguir trabajando en el proyecto es seguro de que no me va a dar nada. Eso me hacía sentir molesta y triste en partes iguales, quería una mejor vida para Lucianito y no lo iba a lograr si Genoveva me seguía llamando por otro nombre y nunca me daba una campaña publicitaria.

— Te conozco ¿ no? — el hombre hunde el ceño de manera pensante.

—No lo creo, señor — trate de ser distante y fría.

— Estoy casi seguro de que sí… — sonríe de manera coqueta y antes de que me diera un síncope mejor volteó a ver a otro lado.

Gracias al creador Mónica llega momentos más indicado según se vea.

— La señorita Genoveva va a verlo. Pase adelante — le regala una sonrisa  digna de modelos.

El hombre se la devuelve y asiente una vez mientras entra, detrás de él entran las otras tres personas lo seguían como los patitos a mamá pata, me reí entre dientes por mi ocurrencia y estos desaparecieron tras la puerta de mi jefa.

— ¿Qué te dijo el super tipazo? — me preguntó Mónica no más de dos minutos después de que el hombre desapareciera.

— Nada... Es un idiota — hablé honestamente.

Mi amiga me vio como si me estuviera me hubiera salido cola y me encogi de hombros decidida a ignorarla y me enfoque en mi trabajo, que ya bastante que me hacía falta terminar para largarme de aquí.

Media hora después, antes de poder irnos Genoveva salió con una sonrisa complaciente en los labios y eso ya era extraño de por sí.

— Necesito que los grupos que elegí para la campaña publicitaria de los cosméticos vayan a la sala A — dio su orden y se dio media vuelta volviendo a entrar.

Las seis personas que estábamos elegidas nos fuimos directas para sala A a esperar que nos quería decir, estaba muy nerviosa y si ya no harían la competencia y elegían a alguien más 

 ¡Ay dios!

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