JuliánAcostado de nuevo, volví a recordar esos momentos.Ella comenzó a hablar cómo era su costumbre de los últimos chismes de la familia. Del reciente problema que pasó con los cinco rebeldes y problemáticos de la familia. Carlos los sacó de la delegación por estar en piquerías ilegales. Samuel podía ser muy inteligente, pero era un loco de primera. Mientras ella seguía como radio loco, yo solo pensaba en lo jodido que será el tenerla durmiendo los días que permanecerá en mi cabaña, porque por nada del mundo dormiría en otra. —Llegamos. —Es muy limpia.—¿Me acabas de decir que soy cochino?—¡No!El lugar tenía una pequeña sala donde tenía un par de sillas de plástico y un mueble inflable. La mesa donde ponía los planos del área de comidas, lo llamábamos el hotel. Al lado era la habitación con una cama doble inflable, las ventanas estaban abiertas para que refrescara, aunque todo el lugar tenía anjeo para que no ingresaran ningún alacrán, gusanos, sapos, ranas, mosquitos o culebra
NadinaAl despertar no vi llamadas perdidas, ni mensaje por parte de Eros. Los ojos se me humedecieron y me dieron ganas de escribirle, pero en último momento eliminé todo. Siempre era yo quien lo buscaba y en esta ocasión así se me parta el alma, no lo buscaré. Acaricié mi vientre.—Tú, me ayudarás a darle una lección a papi.Me bañé, arreglé para realizar todos mis pendientes. Mi celular sonó y corrí a mirar si era Eros y no, era un mensaje de Adara.«Me alegro de que llegaras muy bien amiga. Te mando mil besos y deséame suerte, hoy hablaré con Julián».Eso me dio mucha alegría, por fin podrá darse una oportunidad con el amargado, ese que puede decir y hacer, pero siempre le ha aguantado las niñadas a ella, Julián la adoraba. Desde que estábamos en el colegio. Le respondí el mensaje.«Me alegra mucho por ti, Ada, saludos a todos, voy saliendo a la clínica de un colega de Eros que es ginecoobstetra para ver a mi hijo o hija. Sabes que quería ir con él, pero ese ni se ha dignado a lla
AdaraTerminamos de almorzar con el ingeniero y dos arquitectas, que eran los encargados de la construcción del hotel. Habíamos pasado toda la mañana en las oficinas mirando planos, costos y le eché un ojito al balance. Todo iba en regla, con buena organización administrativa. Ahora nos dirigíamos al terreno, ese era el campo de Julián y el que le gustaba bastante. Dos ingenieros civiles llegaron una vez bajamos del carro del gerente designado. Los jóvenes me miraron. Si algo me gustaba, en verdad habían sido los celos de Julián, y en esta ocasión no tuve necesidad de hacer nada; uno de los jóvenes que llegaron me reparó de pies a cabeza, y la mano posesiva de mi amargadito de manera disimulada se posó en mi cintura. Sin duda marcó territorio.Sin decir nada, sin mirarlo, ni siquiera le dejó en claro que ni me miraran. Ingresamos en uno de los carros para recorrer la obra, y entre charla aquí y comentario allá, su mano acarició la mía, enviando de nuevo ese corrientazo que siempre su
AdaraÉl, por alguna extraña y maquiavélica razón por la que había construido la vida, siempre estaba a mi lado o cerca cada vez que me pasaba algo malo, o a punto de pasarme. —Le acaricié la mejilla, me acerqué y le di un beso en la mejilla.—Gracias.—Tenemos una conversación pendiente…Gritó cuando el médico lo movió un poco. Escuchamos el transporte, me apretó la mano y afirmé. No pensaba dejarlo solo. Mientras los paramédicos lo inmovilizaban por completo para que el traslado no le cause más traumatismo, nos miramos. Me puse a un lado y tomados de la mano ingresamos al helicóptero. Ya había abierto nuestra conversación, él no me dejará tranquila hasta no decirnos la verdad.—Señor, lo vamos a sedar para que no sienta dolor, dentro de poco se dormirá. —me apretó más fuerte la mano. Me arrodillé a su lado.—Antes de que me duerman…—No hables, te hace daño. —Los ojos se le humedecieron.—Responde Adara. —Le acaricié el cabello, mientras mis lágrimas caían.—Pregunta. —En la dextro
ErosMe encontraba en el aeropuerto despidiendo a mi madre. Lo que hablamos, o bueno, lo que habló, porque no le pude discernir, ella habló con justa causa, y en el fondo me siento culpable. Con el paso de las horas aumenta en mí la sensación de culpa. Me dio un beso.—Desde tu adolescencia cambiaste, solo te pido, hijo, que pienses y te espero en Estados Unidos. No tardes, Eros. No le des cabida a lo que puede hacer más daño a sentarse a hablar con la verdad.—En un mes es la inauguración del hospital, mamá. —A mis padres se les desencajó la mandíbula—. Voy después…—Voy a hacer que esto último no lo escuché. —Le dio un beso a mi padre en la boca y se retiró.—¿Dónde te dejo, papá?—¿Dónde? Quien habló estas tres horas fue tu madre, señor doctor. ¡Ahora te aguantas, mi tertulia!Con un amago de sonrisa negué, no podía evadir lo que era una costumbre en la familia. Sonó el celular y el de mi padre también; al mirarlo era la tía Maju.» Omnipotente. ¿Dime? —Me alejé y contesté.—Hola,
NadinaEl corazón me latía a mil, nos quedamos callados en el teléfono y así me duela el alma, iba a seguirle el consejo que me acabó de dar Virginia, mi suegra.—Hija, sé que debemos de entender a Eros. Su mente trabaja diferente. Pero no por ello debemos ponerle todo a su disposición y eso con todo respeto fue lo que te pasó a ti. —tenía toda la razón—. Ahora que vienen mis nietos, pero no por ello dejaré pasar tu acto irresponsable y egoísta. » A un hombre no se le amarra con un hijo, cariño. Además, omitiste una solicitud que antes de ser una prohibición era solo un tener cuidado y ser conscientes. Eros puede pasar su falencia sanguínea y créeme, no querrás vivir la agonía de tener un hijo al borde de la muerte. —Lo siento. —Pero también te entiendo, desde hace meses Alejo y yo venimos analizando el comportamiento de Eros y no es para nada admirable. Ahí también tienes culpa. Mira cariño. El hombre propone y la mujer dispone; tu falla es que te faltó firmeza, ponerle un hasta a
ErosNadina no llamaba, eran las nueve de la noche, ¿se habrá extendido la cena? Volví a mirar el celular. Le he mandado varios mensajes y ni siquiera los había revisado. No estaba pendiente de su móvil. «Antes ella no demoraba ni un minuto en contestar».—Estás actuando de la misma manera que lo hacía Nadina, cuando nos dejabas esperando en un restaurante, siempre debíamos de esperarte para que pudieras compartir un momento de amigos.—¿Qué?—Te salvas porque no puedo darte la paliza que le prometí a mi padrino en caso de ser necesario cuando estuvieras tan cerrado y no corrieras detrás de tu mujer.—Mira, quién habla.—Para tu información ya hablamos, por fin lo hicimos, y te perdono la omisión de esa verdad por tu secreto profesional. Sin embargo, recuerdo las incansables veces que me pediste que hablara y no la juzgara. A cada rato me mandabas a que viajara a Italia para aclarar el tema con mi Rubia. Solo por eso te salvas. Y tú deberías de hacer lo mismo.—¿Hacer qué?—¡Eros, por
JuliánLa vi ingresar a la habitación, mis padres se fueron a un hotel. Mañana mi padrino y Eros regresarán a Bogotá y solo esperábamos el traslado. Se detuvo al pie de la cama, —se veía nerviosa, y no era para menos, porque la situación de los dos dependía de ser sinceros en esta ocasión. Por eso le sonreí. No voy a negar que me sentía eufórico y al mismo tiempo quería darme golpes por lo imbécil que fui.—Hola, Rubia. —Su sonrisa me hizo sonreír también—. Ven.—Debes descansar, Julián.—Y lo haré.Se acostó del lado derecho. Hace un momento, antes de que mis padres se fueran una enfermera, me puso todos los medicamentos, y trajo una cena horrible.—¿Entonces?—¿Ya cenaste?—Sí, mientras hablabas con Eros, comimos algo en la cafetería.—Mi comida fue horrible. —Su cuerpo se acercó lo que más pudo, evitando lastimarme.—Lamento mucho que estés así por mi culpa. Eso no ha cambiado, no nos vemos por cinco años, sacando el encuentro en Brasil. Tomamos las riendas de las empresas de nuest