Observó su silueta desnuda frente al espejo y sonrió, complacida con lo que veía ahora en ella, ya no había ningún atisbo del asco que un día sintió por ella misma. Él se había encargado de recordarle su valor, de sentirse una mujer bella y que cualquier hombre desearía tener a su lado. Soltó la coleta que sujetaba su cabello y lo revolvió para darle un toque más sexi, buscó entre las bolsas la prenda que más se le adecuara a su cuerpo, era demasiada lencería la que le había comprado y que se daría el gusto de usarlas para que fuese él quien se las arrancara de su cuerpo. Eligió una en color rojo de dos piezas, con ligueros sujetando sus piernas y cuello, la prenda solo cubría lo esencial y dejaba el resto de su cuerpo al descubierto haciéndola ver seco y provocativa. Apretó levemente sus piernas y mordió sus labios imaginándolo rompiendo aquella fina tela, volviéndola loca con el placer que le ofrecía su boca en cierta parte que se encontraba humedecía al saber que él ya la estaba
Ciara Reprimí un sollozo cuando bajaba las escaleras, mi cuerpo entero dolía por toda la actividad física de ayer por la tarde. Aksel me alcanzó y sonrió al notar que seguía sin caminar del todo bien. —¿Quieres que te cargue? —asentí de inmediato de otro modo tardaría mucho en bajarlas, no estaba exagerando al decir que mis piernas se sentían como gelatina, esta mañana al despertar lo habíamos repetido de nuevo y seguramente lo volveríamos a hacer el resto del día. No iba a recuperarme pronto y no sabía cómo calzaría los tacones mañana. El timbre resonó por todo el primer piso, Aksel me dejó en el suelo y se apresuró a recibir la comida que habíamos ordenado, ninguno tenía ánimos para cocinar y tampoco quería que algún empleado viniera a irrumpir en nuestra soledad. Nos sentamos en una de las mesas del jardín, la suave brisa agitando mi cabello y refrescando mi piel. —Mañana empacarán la ropa que desees traer para acá —mencionó —puedes tomarte el día y aprovechar para estudiar pa
CiaraAl llegar al centro comercial se apresuró a bajarse primero para abrir la puerta y extender su mano para que la tomara, sonreí y me sostuve de ella para bajar. Una sensación indescriptible me embargó, sintiendo la libertad de poder presumir de él sin que se avergonzara de mi, sujetó mi cintura mientras caminaba a mi lado y comentaba sobre los lugares a los que iríamos. —Este es un buen lugar para comenzar —dijo señalando una tienda exclusiva de zapatos. —No es necesario, Aksel. Frunció el ceño volteando a verme. —Lo es, me encanta verte con ellos puestos —hizo referencia a los tacones —considéralo un auto regalo.Solté una pequeña risita y sin ponerme me dejé llevar a la tienda, dejándolo a él elegir los que más le gustaban y era impresionante el buen gusto que tenía ese hombre. Compró muchos pares de ellos, el armario era suficiente grande como para colocarlos todos. Pasamos por tiendas de ropa, tomó asiento en uno de los sofás y dejó que le modelara varias prendas, dando e
Aksel La miré terminarse de vestir con la ropa que había llegado esta mañana, se veía hermosa como todos los días pero esta vez, había algo diferente en ella, algo que me hacía no despegarle los ojos de encima. Tal vez se debía a la confesión de anoche, esas palabras que hicieron que mi pecho se inflara de orgullo por tener a la mujer más bella que mis ojos pudieron contemplar, a una mujer que no sólo poseía belleza superficial sino interior. Por muy rota que estuviese seguía siendo una excelente persona y me llenaba de felicidad hacerla sonreír más a menudo. —Si continuas mirándome tanto pensaré que me veo mal —comentó mirándome a través del espejo, le sonreí y sacudí mi cabeza caminando hasta ella para rodear su cintura. —Al contrario, te ves espectacular. —Lo sé —sonrió al repetir las mismas palabras que dije ayer por la tarde. —No quiero apartarme de ti, pero... —solté un suspiro cansino recordando todo con lo que tenía que lidiar hoy, Harry había enviado un mensaje informand
Aksel —Adelante —pronuncié ante los toques en la puerta de mi oficina, el gerente de recursos humanos entraba por ella seguido del pasante que me hizo mirarlo por sobre mi hombro. Me encontraba de espaldas a la entrada, de pie mirando a través de los ventanales satisfecho con las notas que acaban de sacar los medios por la presencia de Noah en la empresa. —Buenas tardes, señor —bebí de mi whisky y me di la vuelta para encontrarme con el imbécil ex novio de Ciara. Un tipo para nada interesante, delgado, estatura mediana y otro que otro rasgo que no parecía tan desagradable. —Él es Benjamin Jones, el pasante del que le comenté. Se había presentado por la mañana con la lista de los pasantes en la empresa, resaltó el nombre del mencionado muchas veces alegando que era un muy buen elemento. Seguramente por petición de Jones estaba tratando de buscarle un espacio para trabajar. Dejé la bebida en la mesa y me senté en la silla, desvié mi atención a la pantalla de mi computador sin darle
Ciara Cuando Aksel le mostró a mi hija su nueva habitación literalmente enloqueció, gritó y corrió alrededor del lugar, se subió a la cama saltando sobre ella con la emoción desbordando sobre ella. Sólo pude sonreír ante a su arrebato y abrazarme al torso de él, contemplando a mi hija yendo a la parte de arriba del castillo y jugando con los peluches que habían ahí. —Si al crecer es una niña caprichosa será tu culpa —le dije dejando que besara la coronilla de mi cabeza. —Asumo toda la responsabilidad —rió sin despegar la vista de ella, le creía cuando dijo que deseaba ser el padre que ella no pudo tener. Se esforzaba por cubrir sus vacíos con estos regalos que la hacían feliz, dándole atención y cariño también. —¡Elanna! —la llamé y asomó su carita entre las escaleras —¿Le has dado las gracias a Aksel? Ella negó con su cabeza y se apresuró a bajar para venir con nosotros, me aparté de él para que pudiera agradecerle como ella acostumbraba a hacerlo. Abrazándolo y murmurándole no
Ciara Volví al auto con Aksel para ir a la empresa, se mantuvo en total silencio todo el camino y un beso fue lo que me dio prometiendo vernos en el almuerzo cuando el ascensor se detuvo en mi piso. —Que sea en tu despacho —le guiñé un ojo haciéndolo sonreír mientras metía las manos dentro de sus bolsillos y lanzaba un beso al aire. Con mis ánimos renovados caminé a mi cubículo, ni siquiera las ponzoñosas de las demás secretarias pudieron borrar mi sonrisa radiante. —Vaya, vaya, miren quién regresó de sus vacaciones —canturreó Ava mirándome sentada sobre su mesa y con las piernas cruzadas. Sus demás compañeras a su alrededor. —Hay algunas que si podemos permitírnoslo —sonreí dejando mi bolso sobre el escritorio, di un vistazo al despacho de mi jefe que aún no llegaba. —¡Ja! —soltó una mirándome de arriba abajo. —¿Quién eres? —una de ellas se acercó a mi, reparando mi aspecto —No eres alguien ordinario, llegaste de pronto en un espacio que estaba bien ocupado, vistes ropa de dis
Ciara Subí a la camioneta que me esperaba fuera del edificio, había terminado mi jornada laboral y después de despedirme de Aksel le pedí al señor Flavio que me llevara a casa de la señora April. —¿Como ha estado, señor Flavio? —pregunté, se había ausentado por algunos días y desde que comencé a trabajar pocas veces veía a la señora Maria, a quien extrañaba mucho. —Muy bien, gracias a Dios —sonrió con cordialidad —. A usted se le ve mejor, me da mucho gusto. —Gracias. —Es bueno que el señor Aksel le haya encontrado, nunca lo había visto tan relajado como lo está desde hace unas semanas —sonreí con las mejillas sonrojadas, claro que tenía que ver con su cambio —ni siquiera lo vi así en su antiguo matrimonio. Me tensé de inmediato al escuchar lo último, a veces olvidaba ese detalle y me incomodaba que me mencionaran aquello cuando sabía el infierno que había sido para los dos aquel tiempo. —Lo siento, no quise... —trató de disculparse cuando notó que había hablado de más. —Está