Ciara Al terminar de cenar Aksel cogió a Elanna y se la llevó a la sala de estar, le puso una película y yo aproveché para colocar los utensilios en el lava platos. Cuando dejé todo limpio me uní a ellos contagiándome de la alegría de mi hija, se veía recuperada y hasta parecía otra niña vistiendo sus bonitos vestidos. No tardó mucho para que le diera sueño y llevarla a la cama, esta vez me senté al otro extremo de la cama oyendo a Aksel leer el cuento, Elsnna le hacía pequeñas preguntas interrumpiéndolo cuando no entendía algunas cosas. A él no parecía molestarle resolver sus dudas, tal vez Aksel no lo supiera pero con sólo tratar a mi hija de ese modo él ya se había ganado mi corazón. Cuando se durmió me levanté con cuidado y lo esperé en la puerta, sostuve su brazo cuando pasó a mi lado y él me miró interrogante. —¿Podemos hablar? —pregunté en voz baja. —Pensé que lo habías dejado claro esta tarde en la cocina —mencionó reparando mi mano que aún no lo soltaba. —Quiero dejarlo
Ciara Había olvidado lo bonito que se sentía el tacto de un hombre que te hiciera sentir reconfortada, pero por muchos motivos en Aksel se sentía diferente, la conexión más fuerte y que no podría comparar con nadie. Él había entrado a mi vida para marcar un antes y un después, estaba segura de ello. Sus labios siguieron reclamando los míos, dejándome sin aliento, deseosa de seguir teniéndolos más tiempo. Sus manos se deslizaban por mi espalda, siendo respetuoso y considerado. Demostrándome que sus intenciones eran sanas, o eso fue lo que entendí. Luego de un momento se separó de mi boca y pegó nuestras frentes, sus brazos no me soltaron y yo sólo permanecí con los ojos cerrados, disfrutando de la calidez del momento. —Ven —me dijo apartándose de mí y tomando mi mano sana, me llevó con él hasta afuera y sentó en un sofá conmigo a su lado, rodeó mis hombros con su musculoso brazo y me atrajo a su regazo. Coloqué mi mano sobre mi pecho y alcé los ojos al cielo estrellado, admirando l
Ciara Así era como me sentía con Aksel, una pobre chica que no estaba a su altura. Era realista y sabía lo clasista que era la gente de élite, no les gustaba que sus hijos se relacionaran con gente que no tuviera su misma condición social. —Pero... —él volvió a interrumpirme. —Mi madre no dirá nada, soy un hombre que puede tomar sus propias decisiones. Después de lo de Isla jamás volvería a cometer el error de escucharlos y ellos tampoco volverán a meterse, madre juró no hacerlo. Alcé mis cejas comprendiendo que aquello no sólo marcó su vida sino también la de sus padres, seguramente se sintieron culpables por haber insistido tanto con aquello que lo único que lograron fue el sufrimiento de ambos. —Tu madre ya la conozco pero logra infundirme algo de nerviosismo, ella es tan imponente que es difícil mantener los ojos con los de ella —el río levemente. —Así es, madre, no lo sientas personal. Cuando estaba pequeño le temblaba, un día rompí su jarrón favorito y tuve que esconderme
Ciara Aksel volvió antes del mediodía como lo había dicho, ya me encontraba mejor para ese momento, había salido de la cama y regresado a mi habitación para vestirme y peinarme. Esos episodios solían ser así, durante una hora sintiendo la cosa más asquerosa del mundo pero luego era que si volviera a ser yo misma. Con un mejor semblante y diciéndome a mi misma que si valía y que no era tan insignificante por mucho que lo pareciera. Bajé a desayunar y después de comentarle algo al respecto a María me di mi tiempo para jugar con mi hija, quien se veía preocupada por mi. —Estoy bien, cariño —le había dicho regalándole una sonrisa. Cuando él llegó yo estaba en el balcón con la mirada perdida en un punto de la ciudad, preguntándome qué más había en el mundo que esto. Siempre había soñado con viajar a los lugares más hermosos, me había fascinado por los paisajes de Suiza y me prometí que iría a visitar ese lugar. —¿Cómo estás? —preguntó pasando una mano por detrás de mi espalda. —Mejor
Ciara El jardín de los Lambsdorff se volvió una maravilla cuando este se iluminó, el ambiente era bastante ligero, no hicieron preguntas incómodas sino solo a preguntar cómo había sido nuestro día. Cuando sirvieron las comida Amy trajo a Elanna a la mesa, cuando llamé a mi hija para sentarla en mi regazo Aksel se me adelantó y la sentó en el suyo. —Lo haré yo —lo dijo solo para mi, asentí con agradecimiento, era muy difícil poder hacerlo con una sola mano. Internamente agradecí que la comida no fuera algo difícil de comer. Noté la sorpresa de su familia al verlo tan tranquilo darle de comer a mi pequeña, sin saber que hacerlo se había convertido casi en una rutina por las noches. —Estás muy cambiado, Aksel —su hermana no pudo evitar el comentario —no pareces el mismo de hace unas semanas. Aksel no le respondió y en su lugar sólo le dedicó una larga mirada para después continuar con lo que hacía. —Elanna parece tenerle mucha confianza —comentó esta vez su madre.—Desde el primer
Ciara Miré con un poco de pánico la sala, en una esquina me habían indicado que podría dejar a Elanna, junto a ella varios juguetes que la entretuvieron de inmediato. Solté un pesado suspiro y volví la mirada a la mujer sentada frente a mi que parecía analizar cada gesto o movimiento que hiciera. El señor Flavio me había traído hasta el psicólogo por órdenes de Aksel, quien le dio instrucciones antes de marcharse a la oficina. Mis manos sudaban, no sabía que hacer o qué decir, era extraño estar ante una persona desconocida y soltar todo lo que me aterraba, me sentía tan expuesta ante su mirada, como si se diera cuenta de cada pensamiento que tenía sólo con respirar.—¿Qué te trae por aquí, Ciara? —preguntó con su mirada cándida, me removió inquieta y desvíe la mirada hacia otro lugar, mis manos no dejaban de sudar y repetidas veces las pasé por sobre la tela del pantalón para secarlas. Aquel movimiento no pasó desapercibido para ella. Mi voz fue tan silenciosa que me sorprendió qu
Aksel Me dejé caer sobre la cama mientras pasaba la mano por mi rostro, cada día se volvía más difícil verla consumirse en su propia miseria, cada que la oía vomitar por las mañanas era como una puñalada. Me sentía impotente por no poder ayudarla a sobrellevar todos esos traumas, me dolía verla intentar salir de su propio infierno y no poder. Se estaba ahogando y yo no podía hacer nada para salvarla.No estaba ayudándola demasiado, no estaba dándole lo suficiente para poder verla bien, para verla sonreír y simplemente ser feliz. Ciara se merecía el mundo entero, merecía más de lo que la vida le había dado. Era admirable lo que hizo por mantenerla a salvo, sentía una gran admiración como se había destruido para mantener a su hija con vida.Hice mis manos en un puño recordando como lloró entre mis brazos, como se estremecía con los recuerdos bombardeando su cabeza. Ella era tan frágil y lo único que me gritaba era que la cuidara, que la atesorara como la más valiosa de las joyas, que l
Ciara La suave luz de la mañana dio contra mi rostro, con pereza me removí y sentí chocar con algo duro en mi espalda. Fue entonces cuando fui consciente de donde y con quien me encontraba, una mano rodeaba mi cintura, su respiración chocaba contra mi cuello y su calor corporal que me transmitía comodidad. La noche anterior me sentí vulnerable, lloré en el baño y tomé aquella pastilla con la esperanza de que hicieran un real efecto, deseaba con todas mis fuerzas poder dormir y luego de acomodar a mi pequeña en la cama me decidí por salir y buscar ese sitio donde me sentía segura, con quien podía respirar algo de tranquilidad. Me regresé dos veces hasta que me decidí por tocar la puerta y como lo supuse él me recibió sin rechistar. En ese momento no quería abrir los ojos por miedo a que todo fuera una de mis fantasías, que de su boca no hubieran salido aquellas palabras que hicieron que mi corazón se detuviera por un segundo y que después volviera a latir con más fuerza, que me haya