Estos vitorearon y alentaron, tomando distancia al mismo tiempo que calzaba el arco a su cuerpo de un movimiento.
—¡Recuerda, Navy! —gritó la Capitán emocionada al verlo de pie frente a ella, a unos cinco metros de distancia—. ¡El que logra tumbar al otro más rápido gana! ¿Aún recuerdas cómo se hace?
Si lo recordaba, sufrió varias palizas de ella y otros compañeros de escuadrón cuando aceptaba tontamente medir fuerzas con ellos, en los tiempos en que la Teniente Rowen los comandaba. El duelo que mencionaba consistía en que uno atacaba al otro tratando de tumbarlo o dejarlo en una posición de muerte segura. Tenían un turno cada uno para atacar y el ganador se nombraba por el que lograra derribar o dejar inhabilitado al otro en el menor tiempo posible.
Navy notó el tono burlón de su amiga sin darle importancia y si
Una vez en la oficina, agradeció al joven y llamó con dos golpes a la pesada puerta de hierro. Se escuchó un enérgico «adelante» proveniente desde el interior y, tomando del picaporte, ingresó. Allí se encontraba el Teniente Ran, de pie junto a su escritorio cubierto de mapas e informes, su llamativa armadura y su fusil descansaban en su soporte justo detrás de él. Al cruzar el umbral, Navy se puso firme para saludar, dándose cuenta de que no estaban solos: tres desconocidos con rango de Capitán lo acompañaban, los tres llevaban el uniforme del Cuerpo de Cazadores de La Colonia. —Descanse, Capitán —dijo Ran con tono profesional—. Acérquese, lo estábamos esperando. El aludido se aproximó al escritorio saludando con ligeros movimientos de la cabeza a los otros oficiales de su rango. —Disculpe, Capitán y perdón si lo interrumpo. Pero quería saber si podríamos… cenar hoy, si no está ocupado —habló ella en un tono cordial, con un evidente rubor en sus mejillas. —Selene… —Espere, Capitán —lo interrumpió—, sé que nos dijo que no pasemos excesos hoy, pero hoy podría ser nuestro último día en la civilización y no he tenido el honor de poder sentarme a cenar con usted, no por lo menos de una forma tranquila, solo nosotros dos. Navy la miró pensativo, no podía negar que ella tenía razón. Más allá de las largas conversaciones y los momentos de acampadas, nunca habían cenado propiamente dicho en todos los años que compartieron juntos. Se revolvió el pelo un tanto incómodo, no sabía cómo debería comportarse delante de su persona cuando estaban aCapítulo 8: Por honor. Parte 4/4
Estaba sentada plácidamente mientras mamá arreglaba mi cabello y lo trenzaba con prolijidad. Ella siempre me decía que tenía que peinarme luego de levantarme de la cama, pero no le presto mucha atención y pienso si hoy ayudaría a papá a cortar leña, o a lo mejor iría a atrapar insectos para luego soltarlos, o tal vez iría a recolectar frutos secos en mi canasta de mimbre, aún no lo decidía del todo. —… una señorita debe de arreglarse el cabello, parece un nido de pájaros —me reprendía no muy enojada. —Las aves son bonitas —le respondo recordando a esos pequeños plumíferos—, y sus nidos están todos tejidos así. Y no tienen manos, lo hacen con sus piquitos. —Sí —corroboró mamá—, pero esos son sus nidos, no tu cabello. ¿O acaso quieres que vengan a poner sus huevos aquí? —preguntó mientras siento que apretaba su ded
Salgo corriendo de allí, olvidando la canasta repleta de avellanas en el piso. Corro como nunca antes corrí en mi vida. Un nuevo tipo de terror nació en mí en ese momento, nada comparado con las otras veces que había tenido miedo. Este terror no era mío, nunca lo había sentido y no quería que estuviera allí más.—¡Papá! —grité cuando alcancé la puerta de la cabaña y la abro.Él se encontraba sentado en la mesa, bebiendo un largo trago de agua cuando me ve entrar, deja caer su vaso para arrodillarse a mi lado.—¡¿Qué tienes hija?! —pregunta asustado al verme derramar lágrimas.Apenas puedo contestarle, el m
—Mierda. ¡Mierda! —dijo el Hombre de gris que me sostenía, soltándome por fin cuando corría a la ventana.Me costó un tiempo entender que podía escapar, escuchaba voces desde afuera y me habían sorprendido. Cuando caí en cuenta de que era libre, corrí hasta la habitación a buscar a mi mamá.Rápido la encuentro, le miro el rostro. No se movía, algo había desaparecido de su mirada y sus ojos celestes no tenían luz.—¿Mamá? —la llamé sintiendo como mis pesadillas se hacían realidad—. ¡Mamá! ¡Tenemos que irnos! ¡Vamos! —la tomo de un brazo y tiré de él. No se movía, ni siquiera respiraba—. ¡M
Eran las cuatro de la madrugada y la alarma de su reloj a cuerda la despertó con su sonido ahogado, gracias a que se encontraba bajo la almohada en donde ella dormía. Buscando de rápida manera con el tacto, logró palpar los contornos metálicos de la insoportable relojería, halló el botón de apagado y lo presionó. Más allá de que se apuró e incluso llegó a sobresaltarse, estaba segura de que solo ella lo oyó; ya había hecho una prueba antes con Selene y su compañera admitió que no alcanzó a escuchar nada. Se desperezó con lentitud. El suave sonido del viento sobre Los Muros se filtraba a través de las paredes, sonido que la relajó minutos antes de caer dormida y ahora amenazaban con darle otro suave arrullo hasta lograr vencer sus titánicos esfuerzos para mantenerse despierta. Se destapó los pies para que el fresc
Sonia desayunaba en el cuarto acompañada por Neguen y Selene. Arthur se había ido a no sabía dónde. En cierta forma lamentaba que el Capitán le haya dejado en el cuartel pero estaba de acuerdo con ello: era peligroso estar al lado de un compañero que falla en las prácticas sin tener la presión de un Infectado acercándose. Estaba concentrada mientras masticaba un sándwich de jamón, queso y pollo, ignorando a sus compañeros que peleaban luego de que el Moreno hubiera abrazado a Selene, levantándola por los aires; ahora ella se abalanzaba sobre él golpeándolo mientras Neguen soltaba gritos de dolor y pedía piedad. Pensaba en lo lejos que estaba de su casa. Pensaba en sus padres y en cómo estarían. Supuso que bien, confiaban en que ella se cuidaría y eso les era suficiente para ellos. Tal vez debía llevarles algún re
Un Cazador de la primera línea apuntó hacia el Infectado y lo abatió de un flechazo en el pecho. Un compañero de él lo felicitó dándole una palmada en el hombro, cuando se oyó el coro de varios gruñidos a la vez provenientes de la misma dirección. Sonia sintió como el estómago se le contraía dentro de su cuerpo y se intensificó la presión que sentía en el pecho, a la altura de la boca del estómago. De inmediato un nuevo Infectado surgió de entre los arbustos corriendo hacia la primera línea, no avanzó mucho hasta que fue derribado por tres flechas disparadas hacia él. Luego surgió otro, y otro, y otro. —¡Posición defensiva dos! —gritó Marión—. ¡Tres líneas! —¡Vamos! —dijo Navy precendiéndolos, a la vez que el escuadrón de Marión tomaban posición de tiro. Se acercaron