—¿Qué?
—¡Buenos días, escuadrón! —saludó este con voz enérgica.
Neguen y Arthur interrumpieron su práctica con brusquedad y se volvieron para observarlo, pudo notar felicidad en sus expresiones cuando le sonrieron. Los cuatro abandonaron el lugar para acercarse a él deteniéndose a una corta y respetuosa distancia.
—¡Capitán! —vociferó el Moreno con un tono tan alegre que lo conmovió—. ¡Por todos los Cielos! ¿Cómo se siente?
—Mejor querido, mejor —replicó sin dejar de sonreírles.
—¡Ay, Capitán! ¡Qué bueno que esté
En el momento en que sus labios se conectaron en un beso intenso, sintió como parte de su dolor se evaporaba, como desaparecían la tensión y la culpa que sentía desde que ella confesó su dolor.Selene no lo soltaba, lo sujetaba muy fuerte y no paraba, acariciándolo como si fuera algo que deseara desde hacía mucho tiempo. Tampoco él quería que lo hiciera, el sabor dulce de sus labios lo enloquecía y lo embriagaba a tal punto que no querría nada más en el mundo que tenerla solo a ella, besándolo como si no hubiera un mañana.Luego de lo que le pareció una eternidad, ella se separó de su boca para dedicarle una mirada de impresión. Él acarició el cabello de la mujer, rojo como el sol del ocaso sobre el horizonte nublado del Bosque. R
—¡Muy bien! ¡Desde el comienzo! —ordenó Navy con voz potente—. ¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Izquierda! —al sonido de la última palabra, el Novato soltó una flecha acertando en un blanco fijo a unos seis metros de distancia—. ¡Cinco, seis, siete, ocho! ¡Derecha, cuarenta y cinco grados, fuego! —Sonia respondió la directiva, acertando un proyectil en otro blanco fijo a unos nueve metros de distancia—. ¡Nueve, diez, once! ¡Selene! —llamó de repente mientras sujetaba del hombro a Neguen, ella respondió girando sobre sí misma, le pegó una patada y soltó una flecha sobre su traje protector, a la altura del pecho—. ¡Doce, trece, catorce! ¡Descarga al centro! Navy aprovechó el instante para ponerse de pie, la pelirroja había logrado hacerle perder el equilibrio con el movimiento. Ileso pero sorprendido de la fuerza de la Cazadora, observó como los cuatro se posicionaban y realizaban un disparo al unísono a un
Estos vitorearon y alentaron, tomando distancia al mismo tiempo que calzaba el arco a su cuerpo de un movimiento. —¡Recuerda, Navy! —gritó la Capitán emocionada al verlo de pie frente a ella, a unos cinco metros de distancia—. ¡El que logra tumbar al otro más rápido gana! ¿Aún recuerdas cómo se hace? Si lo recordaba, sufrió varias palizas de ella y otros compañeros de escuadrón cuando aceptaba tontamente medir fuerzas con ellos, en los tiempos en que la Teniente Rowen los comandaba. El duelo que mencionaba consistía en que uno atacaba al otro tratando de tumbarlo o dejarlo en una posición de muerte segura. Tenían un turno cada uno para atacar y el ganador se nombraba por el que lograra derribar o dejar inhabilitado al otro en el menor tiempo posible. Navy notó el tono burlón de su amiga sin darle importancia y si
Una vez en la oficina, agradeció al joven y llamó con dos golpes a la pesada puerta de hierro. Se escuchó un enérgico «adelante» proveniente desde el interior y, tomando del picaporte, ingresó. Allí se encontraba el Teniente Ran, de pie junto a su escritorio cubierto de mapas e informes, su llamativa armadura y su fusil descansaban en su soporte justo detrás de él. Al cruzar el umbral, Navy se puso firme para saludar, dándose cuenta de que no estaban solos: tres desconocidos con rango de Capitán lo acompañaban, los tres llevaban el uniforme del Cuerpo de Cazadores de La Colonia. —Descanse, Capitán —dijo Ran con tono profesional—. Acérquese, lo estábamos esperando. El aludido se aproximó al escritorio saludando con ligeros movimientos de la cabeza a los otros oficiales de su rango. —Disculpe, Capitán y perdón si lo interrumpo. Pero quería saber si podríamos… cenar hoy, si no está ocupado —habló ella en un tono cordial, con un evidente rubor en sus mejillas. —Selene… —Espere, Capitán —lo interrumpió—, sé que nos dijo que no pasemos excesos hoy, pero hoy podría ser nuestro último día en la civilización y no he tenido el honor de poder sentarme a cenar con usted, no por lo menos de una forma tranquila, solo nosotros dos. Navy la miró pensativo, no podía negar que ella tenía razón. Más allá de las largas conversaciones y los momentos de acampadas, nunca habían cenado propiamente dicho en todos los años que compartieron juntos. Se revolvió el pelo un tanto incómodo, no sabía cómo debería comportarse delante de su persona cuando estaban aCapítulo 8: Por honor. Parte 4/4
Estaba sentada plácidamente mientras mamá arreglaba mi cabello y lo trenzaba con prolijidad. Ella siempre me decía que tenía que peinarme luego de levantarme de la cama, pero no le presto mucha atención y pienso si hoy ayudaría a papá a cortar leña, o a lo mejor iría a atrapar insectos para luego soltarlos, o tal vez iría a recolectar frutos secos en mi canasta de mimbre, aún no lo decidía del todo. —… una señorita debe de arreglarse el cabello, parece un nido de pájaros —me reprendía no muy enojada. —Las aves son bonitas —le respondo recordando a esos pequeños plumíferos—, y sus nidos están todos tejidos así. Y no tienen manos, lo hacen con sus piquitos. —Sí —corroboró mamá—, pero esos son sus nidos, no tu cabello. ¿O acaso quieres que vengan a poner sus huevos aquí? —preguntó mientras siento que apretaba su ded
Salgo corriendo de allí, olvidando la canasta repleta de avellanas en el piso. Corro como nunca antes corrí en mi vida. Un nuevo tipo de terror nació en mí en ese momento, nada comparado con las otras veces que había tenido miedo. Este terror no era mío, nunca lo había sentido y no quería que estuviera allí más.—¡Papá! —grité cuando alcancé la puerta de la cabaña y la abro.Él se encontraba sentado en la mesa, bebiendo un largo trago de agua cuando me ve entrar, deja caer su vaso para arrodillarse a mi lado.—¡¿Qué tienes hija?! —pregunta asustado al verme derramar lágrimas.Apenas puedo contestarle, el m
—Mierda. ¡Mierda! —dijo el Hombre de gris que me sostenía, soltándome por fin cuando corría a la ventana.Me costó un tiempo entender que podía escapar, escuchaba voces desde afuera y me habían sorprendido. Cuando caí en cuenta de que era libre, corrí hasta la habitación a buscar a mi mamá.Rápido la encuentro, le miro el rostro. No se movía, algo había desaparecido de su mirada y sus ojos celestes no tenían luz.—¿Mamá? —la llamé sintiendo como mis pesadillas se hacían realidad—. ¡Mamá! ¡Tenemos que irnos! ¡Vamos! —la tomo de un brazo y tiré de él. No se movía, ni siquiera respiraba—. ¡M