—¡Hacia atrás! ¡Todos hacia atrás! —repitió otra voz masculina.
Arthur sintió una punzada de nerviosismo cuando varios Infantes dieron media vuelta y lo distinguieron detrás de ellos. No les podía ver el rostro, pero estaba seguro que varias miradas interrogativas y de extrañeza se dibujaron en sus caras. Igualmente lo ignoraron y retrocedieron echando miradas por sobre el hombro.
—¡Cazador! —lo llamó la Sargento—. ¡Vamos a abrir fuego! ¡Retrocede!
Asintió con la cabeza. Moviéndose con velocidad, superó a los Infantes que se desplegaban en retirada. Cuando alcanzaron unos diez metros de distancia, desenfundaron sus fusiles de asalto y se formaron en una línea de disparo. Art
—La verdad l-lo siento, T-teniente —repitió, esta vez mirándola a los ojos. Sintió cómo le temblaban las manos, era como mirar a los ojos de una tigresa—. Lo siento enserio. Ojalá pudiera volver al pasado y mantener la línea, ojalá pudiera volver y escucharla decir «fue una buena batalla, Arthur» —sintió como la culpa lo inundaba como un trago de agua amarga, no se pudo contener—. ¡Me emocioné y seguí de largo porque por primera vez no tuve miedo, no me sentí nervioso y no sentí inseguridad ¡Me fue muy bien y me descuidé, y el horror de ver la muerte a los ojos me es demasiado escarmiento de lo que cualquiera pueda decirme! ¡Por eso sé que no lo volveré a hacer!Le levantó la voz a la mujer que tenía enfrente, sentía demasi
Recuerdo que fue un día agotador, me dolía la mayor parte del cuerpo de tanto estar subiendo y bajando, corriendo y arrastrándome, de pié y al suelo, rodando o saltando; no importaba cuanto transpiraba o cuanto me caía, la instructora Areda no me daba respiro y no me dejaba siquiera un minuto para tomar un trago de agua.Me odiaba, por más que me dijeran que me equivocaba, me odiaba. Y yo sabía el por qué: no me quería desde el día en que me abstuve a renunciar luego de una dura reprimenda por parte de ella, estaba decidida a quebrarme, a que me fuera de las filas de los reclutas del Ejército de La Colonia. No le daba el gusto, estaba decidida a hacerme romper las piernas antes de pronunciar alguna palabra que significara que la dejaba ganar.Luego de lo que fue una tarde intensa
—¡Chicos! ¡Chicos! ¡Creo que estoy enamorado! —nos quedó mirando, esperando una respuesta. Pero tras unos instantes de silencio, continuó —¡Que estoy enamorado! ¡Acabo de ver la mujer más hermosa de toda la tierra!No pudimos evitar reírnos y comenzar a realizar bromas pesadas con el tema. Feran, un muchacho bien parecido con cabello rubio y un rostro bien perfilado, nos calló con las manos.—¡Ustedes no entienden! —se sentó mirando a la puerta del comedor por encima del hombro—. ¡Era una mujer verdaderamente hermosa! ¡Creo que la más hermosa que he visto en mi vida!—¡Oye! ¡Gracias! —le espetó Marissa.Feran
Había una chica uniformada de verde, apoyada en la pared del comedor en un lugar en donde le daba el sol y, para sorpresa de todos, Feran no había alucinado: tenía una larga melena rojiza que le llegaba hasta la mitad de la espalda, ojos celestes y un rostro de piel clara con pecas. Su semblante estaba torcido en una expresión de enojo, su mirada era penetrante y observaba con cara de pocos amigos a un grupo de reclutas que se encontraba a pocos metros de ella.Nos quedamos quietos contemplando la escena, pude ver a Feran observar a la chica con la mirada perdida. Yo también debía de tener una expresión parecida, quedé impresionada con lo particular de su cabello, jamás se me hubiera ocurrido que existiera una pelirroja después de La Caída de la Civilización. Pero allí estaba, enfrente mío, una raza extinta fr
Pasaron tres días desde la última defensa del Muro del Este. Los periódicos lo expresaron como una lucha victoriosa casi sin bajas, dijeron que los soldados pudieron repeler el ataque sin muchas dificultades y que el flujo de Infectados que avanzaban hacia La Colonia había mermado en gran cantidad.Lo que en realidad no decían era que tuvieron casi sesenta heridos aquella tarde y casi dos docenas de muertos, hermanos de combate caídos, y no serían los últimos si no cortaban con el incesante ataque de los muertos contra la ciudad. Ella sabía al igual que todo el ejército la realidad que afrontaban, el destino que los depararía si ellos eran superados en número y no lograban detenerlos.Su corta reunión con el Teniente Ran fué poca alentadora: en pocas palabras
—Porque es la vida que elegí. Es lo único que sé hacer y se me da muy bien, admito que es peligroso y que capaz mañana no vuelva, pero no voy a renunciar. Y te pido que lo respetes, estás hablando con una mujer que es soldado, es mi profesión —apoyó una de sus manos en los enormes brazos del hombre que tenía enfrente.Kole mantuvo su mirada, un extraño brillo apareció en sus ojos. ¿Estaba triste? ¿Se estaba preocupando por ella en serio?—Muy bien, si no puedo hacer que desistas, iré a ayudarte en el frente.—¿Cómo?—Me presentaré como voluntario, para apoyar en lo que pueda los días que haya algún a
Pasando las veintidós horas, Sasha terminaba de alistarse mirándose a un espejo: se había puesto una camisa negra con una campera color marfil opaco, unos pantalones de vestir negros también con botas haciendo juego. Se maquilló pasándose delineador negro en el contorno de los ojos y un labial rojo suave en los labios, no se puso base porque no le gustaba el tono que le daba a su cara.Para finalizar su indumentaria, se puso en el cuello el colgante que le dió el Capitán Barsh. Cuando observó el reflejo que le devolvió el espejo, notó que el azul de la piedra resaltaba en contraste con el fondo claro de su saquito.Acarició el contorno suave de la misma con las yemas de los dedos, preguntándose quién se lo había dado a Barsh y por qué él se lo
Todos soltaron una breve y extraña risa, eso era algo que extrañarían de él; siempre estaba gritando órdenes y nunca hablaba cuando estaban de maniobras.Cada uno de los soldados levantaron sus jarros y los chocaron en el aire. Sasha tomó un largo trago de la bebida, era fuerte y espesa. Ahogaba un poco el dolor que sentía en el pecho y su sabor la revitalizaba.—¡Y brindemos por mi hermana! —soltó Mart—. ¡La nueva Capitán del Cuarto Escuadrón de Infantería del Este!Sasha abrió grande los ojos para decirle que se cerrara la boca, para su sorpresa, todos volvieron a levantar sus bebidas y dieron otro largo trago. No supo qué decir ni cómo actuar, así que tomó un pequeño