Recuerdo que fue un día agotador, me dolía la mayor parte del cuerpo de tanto estar subiendo y bajando, corriendo y arrastrándome, de pié y al suelo, rodando o saltando; no importaba cuanto transpiraba o cuanto me caía, la instructora Areda no me daba respiro y no me dejaba siquiera un minuto para tomar un trago de agua.
Me odiaba, por más que me dijeran que me equivocaba, me odiaba. Y yo sabía el por qué: no me quería desde el día en que me abstuve a renunciar luego de una dura reprimenda por parte de ella, estaba decidida a quebrarme, a que me fuera de las filas de los reclutas del Ejército de La Colonia. No le daba el gusto, estaba decidida a hacerme romper las piernas antes de pronunciar alguna palabra que significara que la dejaba ganar.
Luego de lo que fue una tarde intensa
—¡Chicos! ¡Chicos! ¡Creo que estoy enamorado! —nos quedó mirando, esperando una respuesta. Pero tras unos instantes de silencio, continuó —¡Que estoy enamorado! ¡Acabo de ver la mujer más hermosa de toda la tierra!No pudimos evitar reírnos y comenzar a realizar bromas pesadas con el tema. Feran, un muchacho bien parecido con cabello rubio y un rostro bien perfilado, nos calló con las manos.—¡Ustedes no entienden! —se sentó mirando a la puerta del comedor por encima del hombro—. ¡Era una mujer verdaderamente hermosa! ¡Creo que la más hermosa que he visto en mi vida!—¡Oye! ¡Gracias! —le espetó Marissa.Feran
Había una chica uniformada de verde, apoyada en la pared del comedor en un lugar en donde le daba el sol y, para sorpresa de todos, Feran no había alucinado: tenía una larga melena rojiza que le llegaba hasta la mitad de la espalda, ojos celestes y un rostro de piel clara con pecas. Su semblante estaba torcido en una expresión de enojo, su mirada era penetrante y observaba con cara de pocos amigos a un grupo de reclutas que se encontraba a pocos metros de ella.Nos quedamos quietos contemplando la escena, pude ver a Feran observar a la chica con la mirada perdida. Yo también debía de tener una expresión parecida, quedé impresionada con lo particular de su cabello, jamás se me hubiera ocurrido que existiera una pelirroja después de La Caída de la Civilización. Pero allí estaba, enfrente mío, una raza extinta fr
Pasaron tres días desde la última defensa del Muro del Este. Los periódicos lo expresaron como una lucha victoriosa casi sin bajas, dijeron que los soldados pudieron repeler el ataque sin muchas dificultades y que el flujo de Infectados que avanzaban hacia La Colonia había mermado en gran cantidad.Lo que en realidad no decían era que tuvieron casi sesenta heridos aquella tarde y casi dos docenas de muertos, hermanos de combate caídos, y no serían los últimos si no cortaban con el incesante ataque de los muertos contra la ciudad. Ella sabía al igual que todo el ejército la realidad que afrontaban, el destino que los depararía si ellos eran superados en número y no lograban detenerlos.Su corta reunión con el Teniente Ran fué poca alentadora: en pocas palabras
—Porque es la vida que elegí. Es lo único que sé hacer y se me da muy bien, admito que es peligroso y que capaz mañana no vuelva, pero no voy a renunciar. Y te pido que lo respetes, estás hablando con una mujer que es soldado, es mi profesión —apoyó una de sus manos en los enormes brazos del hombre que tenía enfrente.Kole mantuvo su mirada, un extraño brillo apareció en sus ojos. ¿Estaba triste? ¿Se estaba preocupando por ella en serio?—Muy bien, si no puedo hacer que desistas, iré a ayudarte en el frente.—¿Cómo?—Me presentaré como voluntario, para apoyar en lo que pueda los días que haya algún a
Pasando las veintidós horas, Sasha terminaba de alistarse mirándose a un espejo: se había puesto una camisa negra con una campera color marfil opaco, unos pantalones de vestir negros también con botas haciendo juego. Se maquilló pasándose delineador negro en el contorno de los ojos y un labial rojo suave en los labios, no se puso base porque no le gustaba el tono que le daba a su cara.Para finalizar su indumentaria, se puso en el cuello el colgante que le dió el Capitán Barsh. Cuando observó el reflejo que le devolvió el espejo, notó que el azul de la piedra resaltaba en contraste con el fondo claro de su saquito.Acarició el contorno suave de la misma con las yemas de los dedos, preguntándose quién se lo había dado a Barsh y por qué él se lo
Todos soltaron una breve y extraña risa, eso era algo que extrañarían de él; siempre estaba gritando órdenes y nunca hablaba cuando estaban de maniobras.Cada uno de los soldados levantaron sus jarros y los chocaron en el aire. Sasha tomó un largo trago de la bebida, era fuerte y espesa. Ahogaba un poco el dolor que sentía en el pecho y su sabor la revitalizaba.—¡Y brindemos por mi hermana! —soltó Mart—. ¡La nueva Capitán del Cuarto Escuadrón de Infantería del Este!Sasha abrió grande los ojos para decirle que se cerrara la boca, para su sorpresa, todos volvieron a levantar sus bebidas y dieron otro largo trago. No supo qué decir ni cómo actuar, así que tomó un pequeño
El aire fresco impactaba sobre su rostro como una suave caricia en el momento en que el sol comenzaba su descenso por el cielo otoñal, su abrazo cálido se desvanecía al mismo tiempo que su luz proyectaba largas sombras de los árboles que los rodeaban. Sombras que jugaban trucos mentales a quién las observara por arriba, sombras que se disfrazaban de siluetas de una amenaza latente, no de muertos sino de vivos, de personas vivas. Navy jamás creyó que un nuevo tipo de miedo podría nacer dentro de él, ya no era estar atentos ante el avance animal de algún Infectado, no era caminar con cuidado por si te encontrabas con algún puma o un oso o una serpiente; sino que la amenaza de un ser pensante, que los observaba, que los estudiaba, la amenaza silenciosa de seres que no podías saber qué intenciones tenían y que permanecían fuera de vista, hacían que su fortaleza mental estuviera en jaque.
Volvió sobre sus pasos, encontrando a los Cazadores en posición de disparo y apuntando en todas las direcciones en completa guardia. Cass lo recibió con cara de pocos amigos. —¿Y? —Parece un lugar tan bueno y tan malo como cualquier otro que hay por acá, tendremos que poner más guardias, pero bastará para pasar la noche —informó él, ignorando el tono de molestia de su amiga. Cass dio la orden y fueron hacia el lugar. Tardaron un cuarto de hora en limpiar el refugio improvisado, posicionarse y encender un fuego, uno rodeado de muchas piedras una arriba de otra con la idea de tapar la luz que las llamas producían de miradas no deseadas. Distribuyeron horarios de guardias dobles, dos grupos de dos y tres personas para vigil