Secilia miró hacia la dirección en donde provenía la voz, un rayo de luz de esperanza atravesó su ya rendida cabeza. Un Cazador encapuchado se paraba en frente de ambos, apuntando con un arma de fuego hacia el animal que la sujetaba.
—¡Ayuda! ¡Ayuda por favor! —gritó desesperada—. ¡Por favor!
—¡Suéltala! ¡Último llamado! ¡Suéltala o te juro por todos los Cielos que te lleno de agujeros! —ordenó la voz, con un tono nervioso.
Por fin aquel tipo la soltó, Secilia se apartó de él tan rápido como pudo en dirección al soldado, tratando de acomodarse la ropa sin dejar de sollozar.
—¡De rodillas! &ie
Se quedó pensando en sus amigas, seguramente ambas ya se habrían ido cada una con un chico y estarían pasándola de lo más genial, en cambio a ella le tocó un enorme pervertido. Se le revolvió el estómago al recordar el momento en que lo tenía encima, en su rostro animal y carente de total consideración por ella. No creyó jamás que eso le ocurriría y temía mucho cuando le tuviera que contar a sus padres, la castigarían, estaba segura.Derramando lágrimas, atravesó las calles adoquinadas,bien iluminadas por los faroles distribuidos a lo largo de las veredas. Ningún sonido a parte de los pasos de ella y sus escoltas cortaban el silencio de la madrugada, las casas estaban en completa serenidad con sus luces apagadas, ajenos a todo suceso que ocurriera en las calles.
Había sido una noche larga y Sasha solo quería llegar a su habitación, darse una ducha de agua caliente y tirarse en su cama. El puto violador estaba tras las rejas en una de las cárceles del Cuartel del Este, no iba a pasar mucho hasta que se diera el juicio y, teniendo en cuenta de que la chica atacada era la sobrina de la Teniente Rowen, se tendría que sentir afortunado si lo condenaban de por vida a partir rocas en las minas de carbón.Si estuviera en su mano, ella misma le haría explotar los testículos con un solo golpe de su guantelete, así nunca más podría utilizar su verga ni para orinar. Siendo sincera consigo misma, le costó muchísimo contenerse y no matar a patadas al malnacido luego de ver el rostro suplicante de aquella chica. No se quedó con las ganas, ni bien la joven se retiró con su esc
El sonido de la puerta llamando la despertó de su delicioso descanso. Miró la hora, las diez de la mañana, se preguntó quién carajos vino a molestarla siendo que pasó el reporte de que estuvo haciendo horas extras nocturnas, las cuales se le permitían unas veinticuatro horas de descanso según el reglamento del Ejército de La Colonia.Giró sobre sí misma, envolviéndose aún más entre las sábanas y dejando escapar un gruñido de pereza, deseó con todo su ser que un Infectado se llevara a quién sea que la haya despertado.Pero tal Infectado no llegó, porque la puerta volvió a llamar, esta vez una voz conocida la acompañó.—¡Sasha! ¡Sashita, abre la pue
—¡Formados! ¡Quiero una línea perfecta! —rugió el Capitán Barsh—. ¡Hoy la Infantería estará prácticamente sola y quiero ver el mejor desempeño de cada uno! ¡Muevanse señoritas!Sasha y el resto del Cuarto Escuadrón de la Infantería del Este se apresuraron a salir por el largo túnel que conectaba el Cuartel del Este al exterior del Muro.Del otro lado los recibió una tarde nublada y ventosa, el visor del casco se marcaba con el agua que se precipitaba del cielo en forma de lluvia intensa. Gracias al gel desempañante, las gotas se desparramaban a los lados permitiendo una visión de casi ciento sesenta grados sin ningún problema.Recorrieron Los Muros a paso apresurado, salp
Se volvió para recibir a un joven recluta vestido de gris, le tendía su fusil con una mano y una botella de agua con la otra. Tomó su fusil y rechazó el agua con un movimiento negativo de la cabeza, palmeó el brazo del ayudante y se volvió al frente recargando el arma.Uniéndose al grupo a base de disparos de fusil, Sasha logró posicionarse una vez más entre Legault y Mortis, comprobó que Mart seguía en su lugar y volvió a disparar contra la inacabable ola de muertos. Su número la preocupó por primera vez en lo que iba la jornada, se agotarían las municiones en pocos minutos si la intensidad no bajaba.Luego de lo que le pareció un lapso de tiempo bastante corto se quedó sin cargadores, maldijo por lo bajo y se pasó la correa de su arma
Caían como moscas uno tras otro, le sorprendió increíblemente lo natural que le salía pelear en contra de los muertos. Era tan sencillo como tomar a uno, bloquear cualquier golpe que le arrojara y luego contraatacar con el cuchillo a cualquier parte de la cabeza.La Teniente Rowen tenía razón, debía concentrarse mejor en la acción y no en pensar y repensar cada movimiento, dejar que el cuerpo fluya, que la memoria muscular hiciera lo suyo para actuar en cuando la adrenalina estuviera activando su cuerpo.Ignorando la lluvia que caía aún con fuerza, tomó otro objetivo para rematarlo al instante de un cuchillazo en la frente. Sacó su nueve milímetros, ejecutó una ráfaga cinco disparos con cinco Infectados abatidos, lo guardó y avanzó a golpe de c
Se subió la capucha empapada sobre la cabeza, el agua se colaba por su uniforme y el viento le hacía tiritar con escalofríos, lo ignoró. Ajustó sus protecciones y descalzó su arco del cuerpo, iría al frente y se mezclaría con otro escuadrón lejos del suboficial, confiando en que en el caos del fragor de la batalla nadie pudiese verlo.Pasó por debajo de la plataforma ignorando a los múltiples heridos que se encontraban allí, cruzó hacia la retaguardia buscando atentamente algún escuadrón de Cazadores que terminara su descanso y le tocara la rotación. No alcanzó a ver ninguno en las inmediaciones, pero si vió a un grupo de Infantes que se calzaban los cascos y recargaban sus fusiles de asalto. ¿Se darían cuenta con tanta lluvia, viento, Infectados y movimiento de tropas
—¡Hacia atrás! ¡Todos hacia atrás! —repitió otra voz masculina.Arthur sintió una punzada de nerviosismo cuando varios Infantes dieron media vuelta y lo distinguieron detrás de ellos. No les podía ver el rostro, pero estaba seguro que varias miradas interrogativas y de extrañeza se dibujaron en sus caras. Igualmente lo ignoraron y retrocedieron echando miradas por sobre el hombro.—¡Cazador! —lo llamó la Sargento—. ¡Vamos a abrir fuego! ¡Retrocede!Asintió con la cabeza. Moviéndose con velocidad, superó a los Infantes que se desplegaban en retirada. Cuando alcanzaron unos diez metros de distancia, desenfundaron sus fusiles de asalto y se formaron en una línea de disparo. Art