—Navy, dejémonos de tonterías —comenzó Marión con un tono burlón ni bien cruzó el umbral de la puerta en ruinas—. Sabes que cuando lleguemos a La Colonia me devolverán mi rango y con ello, mi autoridad para castigar a todo aquél que se haya atrevido a molestarme —dejó escapar un bostezo—. Dejémonos de estas pantomimas y apelaré a su sentido de la razón: usted me ayudará a hacer entrar en razón a sus compañeros y yo recordaré el gran favor que me hizo, le diré a mis superiores que le den una gran compensación por toda su ayuda en este motín en el que usted fue parte.
—¿Qué? —respondió Navy apenas separando los labios. Neguen pudo ver cómo la furia incrementaba en el rostro de su Capitán.
—¿Dejarlo morir es confiar en él? —ironizó ella produciendo un sonido de arrastre al mover el recipiente a la esquina opuesta del cuarto—. No comprendo. O sea, sí confío en él y creo que todos en esta habitación en ruinas confiamos en él —se escuchó un ruido metálico cuando ella se desabrochó el cinturón y lo dejó caer—. Lo que no entiendo es su punto de dejarlo solo, cuando más nos necesita.—Yo lo entiendo —puntualizó el Moreno desabrochando la camisa empapada de sudor y la arrojaba a un lado—. Solo pide que en el caso de que surja la situación de peligro potencial para todos, quiere que lo dejemos a él recibir el disparo y nosotros salvarnos. Uno por todo el equipo, no quiere sacrificar a nadie más que él en el caso que la si
Salieron por detrás de él hacia uno de los huecos de los muros de las ruinas del convento, en dirección a una de las arboledas del Norte. Cass levantó su mano y emprendieron la marcha.—Y aquí vamos de nuevo, a la marcha —susurró Selene a Sonia y él, mientras Navy se ubicaba en el punto medio entre la primera línea y ellos, a un par de metros de distancia.—¿Tenías muchas ganas de irte? —quiso saber Sonia.—Un poco la verdad —confesó ella—, me estaba ahogando de tanto tiempo sin moverme. Tardé mucho en recuperarme para ser sincera, temo que mis habilidades hayan perdido su eficacia.—No lo creo. El cuerpo tiene memoria muscular —se&nti
El grupo avanzó con dificultad, el terreno comenzó a tomar una pendiente muy pronunciada a medida que se aproximaban al cauce. La tierra húmeda y resbaladiza amenazaba con hacer patinar a cualquier persona que realizara algún paso en falso y pocos minutos después, la vanguardia se detenía sobre el margen Sur del afluente.Neguen observó el río de punta a punta: la corriente descendía realizando un ruido que lo relajaba, era casi terapeútico. Hacia el Este, el brazo del afluente torcía hacia la derecha. No se distinguían Infectados y tampoco se observaban huellas que indicaran la presencia de ellos.Los Cazadores se distribuyeron tomando posiciones defensivas a lo largo de la orilla. Surrey tomó una piedra y la arrojó al centro de las aguas; tras unos segundos, llam
Era una hermosa noche de verano, Mirah y yo caminábamos tomados de la mano por una de esas hermosas y bien iluminadas calles adoquinadas de La Colonia, cerca del sector comercial; lugar en donde todas las familias salían a pasear en esas refrescantes y tranquilas noches que contrastaba con las tardes calurosas de la pesada estación.El Capitán Estraus me había dado una semana libre luego de estar prestando servicios de doble turno en vigilancia, así que aprovechaba todo ese período para estar con mi hermosa esposa y pasear todas las noches. En aquella salida en particular, la llevaba a tomar uno de esos enormes helados de fresas y nueces que a ella tanto le gustaban a la confitería del señor ForescAún sigue siendo mi tienda favorita, me encanta ir allí con Mirah, el señor Fores
Las calles se encontraban desiertas a comparación de la hora en que vinimos a la confitería, no veíamos a gente a los alrededores, ni siquiera algún soldado haciendo alguna ronda de patrulla. No me preocupé, en La Colonia no había malvivientes ni sucedían robos o asesinatos, el ejército hacía un excelente trabajo cuidando la ciudad y controlando cualquier red de crimen organizado que se quisiera formar.Pero, por alguna razón, siempre llevo mis cuchillos por si las dudas, como dicen «Mejor tenerlos y no necesitarlos, que necesitarlos y no tenerlos».A Mirah no le gustaba mucho que fuera armado a nuestras veladas, sin embargo, aceptaba si me aseguraba de tenerlos fuera de la vista de los civiles. Así que los llevo siempre
El Sargento se me acercó, tenía el cabello marrón peinado hacia atrás, ojos del mismo tono y la marca de una herida reciente cicatrizando sobre su ceja izquierda. Su mirada me examinó por unos instantes, dirigiéndose al enorme arma que llevaba en mi mano izquierda. Tenía el rostro serio, concentrado; inspiraba un aura de mando que ví en pocas personas de edad avanzada, pero nunca en una tan joven.—No he visto a nadie, estimado —respondió en un tono afable—. Pero es probable que se haya encontrado con algún otro escuadrón del Ejército de La Colonia, hay varios destacamentos hoy en las calles.No necesité escuchar más, volví sobre mis pasos y con rapidez encontré el otro cuchillo que se me había perdido durante la batalla. No i
La música sonaba con suavidad en aquel viernes a la noche y Secilia se encontraba en ese bar con dos compañeras del trabajo. Era un lugar amplio: en los muchos metros de su espacio se ubicaban varias mesas de madera simple, con cuatro sillas cada una a excepción de las que se encontraban cerca de los costados, las cuales poseían mullidos sillones para sus ocupantes. Las paredes estaban pintadas con manchas de pinturas aleatorias en su totalidad, con diversos cuadros sobre retratos, paisajes y figuras abstractas distribuidos a lo largo de los mismos, dándole un aire rústico y elegante a la vista de los clientes. El bar tenía su propia cerveza artesanal, la cual era muy famosa en toda La Colonia por su buena calidad y sabor. Mucha gente venía de todas partes de la ciudad para poder disfrutar de un buen tarro y, a lo mejor, poder volverse a sus casas con algún «
Secilia miró hacia la dirección en donde provenía la voz, un rayo de luz de esperanza atravesó su ya rendida cabeza. Un Cazador encapuchado se paraba en frente de ambos, apuntando con un arma de fuego hacia el animal que la sujetaba.—¡Ayuda! ¡Ayuda por favor! —gritó desesperada—. ¡Por favor!—¡Suéltala! ¡Último llamado! ¡Suéltala o te juro por todos los Cielos que te lleno de agujeros! —ordenó la voz, con un tono nervioso.Por fin aquel tipo la soltó, Secilia se apartó de él tan rápido como pudo en dirección al soldado, tratando de acomodarse la ropa sin dejar de sollozar.—¡De rodillas! &ie