El grupo avanzó con dificultad, el terreno comenzó a tomar una pendiente muy pronunciada a medida que se aproximaban al cauce. La tierra húmeda y resbaladiza amenazaba con hacer patinar a cualquier persona que realizara algún paso en falso y pocos minutos después, la vanguardia se detenía sobre el margen Sur del afluente.
Neguen observó el río de punta a punta: la corriente descendía realizando un ruido que lo relajaba, era casi terapeútico. Hacia el Este, el brazo del afluente torcía hacia la derecha. No se distinguían Infectados y tampoco se observaban huellas que indicaran la presencia de ellos.
Los Cazadores se distribuyeron tomando posiciones defensivas a lo largo de la orilla. Surrey tomó una piedra y la arrojó al centro de las aguas; tras unos segundos, llam
Era una hermosa noche de verano, Mirah y yo caminábamos tomados de la mano por una de esas hermosas y bien iluminadas calles adoquinadas de La Colonia, cerca del sector comercial; lugar en donde todas las familias salían a pasear en esas refrescantes y tranquilas noches que contrastaba con las tardes calurosas de la pesada estación.El Capitán Estraus me había dado una semana libre luego de estar prestando servicios de doble turno en vigilancia, así que aprovechaba todo ese período para estar con mi hermosa esposa y pasear todas las noches. En aquella salida en particular, la llevaba a tomar uno de esos enormes helados de fresas y nueces que a ella tanto le gustaban a la confitería del señor ForescAún sigue siendo mi tienda favorita, me encanta ir allí con Mirah, el señor Fores
Las calles se encontraban desiertas a comparación de la hora en que vinimos a la confitería, no veíamos a gente a los alrededores, ni siquiera algún soldado haciendo alguna ronda de patrulla. No me preocupé, en La Colonia no había malvivientes ni sucedían robos o asesinatos, el ejército hacía un excelente trabajo cuidando la ciudad y controlando cualquier red de crimen organizado que se quisiera formar.Pero, por alguna razón, siempre llevo mis cuchillos por si las dudas, como dicen «Mejor tenerlos y no necesitarlos, que necesitarlos y no tenerlos».A Mirah no le gustaba mucho que fuera armado a nuestras veladas, sin embargo, aceptaba si me aseguraba de tenerlos fuera de la vista de los civiles. Así que los llevo siempre
El Sargento se me acercó, tenía el cabello marrón peinado hacia atrás, ojos del mismo tono y la marca de una herida reciente cicatrizando sobre su ceja izquierda. Su mirada me examinó por unos instantes, dirigiéndose al enorme arma que llevaba en mi mano izquierda. Tenía el rostro serio, concentrado; inspiraba un aura de mando que ví en pocas personas de edad avanzada, pero nunca en una tan joven.—No he visto a nadie, estimado —respondió en un tono afable—. Pero es probable que se haya encontrado con algún otro escuadrón del Ejército de La Colonia, hay varios destacamentos hoy en las calles.No necesité escuchar más, volví sobre mis pasos y con rapidez encontré el otro cuchillo que se me había perdido durante la batalla. No i
La música sonaba con suavidad en aquel viernes a la noche y Secilia se encontraba en ese bar con dos compañeras del trabajo. Era un lugar amplio: en los muchos metros de su espacio se ubicaban varias mesas de madera simple, con cuatro sillas cada una a excepción de las que se encontraban cerca de los costados, las cuales poseían mullidos sillones para sus ocupantes. Las paredes estaban pintadas con manchas de pinturas aleatorias en su totalidad, con diversos cuadros sobre retratos, paisajes y figuras abstractas distribuidos a lo largo de los mismos, dándole un aire rústico y elegante a la vista de los clientes. El bar tenía su propia cerveza artesanal, la cual era muy famosa en toda La Colonia por su buena calidad y sabor. Mucha gente venía de todas partes de la ciudad para poder disfrutar de un buen tarro y, a lo mejor, poder volverse a sus casas con algún «
Secilia miró hacia la dirección en donde provenía la voz, un rayo de luz de esperanza atravesó su ya rendida cabeza. Un Cazador encapuchado se paraba en frente de ambos, apuntando con un arma de fuego hacia el animal que la sujetaba.—¡Ayuda! ¡Ayuda por favor! —gritó desesperada—. ¡Por favor!—¡Suéltala! ¡Último llamado! ¡Suéltala o te juro por todos los Cielos que te lleno de agujeros! —ordenó la voz, con un tono nervioso.Por fin aquel tipo la soltó, Secilia se apartó de él tan rápido como pudo en dirección al soldado, tratando de acomodarse la ropa sin dejar de sollozar.—¡De rodillas! &ie
Se quedó pensando en sus amigas, seguramente ambas ya se habrían ido cada una con un chico y estarían pasándola de lo más genial, en cambio a ella le tocó un enorme pervertido. Se le revolvió el estómago al recordar el momento en que lo tenía encima, en su rostro animal y carente de total consideración por ella. No creyó jamás que eso le ocurriría y temía mucho cuando le tuviera que contar a sus padres, la castigarían, estaba segura.Derramando lágrimas, atravesó las calles adoquinadas,bien iluminadas por los faroles distribuidos a lo largo de las veredas. Ningún sonido a parte de los pasos de ella y sus escoltas cortaban el silencio de la madrugada, las casas estaban en completa serenidad con sus luces apagadas, ajenos a todo suceso que ocurriera en las calles.
Había sido una noche larga y Sasha solo quería llegar a su habitación, darse una ducha de agua caliente y tirarse en su cama. El puto violador estaba tras las rejas en una de las cárceles del Cuartel del Este, no iba a pasar mucho hasta que se diera el juicio y, teniendo en cuenta de que la chica atacada era la sobrina de la Teniente Rowen, se tendría que sentir afortunado si lo condenaban de por vida a partir rocas en las minas de carbón.Si estuviera en su mano, ella misma le haría explotar los testículos con un solo golpe de su guantelete, así nunca más podría utilizar su verga ni para orinar. Siendo sincera consigo misma, le costó muchísimo contenerse y no matar a patadas al malnacido luego de ver el rostro suplicante de aquella chica. No se quedó con las ganas, ni bien la joven se retiró con su esc
El sonido de la puerta llamando la despertó de su delicioso descanso. Miró la hora, las diez de la mañana, se preguntó quién carajos vino a molestarla siendo que pasó el reporte de que estuvo haciendo horas extras nocturnas, las cuales se le permitían unas veinticuatro horas de descanso según el reglamento del Ejército de La Colonia.Giró sobre sí misma, envolviéndose aún más entre las sábanas y dejando escapar un gruñido de pereza, deseó con todo su ser que un Infectado se llevara a quién sea que la haya despertado.Pero tal Infectado no llegó, porque la puerta volvió a llamar, esta vez una voz conocida la acompañó.—¡Sasha! ¡Sashita, abre la pue