No podía permitir que la molestia me dominara. No, cuando no tenemos nada que nos ate. No tenemos nada juntos, más que un pasado, triste, humillante, melancólico y terroríficamente destructible. Un poco exagerado. Sin embargo, si no tuviera el poder que tengo, estaría postrada aun siendo humillada por ellos. ¿Cuántas mujeres se han dejado tratar como la peste por amor? ¿Cuántas han cometido el error de dejar de ser, por alguien más? Yo fui una de esas mujeres, y he vivido en carne propia el dolor de un corazón roto. El dolor de un amor no correspondido. De ese sentimiento de no encajar en un lugar, de no ser querida. Fui tonta, pero también estaba enamorada y no arrepiento de eso. Necesitaba esa experiencia para ser la mujer que hoy soy. — El señor Viktor Lorelli se encuentra afuera señora — avisa mi secretaria, sorprendiéndome. Hace tiempo no he sabido nada de él —. Dice que lo recibirías apenas oyeras su nombre. Me pongo de pie y sonrío. — Claro, claro. Hazlo pasar. No pu
A este punto de la historia, estaba bastante segura que Arturo me seguía los pasos. ¿Cómo es posible que venga a cenar en el mismo restaurante en el que estoy con Viktor? Su ojo visible, no disimulaba siquiera un poco, su molestia hacia mi persona, y las personas comenzaban a susurrar. Me sentía incómoda. — Soy yo, o las personas miran mucho hacia nuestro lado — manifiesta mi compañía, llevando su copa de vino a sus labios. Fuerzo una sonrisa, y simulo estar de acuerdo. — El hombre la odia demasiado… — ¿Has visto como la mira? … — También la odiaría, después de la vergüenza que hizo pasar a su hermana… — Su hermana se merecía… A este punto, Viktor comenzó a barrer el lugar con los ojos, hasta que dio con él, y sonrió descaradamente. Esa sonrisa, que hasta a mí, me haría temblar, si estuviera en el lugar de mi ex, pero como lo conozco lo suficiente, sé qué hará una tontería. — Ya veo — musita mi amigo. — Solo ignóralo — pido. Se está comportando como un idiota —. Solo
ARTURO BRUSQUETTI. Amor. Es una palabra con un trasfondo muy amplio y muy difícil de distinguir. Quizás muchos crean que es obsesión lo que siento, pero solo yo y nadie más que yo, sabe exactamente, cuan doloroso es amar, sobre todo cuando sabes que has fallado, que has tropezado y peor aún, has lastimado a la persona que amas. He admitido un sinfín de veces i error. Me equivoqué. Pero aquí estoy intentando enmendar mi error. Sé que estoy cerca, lo siento. Las veces que compartimos, reímos, trabajamos, pero cuando toco el tema, ella nuevamente se pone a la defensiva, sin ganas de escucharme, sin ganas de perdonarme, sin más de darme otra oportunidad. Me alejo sin vacilación, y con una sonrisa en el rostro. Esta es mi primera victoria, reconociendo que he dado un paso poderoso. Aún me quiere. Aún tengo una mínima posibilidad de recuperarla y de amarla de todas las formas más románticas posibles. De demostrarle que no estoy jugando, que en verdad estoy tomando en serio esto. Aunque
Estaba llegando a la mansión, donde efectivamente, toda mi familia se encontraría. Quisiera poder devolverme al trabajo, pero no puedo simplemente ignorarlos porque sí. La presión de mi abuelo, mi madre con sus quejas, Patricia con sus insinuaciones y mi padre con su mal trabajo. No puedo comprender como el abuelo, fue capaz de dejarlo al mano de la empresa familiar, cuando ni siquiera sabe tomar un lápiz con las manos. — Mi niño hermoso. Por fin te dignas a visitar a tu madre — sisea mi progenitora, llegando hasta a mí y envolviéndome en un caluroso abraso. Pese a los problemas que me crea, estoy feliz de que sea mi madre. Sonrío y correspondo a tan cariñoso gesto. No obstante, cuando mi cuñada planea hacer lo mismo, la detengo con un solo movimiento. Sé con certeza que tenemos un acuerdo, pero, eso no le da el derecho, a mal interpretar las cosas entre nosotros. Me dirijo al comedor, donde todos están, y el primero en ponerse de pie, es mi abuelo. El causante de casi todos mis
KERIANNE BACAB. Es que es imposible que él no haya sabido la verdad. O sea, estaba segurísima de que todo esto era obra de ellos, y que él estaba al tanto. No estuve en el funeral, pero lo vi sentado allí como sin nada. Recuerdo ese accidente, y no fue por mí, por lo que me sentía completamente ignorante de lo que estaba pasando. Por puro milagro, descubrí lo que pasaba, porque lo escuché hablar al abuelo, y me pareció sorprendente que lo hagan pasar por muerto, pero realmente no creí, que tal información se lo oculten a Arturo. En varias ocasiones quise visitarlo en el centro, pero, solo tenía permitido la visita de su abuelo y su padre. Nadie más. — Necesito que averigües que fue del señor Armando Brusquetti en este sanatorio — ordeno, extendiéndole un papel a Natalie, quien me observa confundida —. No hagas preguntas. Solo averigua si aún sigue allí. — Pensé que estaba muerto. — Todos creen eso, pero al parecer, quieren involucrarme es su muerte — Ella ladea la cabeza —.
Logré verlo. Ese era un paso importante y prometí volver, pero no sola ni con las manos vacías. Sin embargo, era obvio, que no podía hacer mucho, cuando estaba constantemente controlado por los guardias. Cuando salgo afuera, Natalie se encuentra esperándome a una cuadra, completamente desesperada. Sin poder evitarlo, me lanzo a sus brazos y comienzo a llorar desesperadamente, como su no hubiera un mañana; sin embargo, dejé de hacerlo, cuando Arturo aparece detrás de mi asistente, con un rostro de preocupación, que jamás le había visto. — ¿Qué sucede? ¿Qué haces aquí y vestida así? — pregunta, mientras se acerca a nosotras. — El hombre nos siguió — No digo nada, porque al final de cuentas, lo iría a buscar para contarle todo lo que sé. — Necesito hablar contigo, pero no aquí. No es seguro que te vean — Arturo arruga el entrecejo, y asiente. Agradezco a todos los dioses, de que sea una persona entendida, a pesar de que su apariencia muestre lo contrario. Subimos a la camioneta
Literal, estaba un poco asustada esperando las respuestas en el sanatorio privado, mientras Arturo, esperaba ansioso conmigo y me contaba los hechos en su casa. Nadie le decía nada, pero evidentemente pasaba algo, porque todos los hombres, incluido los que cuidan sus espaldas, se desaparecieron. Es como si dejara de existir en ese momento. — ¿No te dijeron nada? — Vuelvo a preguntar y él suspira. — No, pero imagino es por la desaparición. Trataré de actuar de forma normal, aunque me cuesta mucho — comenta. — ¿Crees que esté bien? — susurra una pregunta. — Espero que sí. Realmente espero que lo esté. Necesito que me expliqué todo, especialmente lo del accidente. ¿Cómo fue que sobrevivió? — Yo sabía que estaba vivo, pero no creí que tú no lo supieras, y no negaré, que sí me causó intriga el que hayan hecho creer al mundo su muerte — Suspiro —. Me siento fatal. — Has hecho mucho por mí. Quizás, aún estamos destinados a estar juntos, Kerianne — Suelto un suspiro y tomo su
ARTURO BRUSQUETTI. — Entonces, ¿se han divorciado? — pregunta desde la cama —. Realmente hacían muy linda pareja. En el fondo creí que serían felices. Lo observo sobre los hombros, y sonrío. Él se encuentra aún postrado, sin poder moverse completamente. Cuando me contó todo por lo que tuvo que pasar, me sorprendí bastante, que me eché a llorar, en un rincón de éste departamento. Aún no puedo creer que tanto el abuelo, como mi padre fuesen capaz de cometer semejante crimen por obtener una información. — Sí, hace aproximadamente dos meses. No llevo la cuenta, pero me duele. Después de enterarme de todo, y darme cuenta del daño que le he causado indirectamente, el verla me deprime; y no lo digo en un plan negativo, sino… — Me quedo sumido en observando la pared —, sino que, me duele el no poder hacer nada para protegerla, cuando podía. — Estabas cegado por la ira. Yo sabía quién era ella, es por eso que me hicieron todo eso, creyeron que, torturándome, lograrían sacarme la verdad — co