—¿Cómo demonios terminaste casado con ella? —inquirió Kian, viendo a su amigo beberse el segundo trago de la mañana—. Los dejé por cinco minutos e hicieron un desastre.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Jeray, tranquilo e imperturbable como de costumbre. —¿Qué crees que hará? Es de lógica que pedirá el divorcio. Entiendo que la noche es oscura, el alcohol adormece y la calentura embrutece, pero de eso a quedarse casado con una loca y libertina como Jolie, es el peor error que se puede cometer en esta vida. Hay que estar chiflado para querer estar junto a una mujer que... —Si ella me da la oportunidad de demostrarle todo lo que siento, seguiré casado con ella —confesó, dejando en silencio a sus dos amigos que lo miraron sorprendido y como si acabara de enloquecer—. Quizá no es la mejor manera para ganarme su corazón, pero ahora que al fin estoy más cerca de ella, no puedo dejar ir sin luchar. Puede que esté muy mal de la cabeza, pero a esa mujer la he amado, creo yo, desde el primer día que la conocí. —Por Dios, ¿qué hicieron contigo en una sola noche? —Kian se levantó y le tocó la frente a su amigo, preocupado por lo que estaba diciendo—. Fiebre no tienes, pero de seguro la debes tener interna. ¿Qué te dio esa mujer? Y no me digas que fue eso, porque ni que fuera enchapada en oro para que te quedes prendado de una mujer. Darius, estamos hablando de la loca Jolie, no de una santa paloma. —No les había dicho nada porque incluso yo sabía que Jolie jamás sentiría lo mismo que yo, pero la he amado por muchos años y anoche fue lo mejor que me pudo pasar en la vida. Sus amigos suspiraron a sabiendas de que no lo harían entrar en razón. Cuando Darius se le metía algo en la cabeza, era difícil hacerlo cambiar de opinión. Era decidido y no se andaba por las ramas, pero debían ser sinceros con él, así sufriera ante el rechazo y la negativa de la mujer. Cuando llegaron al apartamento y Darius les contó lo que había pasado, ninguno de los dos podía creer que se hubiese casado, y para mayor sorpresa, con Jolie Le Bon, una mujer que amaba su libertad, salir de viajes y de fiesta sin que nadie la frenara y tener citas esporádicas y sin ningún compromiso. —Deja de beber. Darius —Jeray se puso de pie y le arrebató la copa que estaba llenando por tercera vez. —Estoy nervioso, además de que necesito fuerzas y mucha valentía para que mi esposa no me mande al diablo —soltó una risa nerviosa—. Sé que no la tengo fácil con esa gata indomable. —No te hagas falsas esperanzas con Jolie —dijo Jeray y su amigo lo miró, apretando los labios con fuerza—. La adoro con el alma y la quiero como si fuera mi hermanita menor, pero para nadie es un secreto que ella jamás dejará su libertad por un matrimonio del que se debe estar arrepintiendo en este momento. No mezcles los sentimientos con el sexo, Darius. —No solo se trató de sexo.,, —No voy a discutir contigo, pero como tu amigo debo ser sincero y decirte lo que no te conviene, Y tú sabes que ella no dejará su vida por ti, porque simplemente no siente nada por ti. Puede que haya atracción y gusto, pero no va más allá de la cama. Darius se dio un largo trago directamente de la botella de whisky, tratando de serenar su mente y su corazón que no se encontraban en plena sincronía y suspiró, dejando la botella con fuerza encima de la barra. Jeray tenía razón y le dolía aceptarlo, pero él nunca perdería la esperanza y lucharía hasta el final por el amor de Jolie. ¿Y si lo aceptaba y él no luchaba? Lo intentaría una vez, si no se daba, haría todo lo posible por sacarla de su corazón, pero ahora que la había desnudado a besos y caricias y se había alojado en su interior hasta arder en su incandescente fuego, le resultaba casi imposible dejarla ir. Tanto tiempo esperándola, soñando cada noche con su piel y sus besos, deseando palparla a plenitud mientras se fundía con ella y se hacían un solo cuerpo. No podía dejarla ir, no cuando sentía que podía enamorarla y ser felices juntos. —Lucharé por ella. —Dios mío —Kian se cubrió el rostro, soltando un suspiro—. Haz algo, Jeray. —Te conozco y sé que lucharás por ella, así que te deseo mucha suerte, porque sí que la vas a necesitar. Los tres amigos guardaron silencio por largos minutos sin saber qué más decirse. Darius estaba empecinado a seguir con el matrimonio, mientras los otros dos pensaban que estaba cometiendo la peor locura de su vida al atarse a una mujer que no lo amaba. El silencio se prolongó más de lo normal hasta que el sonido del teléfono de Jeray los sacó de sus pensamientos. El hombre suspiró al darse cuenta de que venía más problemas con la llamada que estaba recibiendo. —Tío —respondió, llamando la atención de sus amigos—. Qué gusto tu llamada. —Espero que tú sí me des razón de lo que está pasando, porque si se trata de una las bromas de mi hija por llamar la atención y llevarme la contraria, dile que no era necesario llegar a tanto. —No es una broma —respondió, serio, sabiendo a lo que su tío se refería—. Jolie se casó con Darius. El silencio fue ensordecedor, antes de que su tío empezara a maldecir en francés y en todos los idiomas que sabía. No podía creer que su única hija se atreviera a tanto solo por su rebeldía e insolencia. Estaba cansado de los comportamientos de Jolie, pero casarse y hacerle saber con la llegada del certificado de su matrimonio, estaba a punto de provocarle un infarto. —Tráeme a ese pedazo de imbécil ahora mismo. Si se casó con mi hija, muy bien, entonces que me dé la cara y se haga cargo de la cruz que acaba de cargar en su hombro —el hombre estaba colérico y no aceptaría que su sobrino se negara—. Eres razonable e inteligente, Jeray, así que no te atrevas a llevarme la contraria o vas a conocerme. —No tienes que amenazarme, tío —le respondió con tranquilidad—. Jolie es lo suficientemente adulta como para tomar sus propias decisiones, sean buenas malas. —Pues lo único que hace es comportarse como una cría y tomar pésimas decisiones —gruñó—. Todavía no puedo entender cómo es tan responsable y bien centrada en su trabajo, cuando en otros aspectos de su vida es un completo desastre. Tráeme a tu amigo o yo mismo iré por él, ¿entendido? Jeray colgó la llamada sin más y miró a su amigo con seriedad, antes de esbozar una minúscula sonrisa divertida y dejarle un par de palmadas en su espalda. —De verdad necesitas mucha suerte y que todos los astros estén a tu favor. —Lo sé... —Tu suegro quiero verte, y por no hacer el cuento largo, no está muy contento con la inesperada noticia que recibimos esta mañana. Darius sonrió divertido, pero por dentro se sentía muy nervioso. No solo era darle la cara a Jolie, sino que ahora también debía enfrentarse a sus suegros. La madre de Jolie era amable y bastante alcahuete, pero su padre era estricto, demandante e inflexible. Era bueno y cordial, pero cuando se trataba de su hija, perdía la cordura con suma facilidad y solía ser severo con ella y todo lo que la rodeaba. Sus amigos se fueron minutos después, no sin antes repetirle que pensara bien las cosas y no se dejara cegar por algo que solo era carnal y no trascendía más allá. El sexo era solo una unión de cuerpos que no comprendía más del placer y la satisfacción, pero sentimientos tan importantes que él estaba mezclando no debería tomarlos tan a ligera y convencerse a sí mismo que era amor. Estaba el gusto y el deseo, pero ambos hombres creían que su amigo estaba confundido y que él no sentía amor por Jolie. Darius se dio un baño refrescante y comió algo ligero, antes de salir de su apartamento con la cabeza despejada de dudas, el anillo que Jolie le había devuelto en su cajita y el corazón lleno de esperanzas. Se sentía ansioso y muy nervioso, pero estaba seguro de lo que sentía y quería, y todo su ser la aclamaba a ella. No podía pensar en otra mujer que no fuera Jolie, incluso cuando tenía sexo con otras, la imaginaba y solo así alcanzaba un orgasmo. Pero por más cuerpos que había tenido entre sus manos, él solo deseaba esa piel blanca y suave llena de tatuajes que tanto lo enloquecían. Subió a su auto y partió a casa de los padres de Jolie, creando todo un monologo en su mente que fuera convincente y demostrara todo lo que sentía por esa mujer que adoró hacía unas horas y besó hasta quedarse sin aliento. Sonrió al recordar la noche anterior y, aunque había sido alocada, para él había sido la mejor noche de su vida. A diferencia de Jolie que había bebido hasta nublar su razón, el recordaba a la perfección cada palabra que se dijeron, cada beso largo y profundo que se dieron y en la forma tan pasional y única en que ella fue suya. La noche anterior la besó, la acarició y le hizo el amor de mil formas, dejándole en claro todo lo que le hacía sentir. Recordó el momento en que firmaron el acta de matrimonio mientras el juez los miraba con evidente disgusto al despertarlo a la madrugada y se vio sonriendo, diciéndose a sí mismo que Jolie no era más que una mentirosa que estaba tratando de jugar con su mente. En ese momento ella estaba segura de unir sus vidas para siempre y seguir sintiendo todo lo que él despertaba en ella y ningún otro hombre había sido capaz. —Eres rebelde y terca, brujita, pero así y con eso, te amo —murmuró y aceleró el auto, deseando llegar pronto a la casa de sus suegros para ir poder arreglar las cosas con su esposa. Arribó a la mansión treinta minutos después, y no se sorprendió al ver a los padres de Jolie esperándolo en la entrada. Estaban serios y se veían algo molestos, pero él que transpiraba felicidad, no dejaría que nadie le arruinara el mejor día de su vida. —Buenos días, Sres. Le Bon. —Eran buenos hasta donde no me había despertado y estaba ajeno a la realidad—respondió el hombre de mala gana. —Mala noche, ¿eh? —Darius quiso aminorar las cosas con algo de humor, pero la pareja lo miró aun más serios que hacía unos segundos—. Bueno, ¿para qué soy bueno? Jeray me dijo que necesitaba hablar conmigo. El hombre le extendió un cartapacio y Darius de inmediato lo recibió, abriendo el folder solo para darse cuenta de que se trataba del certificado que validaba su matrimonio, un hecho que lo hizo sumamente feliz, Pero no demostró sus emociones porque sus suegros parecían querer arrancarle la cabeza con esa mirada asesina que le estaban dando. Carraspeó y escondió la sonrisa que pugnaba por deslizarse en su rostro, pero justo cuando iba a hablar, la llegada de un auto hizo que callara y mirara en su dirección. Su corazón se aceleró al ver que se trataba de Jolie, pero entendió que las cosas no serían como él creía cuando ella bajó del auto con cara de pocos amigos y mirándolo como si quiera erradicarlo con la sola mirada. —Menos mal llegaron a tiempo, porque detesto que me hagan esperar —dijo el hombre en cuanto su hija se acercó a ellos—. Entremos a la casa. —Dame el certificado del matrimonio, ya mismo iremos a firmar el divorcio —zanjó la rubia, extendiendo la mano hacía sus padres—. Cometí un error, así que me haré cargo ya mismo de el. No tienes que intervenir ni hacerte cargo, papá. Su padre soltó una risita amarga, antes de que la seriedad se plantara en su rostro. Se acercó a su hija dos pasos, ya que su esposa no le permitió dar un paso más hacia ella, y la miró con extrema severidad. —Desde que llegó ese certificado a mi casa, tu "error" ya es asunto mío. No me hagas perder la paciencia, Jolie. Entra a la casa y asume las consecuencias de tus actos. Té lo advertí, te dije que, si cometías una estupidez más, te saldría caro. Ahora, sé una buena esposa y asume el papel que te corresponde por derecho en el momento en que plasmaste tu firma ahí. —No —respondió ella con esa altanería y soberbia que mostraba en los tribunales—. Acepto que cometí un error, pero eso no quiere decir que deba seguir en una farsa. Ese matrimonio fue producto de una borrachera y mi irresponsabilidad, así que déjame ir con Darius a firmar el divorcio y asunto arreglado. —¡No voy a permitir que te divorcies! —gritó el hombre, haciendo que la rubia saltara en su lugar—. Has cometido error tras error, y esta vez no permitiré que te laves las manos y sigas comportándote de esta manera tan irresponsable. Vas a asumir tu papel de esposa e irás con tu marido a su casa, vivirán por el resto de su vida y tendrán los hijos que se les dé la gana, pero no permitiré que mi única hija se la viva de fiesta en fiesta, viajando de un lado a otro sin preocuparse por nada y saliendo cada fin de semana con un hombre diferente —rugió, enardecido—. Se acabó toda esa m****a, así que, no me importa si ya aterrizaste en la tierra y ahora te arrepientes de lo que hiciste, no pienso permitir que te divorcies de este hombre, Eres adulta, Jolie, y debes aprender a tomar el peso de tus acciones. No todo en la vida se resuelve con dinero y un par de coqueteos. —Estás siendo injusto conmigo, papá. Me divorciaré de Darius estés de acuerdo o no. —Ni siquiera lo intentes, porque ya di la orden que te lo nieguen todo. De nada te servirás ser mi hija o que seas una prodigio como abogada —zanjó, tomándolos a todos por sorpresa—. Fuiste muy consciente de cuando te embriagaste y actuaste por milésima con irresponsabilidad, ahora sé consciente y no le des muchos problemas a tu esposo. Y tú —señaló a Darius—, te deseo suerte, pero si viniste a pedir el divorcio, ya es muy tarde. Ahora son marido y mujer, y el matrimonio es hasta la muerte en mi familia.Darius agradeció al anciano que trajo sus órdenes y dejó que Jolie le diera un trago a su café. Desde que se marcharon de la casa de los padres de ella y llevaron a una cafetería solitaria en medio de la nada, el silencio los había envuelto. La rubia estaba sumida en sus pensamientos, dándole vueltas a las palabras que su padre le había dicho y no dejaban cabida para negarse o llevarle la contraria, no cuando el hombre estaba demasiado enojado con ella. Jamás le había gritado y demandado las cosas de esa manera tan colérica, obligándola a seguir casada con un hombre que ni siquiera amaba. Ni siquiera cuando se escapó a Francia a verse con uno de sus tantos exnovios y no regresó si no hasta dos semanas después, le había hablado de esa manera. Su cabeza estaba a punto de explotar y solo quería echarse a llorar o desaparecer de la faz de la tierra. Pero se sentía molesta consigo misma, por haber perdido el juicio de sí misma y cometer un error que le estaba costando emendar como solo e
—Traté de mediar con tu padre, pero él está empecinado a que sigamos casados...—Da igual vivir en tu apartamento que en el mío, ¿no? —Jolie lo interrumpió, haciendo que él la mirara con los ojos entrecerrados—. Si vamos a vivir en el tuyo, déjame ir primero por algunas cosas al mío. —¿De verdad vamos a vivir juntos? —inquirió sin poder creerlo y con el corazón latiendo emocionado—. En la cafetería me dijiste algo tan diferente.—Da igual lo que haya dicho, después de todo, mi padre ya dio la última palabra. Y, aunque no esté de acuerdo, no tengo más opción —se encogió de hombros y caminó hasta el baúl del auto—. ¿Me ayudas, esposo? Darius la miró por unos segundos, antes de despabilarse y asentir eufórico. Se acercó a ella a gran velocidad y le ayudó a subir un par de maletas a su auto. Sabía que ella estaba siendo obligada por su padre a permanecer con él, pero eso no le restaba la felicidad que sentía en su corazón. Creía firmemente que si estaban cerca y convivían lo más que pod
La noche fue larga y poco grata para Jolie, que no dejó de dar vueltas en la cama, no solo por la situación en la que se encontraba, sino porque de alguna manera las caricias y los besos que compartió con Darius llegaron a su mente como un recuerdo no deseado que no la dejó sentir ni una pizca de paz. Agradeció que él ya no se encontrara en el apartamento cuando salió de la habitación, encontrándose con el desayuno preparado y una nota que decía que se verían en la tarde para ir juntos a casa de sus padres. Llamó a su asistente y le pidió cancelar las citas que tenía en el día. Necesitaba resolver sus asuntos antes de regresar al trabajo o creía que no podría ir a un juicio. Tenía muchos casos importantes en los cuales pensar, y no en el desagradable hecho de estar casada con uno de sus amigos.Entre pensamientos y llamadas largas que la desanimaban cada vez más, no se percató de que el día se había pasado a gran velocidad. Recordó la dichosa cena en casa de sus padres cuando Darius
Darius estacionó frente a la casa de sus suegros y descendió del auto para abrirle la puerta a su esposa y ayudarla a bajar. Jolie no quería ser parte de un teatro, pero al menos trataría de fingir por un par de horas, aunque en realidad esperaba ansiosa la respuesta de uno de sus grandes amigos que le aseguró ayudarla.Recibió la mano del hombre y de inmediato Darius envolvió un brazo alrededor de su cintura, descansando su mano en su cadera, muy cerca de la curva de su trasero y ella lo miró enfadada.—Ten mucho cuidado donde pones esa mano —susurró, provocando que el hombre riera—. Bájala un poco más y te la arranco.—¿No será más bien que te pone nerviosa que te toque así? —bromeó, proporcionando una sutil caricia que la hizo tensar.—Por favor, no me hagas reír —ironizó—. Y si quieres conservar tu mano, será mejor que la dejes quieta y a mi alcance. El hombre no dijo más, pero sonrió divertido y subió su mano unos cuantos milímetros con lentitud, haciendo que la piel de su espos
—¿Qué es lo que está pasando? —inquirió la madre de Darius, con el ceño fruncido y la sorpresa cubriendo su rostro—. ¿Acaso discutieron? —Era de esperarse que esto pasara —murmuró el padre de Jolie y, los que sí conocían la verdadera situación, suspiraron—. Es una irresponsable e inmadura. —Necesito hablar con ella —murmuró Darius, buscando desesperadamente las llaves de su auto en los bolsillos de su pantalón—. Maldita sea. Tanto Kian como Jeray se acercaron a él y lo tomaron de la camisa, impidiendo que fuera tras ella y todo terminara aún peor de lo que estaba saliendo. Ellos sabían que esa cena solo ocasionaría más problemas, y no se equivocaron, pues la madre de Darius exigía explicaciones, el padre de Jolie llamaba furioso a su hija y Darius solo trataba de soltarse de sus amigos para ir con ella.Se sentía culpable de haberla besado, pero a la vez se decía que ella había sido quien había iniciado el juego. Esa mujer lo estaba enloqueciendo, aun así, era feliz de tener la más
—Gracias por tu ayuda —le dijo la rubia al hombre a su lado, ganándose una mirada divertida y una sonrisa bastante atractiva—. Te debo una.—Una más —le recordó y Jolie soltó una risita—. Creo que es hora de que me pagues todos los favores que te he hecho. No es fácil cuando se trata de ti. —Ah, ¿sí? —enarcó una ceja y el hombre asintió—. ¿Y cuánto te debo?—El dinero no me hace falta —se viró hacia ella y la tomó del mentón, acercándose a su rostro peligrosamente—. ¿Qué te parece si recordamos viejos tiempos? —No —Jolie se liberó de su agarre al instante—. Y no es que no quiera, pero no volveré a mezclar la amistad con el sexo. Y tú eres un buen amigo, no me gustaría perderte a ti también. Maykel resopló con fuerza antes de encogerse de hombros, restándole importancia a lo que ella decía. La chica lo ponía caliente y le gustaba desde hacía mucho, eso era algo que no iba a negarle a nadie, pero su amistad era más significativa que los revolcones que pudiesen tener.—¿Qué pasa si tu
Mientras que Darius bebía y fumaba con una tranquilidad pasmosa en el sillón de una habitación, dos rubias voluptuosas se besaban y acariciaban de manera provocativa sobre la cama, mirando al hombre de vez en cuando para engordar su morbo e incentivándolo a unirse a ellas. Pero las dos chicas sabían a la perfección que, cuando él estuviera listo, las tomaría como quisiera y se marcharía sin decir ni una palabra. Cada encuentro era igual; ellas en medio de la cama besándose y tocándose, demostrándole al hombre un placer indescriptible, pero él solo se unía a ellas cuando dejaba de fumar y beber. Parecía que él las contemplaba con fijeza, pero su mente se encontraba muy lejos de aquellos cuerpos tan perfectos y esbeltos y dispuestos a ofrecerle el mayor de los placeres. En ese momento solo podía pensar en lo miserable que se sentía y en lo vacío que era cada encuentro con cada una de las mujeres que pasaban por su cama. Si bien le costaba excitarse, al fin el morbo de ver a ambas chic
Por más que Darius intentó serenarse y pensar con raciocinio y calma, no pido. Estaba furioso y no entendía por qué, o tan solo quizás se debía al hecho de que ella había regresado y aún no había podido cerrar ese pasado que de vez en cuando lo atormentaba. Condujo a toda velocidad hasta la empresa y, una vez en el lugar, entró sin más, ignorando las miradas que todos le daban y los murmullos que rezumaban en sus oídos. Entró al ascensor y, aunque tomó hondas respiraciones, su corazón seguía latiendo con mucha fuerza y la furia crecía en su interior como un impasible huracán dispuesto a destruirlo todo a su paso. No sabía si estaba enojado consigo mismo, con esa mujer por haber regresado o con Jeray por haberle ocultado tal hecho.Darius salió furibundo del ascensor, dando pasos largos y pesados por toda la sala, pasando de Avery, la secretaria de su amigo, como si no existiera y tocando la puerta de la oficina de Jeray con todas sus fuerzas. El alcohol en su sistema no le ayudaba a