TERCERA PARTE06 de noviembre de 1741Los vientos no están a su favor esa tarde. A la capitana le cuesta trabajo remar el bote sola, sobre todo con el peso casi muerto que lleva del comodoro. El hombre se había despertado en varias ocasiones, pero ella ya le había vendado los ojos y solo le daba un par de tragos de agua fresca al día, para evitar que se descompensara. Alcanza a ver el sol poniéndose en el horizonte lejano. El océano en se momento se ve entre un azul y un naranja intenso que le da un aspecto mágico.Al otro lado está la isla de Birronto a lo lejos. Desde allí no logra divisar ningún barco, y duda mucho que logren verla por el reflejo de la luz sobre el agua, así que hace su mejor esfuerzo por remar hasta la costa sin ayuda.Para cuando llega a la costa, el sol ya se ha ocultado en el horizonte dando paso a la noche. No hay estrellas esta vez, pues el cielo está particularmente nublado, y la luna está en nueva.Ha decidido no atracar en el puerto como normalmente lo ha
10 de noviembre de 1741El barco se mece con violencia esa noche. La tormenta es intensa y todos los marineros solo tratan de resistir la inclemencia del clima sin perecer en el intento. Catherine está empapada de agua, la ropa le chorrea y el agua fría de la lluvia le golpea el sombrero provocando un ruido ensordecedor que no la deja escuchar nada más, mientras se mantiene firme en el timón del barco. El viento helado se le mete hasta el hueso y el cuerpo le tiembla de escalofríos, pero no puede dejar al fantasma del pacífico a su suerte en semejante tempestad.Arden está con ella, sujetando las sogas que sostienen las velas para evitar que se suelten como aquella vez.—¡Resiste un poco más! Ya está por pasar —le grita ella en un intento por darse un poco de ánimo. Los demás piratas están dispersos por el barco, tratando de sujetar las demás velas, y otros más se encuentran en las galeras.No es la primera vez que Catherine está en una tormenta como esa; si de solo recordar la última
01 de diciembre de 1741Viajar en barco desde el norte hasta el sur es un camino largo y peligroso. No por nada, Crira es uno de los pocos reinos continentales que menos relación comercial tiene con Regoria.Entre un reino y otro hay miles de kilómetros de distancia. Con buen tiempo y un navío veloz, se podía llegar en dos meses. Catherine está tratando de acortar ese tiempo lo más que puede, forzando al fantasma del pacífico hasta su último aliento.Están a medio camino y ya se empieza a notar la diferencia en las aguas y el clima. El sur es un lugar mucho más frío que el norte. Ninguno de ellos está acostumbrado a esas temperaturas, así que comienza a hacer estragos en sus cuerpos.Se habían aprovisionado con lo necesario, pero nadie les advirtió lo duro que sería el clima.—Todavía estamos lejos de la península invernal, ¿cierto? —pregunta Heinrik.Ha estado toda la mañana junto a Berry explorando los mapas para lograr conseguir la ubicación más exacta de la isla.Le decían penínsu
01 de diciembre de 1741Bien dice el dicho que nadie aprende en cuerpo ajeno. Catherine comprende eso cuando entiende que no todo lo que conoce es lo que es. Si alguien le hubiese contado antes que existe una criatura gigante de nombre desconocido en el paso por el abismo, se habría reído en su cara, pero no puede negar lo que está justo frente a sus ojos.Todos los piratas salen corriendo y se asoman por la borda para ver el mar, que parece en una quietud espectral, justo antes de una tormenta.No logran ver nada en la superficie, pero de pronto el paso de algo muy, muy grande por debajo del casco produce una sacudida en el barco que los eleva.El pánico no se hace esperar, los marineros se quedan totalmente quietos y algunos se alejan del borde. Catherine ve a Arden aparecer desde la entrada a la artillería.—¡Cath! ¡¿Qué sucede?! —Sus ojos pasan de ella al comodoro que está a su lado, frunce el ceño, sin embargo, no tiene tiempo para preguntarle qué está haciendo ahí afuera.—Arden
01 de diciembre de 1741Andrew tiene bien sujetas las caderas de la pirata y la besa en una espiral de pasión incontenible. Ella está deseosa por arrancarle la ropa, pero de pronto siente algo que le dice que no está bien lo que ocurre.Se separa un poco de Catherine para mirarla y ve con horror como sus ojos ya no tienen pupila, en cambio, son completamente blancos e inexpresivos. Da dos pasos para alejarse de ella, sin embargo, la chica lo sigue como si él fuese el dulce más delicioso e irresistible del mundo.—Catherine, ¿qué le sucede? —pregunta sin obtener una respuesta.Comienza a escuchar a lo lejos un canto que resuena en la selva donde está metido. Es un canto dulce y melodioso, no parece provenir de ninguna voz que él haya escuchado antes.La capitana se le lanza encima en busca de quitarle la ropa. Andrew sabe que está en un trance y debe sacarla de allí a como dé lugar.—Catherine, espere, sé que desde hace días sueño con esto, pero preferiría que estuviese consciente cuan
01 de diciembre de 1741La capitana se despierta en medio del ensordecedor sonido de los cañones. Su cabeza es un caos, no recuerda absolutamente nada de lo que pasó desde que se internó en la selva del islote. Su vista está un poco borrosa y los ojos le duelen.Logra escuchar los gritos de Arden y Cooke mientras siguen disparando de forma incesante los cañones.«¿Estamos bajo ataque?», Se pregunta en la mente.—Cath, quédate allí —ordena Arden sujetándola por la espalda.—¿Qué demonios pasó? —pregunta con la voz rasposa y débil. Se toca la garganta confundida, ¿por qué suena como si hubiese cantado durante dos semanas sin parar?—El islote es una trampa.Esas palabras le hacen abrir los ojos de golpe. De repente todos los recuerdos le vuelven a la mente de una sola vez. Se pone de pie de un salto y mira por babor como los cañones caen uno tras otro contra el islote, haciendo volar pedazos de arena y plantas por todos lados.—¿Una trampa? ¿por qué estás atacando al islote?Mira hacia
25 de diciembre de 1741El fantasma del pacífico avanzó sin demasiados tropiezos el resto del viaje. El clima había terminado de descender a grados bajo cero, y la tripulación no tenía demasiado con lo que cubrirse; estaban intentando aguantar el frío todo lo posible con lo poco que contaban.Esta vez el mar está en una quietud que ya les pone los pelos de punta. Mientras avanzan lentamente con el barco, algunos témpanos de hielo de gran tamaño flotan en la superficie, dándole al paisaje un aspecto escabroso.Después de su encuentro con las sirenas y la criatura del abismo, se mantenían alerta esperando a la próxima cosa que quisiera abordar o atacarlos de la nada.Catherine ha mantenido la distancia con el comodoro desde entonces. La tripulación estuvo de acuerdo en dejarlo andar libre por el barco, debido a que ya en dos ocasiones los había ayudado en momentos de apuro, cuando otro; quizá; los habría dejado a su suerte. No tiene idea de cómo es que eso terminó pasando, pero está bas
25 de diciembre de 1741Catherine nunca había estado en un lugar como ese. El gran muro de hielo que apareció de la nada es tan alto como si apilara tres barcos uno sobre otro. Las paredes congeladas que los rodean al entrar por la gran abertura vuelven el ambiente aún más helado. Pueden ver sus alientos saliendo como si fuese vapor de sus bocas.Van lento en caso de que haya algún peligro. No saben qué es lo que les espera al cruzar del otro lado. Lo único seguro es que parece que el comodoro en cierto modo tiene razón. Las islas piratas no son simples pedazos de tierra que están en ubicaciones desconocidas y ya. Hay algo mucho más allá, algo que desconocen, que los mantiene a salvo de la invasión de los reinos.Sobre la marcha en la que van, se va perdiendo de vista la gran entrada, hasta que ya no se logra ver nada más. Encienden varias antorchas para ayudarlos con la visibilidad, y, además, para contrarrestar el condenado frío que hace.—¿Qué tan largo es esto? —se pregunta Andrew