25 de diciembre de 1741El fantasma del pacífico avanzó sin demasiados tropiezos el resto del viaje. El clima había terminado de descender a grados bajo cero, y la tripulación no tenía demasiado con lo que cubrirse; estaban intentando aguantar el frío todo lo posible con lo poco que contaban.Esta vez el mar está en una quietud que ya les pone los pelos de punta. Mientras avanzan lentamente con el barco, algunos témpanos de hielo de gran tamaño flotan en la superficie, dándole al paisaje un aspecto escabroso.Después de su encuentro con las sirenas y la criatura del abismo, se mantenían alerta esperando a la próxima cosa que quisiera abordar o atacarlos de la nada.Catherine ha mantenido la distancia con el comodoro desde entonces. La tripulación estuvo de acuerdo en dejarlo andar libre por el barco, debido a que ya en dos ocasiones los había ayudado en momentos de apuro, cuando otro; quizá; los habría dejado a su suerte. No tiene idea de cómo es que eso terminó pasando, pero está bas
25 de diciembre de 1741Catherine nunca había estado en un lugar como ese. El gran muro de hielo que apareció de la nada es tan alto como si apilara tres barcos uno sobre otro. Las paredes congeladas que los rodean al entrar por la gran abertura vuelven el ambiente aún más helado. Pueden ver sus alientos saliendo como si fuese vapor de sus bocas.Van lento en caso de que haya algún peligro. No saben qué es lo que les espera al cruzar del otro lado. Lo único seguro es que parece que el comodoro en cierto modo tiene razón. Las islas piratas no son simples pedazos de tierra que están en ubicaciones desconocidas y ya. Hay algo mucho más allá, algo que desconocen, que los mantiene a salvo de la invasión de los reinos.Sobre la marcha en la que van, se va perdiendo de vista la gran entrada, hasta que ya no se logra ver nada más. Encienden varias antorchas para ayudarlos con la visibilidad, y, además, para contrarrestar el condenado frío que hace.—¿Qué tan largo es esto? —se pregunta Andrew
25 de diciembre de 1741El pueblo de los piratas del sur es por lejos el menos pintoresco o cálido que alguien haya visto jamás. Los marinos del sur van cubiertos de gruesas pieles que los protegen del frío invernal que hace en la zona. La mayoría están ocupados en sus propios asuntos, andando de aquí para allá con normalidad.Cualquiera podría creer que no es un pueblo pirata, de no ser por las grandes armas que portan los hombres robustos y de largas cabelleras. Casi todos son rubios y pálidos debido a la falta de sol en su piel.Es evidente que Catherine y sus piratas desentonarán demasiado entre ellos, pero no les queda más que continuar con el plan.Nadie les presta atención, la ropa parece dar resultado, sin embargo, su comportamiento extraño de no saber a dónde ir, puede ser el desencadenante para despertar el interés de esta gente tan curiosa.Las casas de este lado del mundo son de madera y están esparcidas sin ningún orden en específico. Algunos viven en carpas de piel de al
25 de diciembre de 1741El resplandor dorado que emana del medallón deja maravillada a la capitana. Por un segundo se queda atontada mirando el objeto, hasta que recuerda que podría ser peligroso y lo suelta de improviso al suelo, dando traspiés hacia atrás para alejarse de él.Deja pasar un minuto más antes de intentar acercarse. No tiene idea de por qué ese medallón está en su bolsillo. Se supone que Berry lo tenía en su poder, pero es evidente que alguien lo puso en su ropa sin que ella se diera cuenta, antes de partir.Agarra el medallón con sumo cuidado y lo observa. El resplandor sale desde dentro mismo; las ganas de darle un vistazo a lo que está dentro superan al miedo que le pueda causar el polvillo dorado que vio la última vez. Sin embargo, no puede ver nada que no sea el brillo.Observa las estanterías con los libros y se enciende una idea en su mente. Esa cosa no puede estar brillando solo porque sí. La única explicación es que el libro debe estar cerca.Pasea entre los li
25 de diciembre de 1741El corazón de Catherine late tan desesperado que es lo único que puede escuchar en sus oídos. Lleva una mano a su pecho tratando de regular su respiración agitada, sabe que la pueden escuchar en cualquier momento. Escucha los pasos justo por encima de ella. Por instinto recoge más los pies y se pone en posición fetal, apretándose contra el hueco donde está metida. La tierra suelta que se desprende de la colina cae como una lluviecita a sus pies, ensuciándole la cara y el cabello, pero eso es lo que menos le importa en este momento.—¿A dónde se fue?—No lo sé, la vi correr hacia acá.—No puede estar lejos, ¡encuéntrenla! —ordena el hombre al que ya le reconoció la voz como Bjorn.No se le ocurre una buena idea para conseguir salir de allí. Aprovecha para quitarse el molesto vestido y espera unos largos veinte minutos hasta que no escucha voces ni pasos sobre su cabeza. Da un vistazo a todos lados en busca de algún pirata que esté por allí; como no alcanza a ver
25 de diciembre de 1741—¡No! ¡Alto! Estoy aquí porque quería comprobar si los piratas del sur estaban involucrados con el ataque orquestado contra mí por Roger Sparrow, el señor pirata del este.La mentira se le ocurre rápido a la capitana. Es lo primero que su cerebro maquinó ante el terrible susto de sentir que perdería a su mejor amigo en el mundo.Rangnar hace un gesto con la mano para detener la inminente caída. Se gira para encarar a Catherine y enarca una ceja. Su expresión le da a entender que ha creído en la mentira. Al menos, se ha comprado un poco de tiempo.—¿Ataque? ¿Cuál ataque?—¿Acaso no sabes de los ataques que he estado recibiendo? Ese hombre ha quebrantado las leyes piratas al intentar apropiarse de mi barco.Ragnar la mira con recelo. No parece del todo convencido, pero al menos deja de mirar a Arden y Heinrik.—Entonces, ¿has venido a matarme?—No, solo quería cerciorarme de que esto no fuese un plan orquestado por más de un pirata. Eso, sería solo el inicio de u
10 de enero de 1742—Capitana, estamos por llegar a Gavedra —informa Cooke.Catherine no lo escucha del todo. Ahí de pie en la proa del fantasma del pacífico, no puede dejar de pensar en todos los sucesos que acontecieron hace poco menos de quince días. Cooke hace una ligera venia y se aleja de allí, porque sabe que ella no lo mirará. Ha estado distante desde que hicieron el funeral de Heinrik en altamar.Un nudo en la garganta amenaza con hacerla llorar de nuevo cada vez que lo recuerda; y para su mala suerte es algo constante.Flint no había podido hacer nada para salvarle la vida. La bala que atravesó su costado terminó por matarlo más rápido de lo que jamás hubieran pensado.Ahora que tiene la cabeza fría puede pensar con más claridad, está completamente segura de que aquello sucedió cuando Heinrik cayó al suelo en el momento que huían.Los piratas del sur no los habían seguido, pero no podía estar confiada, se había echado encima a un enemigo nuevo sin quererlo, pues no duda que
10 de enero de 1742Rápidamente se separan. A Catherine se le encienden las mejillas de la vergüenza. Andrew suspira y se prepara mentalmente para enfrentar cualquier cosa que suceda.—No es lo que parece —se apresura a aclarar la capitana.La realidad es que es justo lo que parecía, pero no lo iba a admitir así. Arden cierra los puños en un arranque de rabia, ha tolerado demasiado, pero esto no. Sin pensarlo, levanta su brazo con un golpe destinado directo a la cara del comodoro.»¡Arden, no! —interviene. La menuda mujer se mete entre los dos y en una rápida respuesta por parte de Andrew, este la jala del brazo y la pone detrás para evitar que el puño pegue en su cara.El pirata no puede detenerse y termina por golpear a Andrew volteándole la cara al otro lado.»¡Arden, basta! —La chica se libera del agarre y empuja al pirata hacia atrás, pone las manos sobre su pecho para detenerlo. Al principio la ira no lo deja ver nada más que al comodoro, pero el toque de Catherine sobre su pech