EPIFANÍA

17 de febrero de 1742

Catherine camina de un lado a otro como una fiera enjaulada. Los han encerrado en una celda oscura y sin ningún acceso a la luz solar. Lo único que ilumina el lugar es una pequeña antorcha que a penas y alcanza para mirar un par de metros al frente.

Arden, Cooke y Berry parecen estar igual de preocupados que ella, sin embargo, Catherine se desespera con cada minuto que pasa.

—¡Maldita sea! —reniega.

—No es tu culpa Cath, no lo sabías.

—No, pero debí saberlo. He condenado a todos los piratas del mundo, ¿entiendes lo que eso significa? Por mi culpa, todos podrían morir.

La idea de que ella es la causante de la destrucción de los piratas no la deja en paz. Si su gente le da el exilio y los demás piden su cabeza, ella no se opondrá.

—Es culpa de esa maldita bruja, ella nos engañó para hacer su trabajo sucio —consuela Arden. Se acerca a ella e intenta abrazarla, pero Catherine se zafa de su agarre.

—¿Qué quiere esa mujer con Andrew? —se pregunta en voz alta.

—A lo mej
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