—Freya, no digas esas cosas, mi amor —dijo su madre, llegando a la mesa con los ojos llorosos. —Sabes que es cierto, soy un monstruo y una maldita carga —zanjó de mal humor, poniéndose de pie—. Todos saben que lo mejor que me hubiera podido pasar era que muriera, pero... Me dejaron vivir en este maldito infierno del cual ya no quería seguir siendo parte. Su madre lloró sin dejar de negar y el agente se acercó a ella para abrazarla, pero Freya retrocedió, casi tropezando con sus propios pies. —Lárgate junto con tu novia y no vuelvas nunca más. No tienes nada que venir a hacer aquí, como para que sigas haciéndolo cada vez que te plazca. Niklas no está y no hay razones para que vengas. —Vengo por ti y por tu madre, las dos son muy importantes para mí. —Sí, claro —ironizó—. Si vienes es porque mi hermano te lo pide, no porque de verdad lo desees. ¿Quién querría perder el tiempo en una persona como yo? —Freya...—No puedo entender tu dolor, nadie jamás lo hará. Tampoco puedo entender
Los días fueron pasando con una lentitud que me terminaba de agobiar y poner el doble de ansiosa. No había ninguna noticia que me diera la calma que necesitaba, aún así, no perdía la esperanza y día a día pedía porque mi familia estuviera a salvo. El agente no había vuelto desde aquella tarde que resultó desastrosa y llena de emociones, pero quedó en venir tan pronto tuviese alguna noticia.Tenía que llenarme de paciencia y esperar, pero si Julen enloquecía —que aquello podía pasar en cualquier momento—, tenía muy en claro que ellos estaban en peligro y que no había nadie que pudiera hacer algo para salvarlos. Él no se tocaría el corazón para matarlos, eso ya lo tenía clarísimo y de solo imaginar me llenaba de tanto miedo. La convivencia con las dos mujeres no era mala, todo lo contrario, la madre de Freya era un amor, siempre preocupándose porque comiera y me sintiera a gusto. Hablábamos mucho, paseabamos por el jardín y rezaba conmigo todas las noches por mi familia y yo le retrib
NIKLASNo podía perder más mi tiempo, debía encontrar la forma de ponerme en contacto con mi compañero o el cuartel y hacerles llegar mi ubicación, pero me resultaba imposible cuando tenía ojos encima todo el tiempo. Día a día me levantaba deseando cumplir mi propósito, aunque llevarlos a prisión no hacía parte de mis planes, además de que era estúpido encerrarlos cuando ellos tenían mucho poder y podían quedar libres sin siquiera haber pisado la estación.Julen cada vez estaba de peor humor, no solo porque aún no encontraba Amanda, sino porque su única entretención había pasado a mejor vida y no paraba de decir lo débil que había sido y que pensó que duraría un poco más, al menos hasta verlo desposar a la mujer que tanto amaba. Aún me afectaba pensar en el esposo de Amanda, en como fue perdiendo la vida en mis manos y yo no pude hacer nada para salvarlo. La impotencia y la rabia que sentí fue tanta que por un momento pensé en mandarlo todo a la mierda y acabar de raíz con el proble
Llegamos a una bodega a las afueras de la ciudad y Julen me hizo entrar con él, algo nuevo, puesto que siempre que había venido a este lugar había permanecido afuera, cuidando como el resto de sus hombres lo hacían. Eso significaba que me había ganado su confianza, aunque no podía fiarme de alguien tan desequilibrado como él. Veinte minutos después de que llegamos, arribó un hombre mayor, agitado y vistiendo un traje de policía que reconocí. No era nada más ni nada menos que el jefe de la estación, un sargento que llevaba años trabajando para "proteger" al pueblo. —Espero que me hayas hecho venir para algo importante. Estaba en una reunión con el ministro y el alcalde, ya sabes, algunas nuevas normas de seguridad que quieren implementar —explicó como si nada, dándole una vaga sonrisa a Julen—. Ahora sí, ¿qué sucede? ¿Por qué traes esa cara de velorio?—¿Algo importante que quieras contarme y no hayas tenido tiempo de decirme? —inquirió—. Ya sabes, algo como una operación secreta con
—¿Qué tienes para mí? Espero que hayas puesto de todo tu empeño —le dijo Julen al mismo policía de hacía dos días, el tal Nach. —Investigué todo y no hay ninguna investigación abierta, en proceso o próxima a tu familia. Esas personas que te atacaron deben ser enemigos, no policías ni mucho menos detectives —explicó, dejando en silencio a Julen—. Piénsalo, nadie es tan estúpido como para meterse con alguien de tu familia, eso sería ponerse en bandeja de plata. Pero nunca sobran los idiotas que creen poder derrocarlos para quedarse con todo lo que ustedes han logrado por muchos años. —Si no son de los tuyos, ¿quién mierda quiere vernos caer? —se quedó pensativo—. Lo peor de todo es que me dieron mi punto más débil. Blatz. —Señor —me acerqué a él de inmediato. —Redobla la seguridad. Los enemigos están cada vez más cerca de nosotros —dijo—. Debo encontrar a Amanda cuanto antes o esos malditos perros se atrevan a ponerle un dedo encima. Por más que investigara, nunca iba a encontrar
—¿Esa perra que está bien muerta? —se burló, aun sabiendo que tenía todas las de perder—. No hay venganza que valga la pena a algo tan insignificante... Perdí todo el control en cuestión de segundos. La furia contenida de años, el odio que se había sembrado en mi corazón y esos deseos de destrozarlo con mis propias manos me hicieron actuar por sí solo. El primer puñetazo lo mandó directo al suelo y la sangre salió a cantidades de su nariz, antes de que le siguiera una cadena de golpes que apenas lo dejaban tomar aire. Mis puños impactaban contra su cara con suma rapidez y fuerza, con tanta que a decir verdad no me importaba si le partía la nariz o le causaba un traumatismo a puro golpe. En ese momento solo podía pensar en acabarlo, destrozarlo, hacerlo pedazos así fuese a puñetazos. Me sentía extasiado al poder reventarle la cara como tanto lo había deseado, viendo su sangre correr, pero me era suficiente. Necesitaba destrozarlo hasta que no quedara nada de su asquerosa presencia. S
Los trajimos a una bodega abandonada y nuestros hombres se encargaron de amarrarlos en medio del gran espacio que había sido destinado para ellos, dejándolos colgando del tubo que atravesaba toda la estancia. Estaban completamente inmovilizados. El viejo Weiss no dejaba de quejarse por las heridas que había recibido, puesto que estaba botando sangre y nadie lo había atendido, pero no tanta como para morir a causa de eso. Sus lloriqueos eran simplemente irritantes. Madre e hijo estaban en completo silencio, no habían dicho ni una sola palabra, este último no quitándome la mirada de encima, algo que me tenía en alerta. Ellos eran calculadores y no podía bajar la guardia a pesar de que ya estaban bajo nuestro poder. Sabiendo cómo se habían mantenido por tanto tiempo siendo libres y caminando por la vida como si nada, no podía fiarme o quizá saldrían con alguna sorpresa y todo podría irse al carajo. —El jefe quiere a la vieja viva —dijo Bruno, parándose a mi lado y dándoles una mirada
Advertencia de contenido violento y sensible... ***Volví a la bodega con toda clase de herramientas y armas cortopunzantes, dispuesto a empezar y terminar con ese asunto que había alargado por años de una vez por todas. Mi hermana merecía su libertad y yo necesitaba hacer pedazos a esos tres seres despreciables para continuar con mi vida. Los tres estaban en silencio cuando entré, dándole miradas largas y profundas a Bruno que jugaba con un encendedor en sus manos, sabía muy bien, que calmando la rabia que lo dominaba en ese instante. Dejé todo en una mesa metálica y la arrastré hasta situarla cerca de ellos, quienes desviaron la vista hacia mí y no se perdieron ni uno solo de mis movimientos. Estaba aparentemente calmo preparando todo, pero solo Dios sabía lo mucho que me contenía para no rebanarles el cuello una vez otra hasta verlos morir en mis manos, pero de nuevo, morir de un solo golpe sería un premio para ellos. Desplegué sobre la mesa una de las fundas que había traído,