Llegamos a una bodega a las afueras de la ciudad y Julen me hizo entrar con él, algo nuevo, puesto que siempre que había venido a este lugar había permanecido afuera, cuidando como el resto de sus hombres lo hacían. Eso significaba que me había ganado su confianza, aunque no podía fiarme de alguien tan desequilibrado como él. Veinte minutos después de que llegamos, arribó un hombre mayor, agitado y vistiendo un traje de policía que reconocí. No era nada más ni nada menos que el jefe de la estación, un sargento que llevaba años trabajando para "proteger" al pueblo. —Espero que me hayas hecho venir para algo importante. Estaba en una reunión con el ministro y el alcalde, ya sabes, algunas nuevas normas de seguridad que quieren implementar —explicó como si nada, dándole una vaga sonrisa a Julen—. Ahora sí, ¿qué sucede? ¿Por qué traes esa cara de velorio?—¿Algo importante que quieras contarme y no hayas tenido tiempo de decirme? —inquirió—. Ya sabes, algo como una operación secreta con
—¿Qué tienes para mí? Espero que hayas puesto de todo tu empeño —le dijo Julen al mismo policía de hacía dos días, el tal Nach. —Investigué todo y no hay ninguna investigación abierta, en proceso o próxima a tu familia. Esas personas que te atacaron deben ser enemigos, no policías ni mucho menos detectives —explicó, dejando en silencio a Julen—. Piénsalo, nadie es tan estúpido como para meterse con alguien de tu familia, eso sería ponerse en bandeja de plata. Pero nunca sobran los idiotas que creen poder derrocarlos para quedarse con todo lo que ustedes han logrado por muchos años. —Si no son de los tuyos, ¿quién mierda quiere vernos caer? —se quedó pensativo—. Lo peor de todo es que me dieron mi punto más débil. Blatz. —Señor —me acerqué a él de inmediato. —Redobla la seguridad. Los enemigos están cada vez más cerca de nosotros —dijo—. Debo encontrar a Amanda cuanto antes o esos malditos perros se atrevan a ponerle un dedo encima. Por más que investigara, nunca iba a encontrar
—¿Esa perra que está bien muerta? —se burló, aun sabiendo que tenía todas las de perder—. No hay venganza que valga la pena a algo tan insignificante... Perdí todo el control en cuestión de segundos. La furia contenida de años, el odio que se había sembrado en mi corazón y esos deseos de destrozarlo con mis propias manos me hicieron actuar por sí solo. El primer puñetazo lo mandó directo al suelo y la sangre salió a cantidades de su nariz, antes de que le siguiera una cadena de golpes que apenas lo dejaban tomar aire. Mis puños impactaban contra su cara con suma rapidez y fuerza, con tanta que a decir verdad no me importaba si le partía la nariz o le causaba un traumatismo a puro golpe. En ese momento solo podía pensar en acabarlo, destrozarlo, hacerlo pedazos así fuese a puñetazos. Me sentía extasiado al poder reventarle la cara como tanto lo había deseado, viendo su sangre correr, pero me era suficiente. Necesitaba destrozarlo hasta que no quedara nada de su asquerosa presencia. S
Los trajimos a una bodega abandonada y nuestros hombres se encargaron de amarrarlos en medio del gran espacio que había sido destinado para ellos, dejándolos colgando del tubo que atravesaba toda la estancia. Estaban completamente inmovilizados. El viejo Weiss no dejaba de quejarse por las heridas que había recibido, puesto que estaba botando sangre y nadie lo había atendido, pero no tanta como para morir a causa de eso. Sus lloriqueos eran simplemente irritantes. Madre e hijo estaban en completo silencio, no habían dicho ni una sola palabra, este último no quitándome la mirada de encima, algo que me tenía en alerta. Ellos eran calculadores y no podía bajar la guardia a pesar de que ya estaban bajo nuestro poder. Sabiendo cómo se habían mantenido por tanto tiempo siendo libres y caminando por la vida como si nada, no podía fiarme o quizá saldrían con alguna sorpresa y todo podría irse al carajo. —El jefe quiere a la vieja viva —dijo Bruno, parándose a mi lado y dándoles una mirada
Advertencia de contenido violento y sensible... ***Volví a la bodega con toda clase de herramientas y armas cortopunzantes, dispuesto a empezar y terminar con ese asunto que había alargado por años de una vez por todas. Mi hermana merecía su libertad y yo necesitaba hacer pedazos a esos tres seres despreciables para continuar con mi vida. Los tres estaban en silencio cuando entré, dándole miradas largas y profundas a Bruno que jugaba con un encendedor en sus manos, sabía muy bien, que calmando la rabia que lo dominaba en ese instante. Dejé todo en una mesa metálica y la arrastré hasta situarla cerca de ellos, quienes desviaron la vista hacia mí y no se perdieron ni uno solo de mis movimientos. Estaba aparentemente calmo preparando todo, pero solo Dios sabía lo mucho que me contenía para no rebanarles el cuello una vez otra hasta verlos morir en mis manos, pero de nuevo, morir de un solo golpe sería un premio para ellos. Desplegué sobre la mesa una de las fundas que había traído,
Advertencia de contenido violento y sensible...***Sin mucho tiempo a mi favor, le pedí a mis hombres que me trajeran todo lo que necesitaba para seguir con mi labor. La adrenalina corría por mis venas como un sentimiento corrosivo y caliente que, en lugar de ser dañino, era completamente placentero. Jamás había sentido unos deseos tan grandes de matar como hasta ese momento en el que, si bien no estaba bien hecho y eso lo tenía muy claro, no podía detenerme. Mi alma aclamaba venganza, no solo por mi hermana, también lo hacia por Amanda, por todas las personas que habían muerto sin compasión en sus manos, inclusive por mí, porque había padecido el infierno en la tierra al ser testigo de toda su maldad y no poder hacer nada. La impotencia siempre estuvo de mi lado, pero ahora no había nada que me detuviera, que me frenara a hacer lo que el corazón me dictaba verdaderamente. Y en ese preciso instante, donde mis manos estaban manchadas de sangre, solo pedía cada vez más por ese liquid
—Te aplaudiría si pudiera, pero tengo las manos atadas —escuché la voz de Julen y lo miré de reojo—. Qué manera tan interesante de hacer sufrir a un ser humano. A mí nunca se me hubiera ocurrido matar a mi madre de esa manera. ¿Por qué no lo piensas mejor y trabajas para mí, Baltz? ¿Ese es tu verdadero nombre? Supongo que no y eso es lo de menos. ¿Sabes? Tú y yo no somos tan diferentes. Buscas "hacer justicia" por la zorrita de tu hermana, pero mírate, comiendo fríamente de tu venganza y degustando su sabor con tanto placer y satisfacción —sonrió torcido—. ¿No es magnífico tener ese poder en el ser humano?Este tipo de verdad no tenía ningún tipo de empatía ni de sentimiento en su corazón. Aun viendo a su madre muerta era capaz de hablar y bromear como si nada, cuando pensé que iba a enloquecer al verla morir tan cruelmente, pero para él no resultó más que interesante.¿Acaso no le dolía ni un poco que la hubiese matado? ¿Realmente no sentía nada? Ella era su madre, la mujer que le di
—¿Explicaciones de qué? —rebatí, serio—. Te dejé muy en claro antes de todo que ninguno de ellos quedaría vivo siquiera para contarla. Te lo dije y, aún así, tomaste el riesgo. —Habíamos quedado en que dejarías a la vieja viva. ¿Ahora qué se supone que le diga a mis superiores? Les ofrecí la cabeza de alguno de esa familia y lo único que tengo son tres cuerpos que no me sirven para nada. —Ninguno se iba a salvar y tú lo sabías muy bien. ¿Crees que luego de todo lo que hicieron a mi hermana me iba a quedar como si nada sabiendo que iba a quedar uno de ellos vivo? —negué—. Sabes que si quedaban vivos era cuestión de tiempo para que movieran influencias y estuvieran libres por las calles. Lo mejor que le pudo pasar a este planeta fue que ellos murieran, créeme, escorias como ellos no merecían vivir un segundo más.Mi jefe me miró en completo silencio, tratando de entender mis palabras y la magnitud de ellas, quizá pensando que había perdido toda mi humanidad. Pero aún era muy humano a