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Capítulo 4: William Becket: Estoy en problemas …

William Becket:

"Estoy en problemas"

Capítulo 4:

Corro escaleras arriba, subiendo los escalones de dos en dos. Ni me molestaré en esperar el ascensor. Todo esto tiene que ser un malentendido.

Llego a la oficina de mi padre, su recepcionista intenta detenerme, pero yo sigo avanzando y abro la puerta de golpe. 

Mi padre, quien le sonreía al señor Jhong, cambia el gesto, me mira con disgusto y esa expresión suya que me indica que la he cagado.

Me sorprende encontrarme a mi madre hoy aquí. Se acerca a mí y sin esperármelo planta una sonora cachetada en mi mejilla izquierda.

¿A qué ha venido eso?

¿Qué está pasando?

- ¡Que sea la última vez que cometes una estupidez como esta! – exige mi madre con furia.

Janette Becket, más conocida como ¨La diva del drama¨, es mi madre. Fue actriz antes de conocer a mi padre. Protagonizó una novela siendo muy joven, la cual tuvo gran audiencia y le proporcionó fama a nivel mundial. Luego, tras conocer a mi padre, este decidió que una diva como ella no tenía necesidad de trabajar, por lo que se retiró del mundo del espectáculo. Sin embargo, ella continúa sintiéndose una diosa y goza del dinero suficiente para mantener a la prensa al tanto de sus caprichos y ansias de popularidad. En eso consiste su plan de vida, nunca se ha interesado realmente por este bufete ni por mí, por esa razón me sorprende grandemente hoy su presencia.

- No tenías que pegarme – le digo serio. Jamás en mi vida había levantado la mano contra mí, a pesar de que en muchas ocasiones la he decepcionado. – Ni siquiera entiendo a qué estupidez te refieres.

- ¿Ah no? ¿Encima eres tan poco hombre de no reconocerlo?

No permito que nadie me hable de esa manera. Cuando voy a responderle, mi padre interviene con voz autoritaria.

- Suficiente, Janette. Déjanos a solas.

Ella me dedica su peor mirada de furia, recoge su bolso y se marcha, cerrando la puerta tras ella. 

- ¿Alguien me puede explicar qué está pasando? – pregunto a los hombres que tengo al frente.

- Llegas tarde. Te plantas aquí como si te hubieran acabado de atropellar, ¿encima intentas aparentar inocencia y esconder lo que hiciste? – las palabras de mi padre no hacen más que exasperarme.

- ¿Me vas a decir de una puta vez qué coño es lo que supuestamente he hecho? 

- Si me disculpan, tengo un vuelo que tomar – interrumpe el chino en su acento pronunciado, poniéndose en pie y encaminándose a la salida sin apenas dirigirme la mirada.

¿Cómo? ¿Se va? ¿Y la reunión? 

- Pero, aún no le he explicado lo que deseamos de usted, señor Jhong – intento hacerle entrar en razón, aunque sigue ignorándome.

- Piense en lo que hablamos. En un par de día lo llamaré para saber su decisión. Le aseguro que no se arrepentirá. Confíe en mí que esto no se repetirá, se lo aseguro – mi padre le dice poniéndose en pie y acompañándolo a la salida. Ambos hombres continúan sin notar mi presencia.

Suspiro derrotado, me rindo. Esperaré a que Michael decida reprocharme eso que he hecho mal. Sea lo que sea, para él nunca nada de lo que hago es merecedor de un elogio o un agradecimiento, así que me espero cualquier cosa.

Camino hacia su minibar y me sirvo una copa de whisky. Me siento en la esquina de su mesa, mientras bebo del delicioso líquido ámbar. 

Un par de minutos después, Michael irrumpe en la oficina nuevamente. Rodea su escritorio y se sienta tras él. Alarga la mano y se comunica con su secretaria a través del teléfono de la mesa.

- Que nada ni nadie me interrumpa. Aplaza la reunión con el señor Filys para dentro de dos horas y tráigame los archivos que le pedí ordenados por orden alfabético.

- Sí señor – escucho la respuesta de su secretaria a través del altavoz.

¿Necesita los archivos ordenados por orden alfabético? Su excentricismo a veces me molesta. Solo son archivos que debe firmar, da igual el orden. Cuando yo sea el jefe cambiaré algunos aspectos que me parecen demasiado insignificantes y solo lo que hacen es entorpecer el trabajo. Hay demasiados puntos que me gustaría cambiar, sobre todo algunas gestiones que él hace que no me parecen las más adecuadas. 

Mi padre me indica con un dedo que tome asiento. Está bastante molesto, así que decido no llevarle la contraria por el momento. Dejo a un lado el vaso de whisky y centro mi atención en él.

- Respóndeme con sinceridad, William – comienza y yo asiento con una inclinación de cabeza. - ¿Realmente quieres pertenecer a la junta directiva de este bufete? 

Su pregunta me descoloca. Me permito pensar la respuesta durante unos instantes. 

Desde pequeño mi destino estaba escrito. Llegado el momento me convertiría en el dueño del bufete de abogados W&M Becket, siguiendo la tradición familiar. Sé que conlleva una gran responsabilidad, pero me he estado vinculando a este trabajo desde que tenía tan solo 12 años, aprendiendo hasta el más mínimo detalle, participando en juicios y reuniones, tomando apuntes e interesándome por los casos que mi padre atendía. Es lo que se supone que debe ser mi futuro y así lo he aceptado. 

Comencé a estudiar derecho desde muy joven, porque era lo que mis progenitores deseaban. Lo que un día comenzó como una obligación, se convirtió en algo que realmente amo. He estudiado y me he esforzado lo suficiente como para ser el mejor de mi promoción, por méritos propios, intentando no decepcionarlos en ningún momento. Mi objetivo siempre ha sido demostrarles que no se han equivocado conmigo, que puedo hacerlo, pero para ellos nunca nada es suficiente. En su mundo la perfección sí existe, y yo soy el ser más imperfecto de la faz de la tierra.

Convertirme en el dueño de este bufete conlleva mucho compromiso y sacrificio que estoy dispuesto a asumir. Entre ellos está su condición de mi padre de casarme y tener una vida estable a las puertas de la opinión de la prensa. La idea me desagrada por completo, pero si llegado el momento debo hacerlo, no me temblará la mano a la hora de firmar un acta de matrimonio. Al fin y al cabo, solo es un papel sin importancia.

Michael es un hombre mayor. Cuando yo llegué a su vida, él tenía 36 años. Ahora que está llegando a la senectud, necesita un sustituto que continúe con su legado, sin embargo, no confía en mí, a pesar de que le he demostrado en muchas ocasiones que puede hacerlo. Por mucho que me esfuerzo en hacerle ver qué puedo tomar las riendas del bufete, él me sigue viendo como un niño, que no me puedo valer por mí mismo. A veces, sentir que ni mis propios padres me estiman o me apoyan, hacen que me sienta frustrado menospreciado. 

- Sí, padre – le respondo mirándolo a los ojos como a él le gusta. – Realmente quiero esto.

- Entonces, si así es, ¿por qué te empeñas en arruinarlo todo?

- No creo haber hecho nada que lo arruine, padre. ¿Todo esto es porque he llegado un poco tarde? – le pregunto. 

Michael sabe que la puntualidad no es mi fuerte, es algo en lo que debo trabajar para solucionarlo, pero no creo que sea eso lo que lo tiene tan molesto.

- ¿Sabes todo lo que me costó conseguir que el señor Jhong aceptara viajar hasta aquí y apostar por nosotros? – asiento con la cabeza, desde luego que lo sé. Estuvimos varios meses intentando obtener una oportunidad, luego de que mi padre consiguiera contactar con él. - ¿Sabes lo importante que era para nosotros que él aceptara el negocio? – asiento nuevamente. – Entonces, ¿cómo se te ocurre mandarle un mensaje grosero cancelando la cita cuando ya prácticamente todo estaba hecho?

- ¿De qué hablas? Yo no he cancelado nada – digo a la defensiva, aunque ahora que lo recuerdo, Selina también lo mencionó en cuanto llegué.

- ¿Me estás llamando mentiroso?

- No. Solo intento decirte que no sé de qué me hablas. No recuerdo haber cancelado la reunión. De hecho, venía dispuesto a conseguir ese contrato.

- ¿No sabes? ¿No sabes que le has mandado anoche un mensaje al señor Jhong en el que rechazabas la inversión y te burlabas de su acento? 

- ¿¡Qué!? – exclamo alarmado.

Meto la mano en el bolsillo de mi pantalón buscando mi celular. Efectivamente, esas palabras son mías. 

Pienso en la noche anterior y todo es muy confuso. No logro recordar nada de lo que hice. 

- Quiero que recojas tus cosas. No pisarás más este bufete hasta que me demuestres que eres lo suficientemente capaz como para asumir una responsabilidad tan grande. De lo contrario, me olvidaré de que eres mi hijo y te buscaré un sustituto.

- ¡¿Qué?! Padre, por favor, no puedes hacerme esto. Cometí un error y lo lamento, pero no me aparte de aquí. Sé que puedo hacerlo, confíe en mí – me da igual suplicarle, no puedo permitir que me eche de este trabajo. Esta es mi vida, no puedo, ni quiero, renunciar a ella.

- ¿Tú te has visto, William? Arruinaste la reunión, llegaste una hora tarde, y ¿encima con esas pintas? – dice señalando el abrigo que tomé prestado. – ¿Alguna vez me has visto hacer el ridículo de esa forma? ¿Crees que algún cliente te tomaría en serio o contrataría tus servicios cuando ni siquiera tienes organizada tu vida personal? Eres irresponsable, inmaduro y te falta demasiado por aprender, no solo en el sentido laboral. Sé que tienes interés en el negocio, pero a veces eso no es suficiente.

Enmudezco, no tengo defensa porque sé que lo que dice es cierto. 

- La decisión está tomada, William. Cuando me demuestres que puedo volver a confiar en ti y que puedes ser de utilidad para esta empresa que tanto trabajo me ha dado mantener en pie, entonces valoraré la posibilidad de cederte mi puesto. Sabes que es importante el compromiso y la dedicación, pero hay muchos otros factores que te faltan. Ya es hora de que dejes de comportarte como un niño, debes sentar la cabeza, encontrar a una mujer, darme nietos y hacer que este bufete continúe con la tradición familiar. Si en un mes no veo algún cambio en ti, con todo mi pesar buscaré a alguien más a que me sustituya. De momento, sal de esta oficina y de mi bufete.

Se pone en pie, dando por finalizada la conversación. Sé que cuando Michael Becket toma una decisión, no hay vuelta atrás.

Camino hacia la puerta, pero antes de salir mi padre me llama.

- Demuéstrame que eres un Becket y que no nos hemos equivocado contigo.

Asiento y salgo al pasillo.

Debo ser de utilidad a este bufete y encontrar a una mujer con quien contraer matrimonio, pero ¿un mes?

¡Dios! Estoy en problemas.

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