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Bostezo, y se estiró a sus anchas, hasta que sintió unas piernas unidas a las suyas.

Era Barbara, estaba durmiendo plácidamente acurrucada a su pecho. ¿No esperaría a que ella se durmiera para luego dormir él en el sofá?, Solo basto estar al lado de ella para dormir largo y tendido, pero es que con ella era todo diferente.

Se levantó con cuidado de no despertarla, y se dió cuenta que una enfermera estaba monitoreando los signos de ella en la máquina.

—Buen día señor Adams.— dijo ella de forma coqueta.

—¿Como estan mi esposa?— le pregunto de manera tajante, le daba igual si queria coquetear con el, en su mente solo estaba saber de su esposa.

La enfermera se sintió apenada por el intento fallido de coquetear con él ¿En qué estaba pensando? Que estúpida se sentía.

—Esta estable, lo más seguro es que el doctor le de el alta en breve.

—Eso espero.

—Con su permiso.

Luego de que la enfermera saliera y cerrará la puerta tras ella, se dedicó a despertar a Barbara con besos repartidos en su rostro y cuello.

—Me gusta que me despiertes así.

—Pies así te despertaré todos los días. —le dijo el dandole un beso tierno en los labios.— ¿Cómo dormiste?

—De maravilla, tenía mi peluche personal a mi lado.

—Con que un peluche ¿Eh?.

—Pero uno muy tierno, y es solo mío.

—claro que si, yo seré tu peluche y tu eres mi barbie.—le dijo besándola tiernamente, sig el más mínimo ánimo de romper el beso, hasta que un carraspeó lo desconcentro de lo que estaban haciendo, y gracias al cielo porque eran capaces de olvidarse que estaban en el hospital y harían el amor ahí mismo.— Doctor, dígame que ya mi esposa ya puede ir a casa.

Le pregunto Eros al ver al doctor con una carpeta en las manos.

—Si ya puede ir a casa, señora Adams— está vez se dirigió a Barbara, y está no pudo evitar sentir un revoloteo en el estómago, no era como dicen por ahí de las típicas mariposas, no, ella sintió un enjambre de abejas en su estómago, Señora Adams.  Le gustaba como sonaba.—no puede volver a tener emociones fuertes o tendrá otra recaída y está vez será peor, su corazón está débil, se va a sentir más cansada, se le va a dificultar respirar, le dolerá el pecho, así que le recetare unos medicamentos para que le ayuden a mejorar su calidad de vida hasta que se le haga la cirugía.

—¿Cirugía? ¿cuál cirugía?

—Emm. Disculpe doctor no he hablado con mi esposa todavía. Pero cuando todo esté hablado volveremos en una consulta.

—Bien, pero no sé demoren en hablarlo, su corazón está trabajando a un sesenta porciento. Que pasen buen día.

El doctor salió de la habitación dejándolos con un silencio pesado.

Enterarse de que su corazón no estaba funcionando como era debido le preocupaba y a él también, no quería perder a su esposa, la mujer que había escogido para él, no lo permitiría, había aceptado que estaba enamorado de ella, no podía perderla. No lo aceptaba, haría todo lo posible por ayudarla y la llevaría a los mejores cardiólogos de la ciudad, de país o de otro país si era necesario.

El llanto de Barbara lo sacaron de sus propios pensamientos.

—¿Porque lloras preciosa?

—Y.yo Lo Si.siento—se sobrio la nariz y respiró profundo para calmarse. — No me.mereces a una mujer enferma con.como yo a tu lado. No estás obligado a estar conmi...

—¿Pero que dices? No te voy a dejar sola en estos momentos, eres mi esposa, y aunque en el altar no te he dicho que estaré contigo en las buenas y en las malas, te lo diré ahora, voy a estar contigo en las buenas y las malas, en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte nos separe. Te amo Barbara, y no voy a perderte ahora que encontré a la mujer que quiero en mi vida.

Ella lloraba a moco tendido, lo que el le decía no hacía más que emocionarla y enamorarla más, después de todo lo que había vivido había encontrado a un hombre que si la amaba, respetaba y la cuidaba.

Estaba agradecida por eso.

—No se que hice para merecerte— sirvió su nariz nuevamente— también te amo señor Adams.

—Ay mi Barbie— le dijo dándole un abrazo — voy hacer todo lo que esté en mis manos por ayudarte, te verán los mejores cardiólogos de la ciudad, del país o del mundo si es necesario, pero de que estarás bien, estarás bien.

—Gra.gracias.— dijo ella en el pecho de él — Iug, te llene de mocos la ropa.

—Eres una mocosa, mi mocosa. — le dió un beso en la frente y busco un pañuelo que tenía en su saco y se lo dió para que se sonará la nariz.

—Esto ya no sirve, te lo pagaré lo prometo— dijo ella apenada viendo en la magnitud que lleno el pobre pañuelo ¿De dónde le salió tanto moco? Era asqueroso.

—No te preocupes tengo más de esos en casa, y no necesito que pagues nada, son cosas materiales, amor.

—Pero... Te lo arruine.

—Te dije que no importa, ahora vamos a casa necesitas descansar.

—¿Que? No, tienes trabajo en la empresa que hacer y tengo que ayud...— ella hablaba mientras se ponía de pie y acomodaba su cabello.

—no nada de eso, te quedarás en casa y no se dirá más. Toma, mandé a comprar un vestido para que te lo colocarás al salir, imaginé que no querrías irte con la misma ropa que llegastes.

Le entrego una bolsita con el nombre de una marca reconocida y por poco le saltan los ojos de la cara a Barbara.

—Por Dios esto a a de ser carisimo, no, no puedo aceptarlo. Mejor me voy con lo que vine, devuelve eso.

— Déjate de tonterías y póntelo, lo pedí exclusivamente para tí, se que se te verá hermoso.

— Pero... Pero... — no sabía que decir mientras lo sacaba de la bolsa— es precioso — esto último londojo en un susurro.

—¿Te gusta?

—Si, es precioso, pero no lo usaré, por amor al cielo esto te tuvo que haber costato una fortuna.

—El dinero se hiso para gastarlo y no hay mejor manera de gastarlo que contigo. He trabajado por años, como un animal en la empresa y ahora es que me voy a dar el gusto de gastar dinero en lo que quiero. Así que póntelo, quiero ver cómo se te ve, en  ese sexy cuerpo de Barbie que tienes.

Ya estaba acostumbrándose a que el le dijera Barbie, y en cierto modo le gustaba, pero lo que también le gustaba era ese hermoso vertido rojo que le quedaba espectacular, encajes en las mangas, un delicado cinturón dorado, sus pechos se le totaban pero no con descaroy y no era tan corto, le llegaba al mucho tres dedos sobre las rodillas, le gustaba mucho como se veía, se sentía... Sexy.

—Te vez... Hermosa, definitivamente el rojo te queda perfecto.

—Gracias, realmente es hermoso— se acercó a él y le dió un suave beso.

—Vamos a casa, señora Adams.

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