Deanne
Había entrado en pánico con la llamada de Montserrat. Lo primero que vino a mi mente fue venir a casa de los padres de Connor. Quizás después de tranquilizarme y poner en orden mi cabeza, decida algo.
Connor había hablado con Alan, ahora era una persona importante dentro de la policía, le había dicho que mantuviéramos la calma, que mandarían un carro para cuidar la casa, cierro los ojos e intento masajear el horrible dolor de cabeza que tengo, el restaurante estaba en cenizas, mi casa ya no era segura, ¿Por qué me siento tan así? Como si en cualquier momento ella haría algo en contra de nosotros. Miro a Maiara dormida plácidamente en la cama, la madre de Connor nos instaló en la habitación de huéspedes. Miro hacia la entrada y seguía Connor con el celular al oído, luego de uno
Deanne Había visto el brillo gris en aquellos ojos, mi corazón se agita frenéticamente por sus palabras, la forma en que lo ha dicho me hace que la piel se me ponga de gallina. Siento como mi garganta se seca en un instante. —Connor—advierto sutilmente pero él niega. —Solo digo que es nuestra habitación, sé qué llevará tiempo ganar de nuevo tu corazón…—Connor se acerca un poco más a mí, atrapa mi mano y posa sus labios contra mi palma. Trago saliva. Mi mirada se plasma en la suya. Tiemblo. Las palabras se esfuman. Deja un segundo beso, pero se retira lentamente sin dejar mi mirada.
Connor Deanne se ha llevado a Maiara a dormir a su habitación, no espero verla hasta por la mañana. Doy un segundo sorbo a mi vaso de licor, lo disfruto por unos momentos más antes de retirarme a la habitación a descansar. Me pierdo en mis pensamientos, imaginando una vida si no hubiese ocurrido mi metida de pata de hace cinco años atrás, cierro los ojos y niego, me enfurece el solo recordar cómo me he portado, tiene mucha razón Deanne, lo sé, pero… ¿No merecemos una segunda oportunidad? He intentado mantener mi distancia con la nueva situación. No quiero abrumarla con mis sentimientos, primero lo primero, la seguridad de ellas. —Pensé que estarías en tu habitación—escucho la voz de Deanne a mi espalda. Me vuelvo un poco hacia ella, estoy en la sal
Deanne Estoy sentada en el sillón que adorna la gran habitación, desde aquí observo detenidamente desde hace horas…dormir a Connor. Habíamos hecho el amor por horas hasta que el cielo empezó a aclararse, se había quedado plácidamente dormido, en estos momentos estaba boca abajo con el trasero desnudo, su cuerpo y el mío se reconocieron como no tenía idea, lo que había pasado hace días atrás en su oficina, había despertado mi cuerpo, hasta hoy lo había notado, la conexión que teníamos ambos a pesar de tener cinco años separados, seguía ahí… Intacta. Me cubro mi cuerpo desnudo con la sábana de seda, mi cabello revuelto cae por mis hombros pálidos. — ¿Te gusta lo
Deanne Connor había salido de la casa a temprana hora, nos habíamos puesto de acuerdo en vernos para la cena en casa de sus padres y así regresar los tres juntos. Había casi suplicado a Marco que me dejaran conducir, necesitaba tener aunque sea por unos momentos mi autonomía. Maiara viaja atrás en su silla, el nuevo guardaespaldas está a mi lado en el asiento del copiloto y un auto nos sigue a cierta distancia con los dos guardaespaldas nuevos. Estaciono frente al edificio donde está el consultorio de Roger Griffin, Maiara al reconocer el lugar aplaude. El hombre de seguridad a mi lado me avisa que puedo bajar cuando le informan los del auto de atrás que está revisado el lugar. Estoy a punto de poner los ojos en blanco, pero sé que es por seguridad. —Listo, bajemos. —baj
Deanne Connor no había llegado a la hora acordada para cenar con sus padres, su asistente, Jenn, había llamado para a avisar que llegaría tarde, que nos veríamos en casa. Algo en el centro de mi estómago crece, no sé qué pueda ser, ¿Quizás está pasando algo y Connor no nos quiere decir? ¿Cómo saber? Ya muchas cosas se habían guardado como para que de nuevo regresaran las verdades a medias. — ¿Todo bien, Deanne? —pregunta Madeleine del otro extremo de la mesa, estamos en la parte del postre, Maiara estaba feliz comiendo gelatina, Ellen habla de algo que no he puesto atención y por ello Madeleine pregunta al verme distraída en mis propios pensamientos. —Sí, todo bien…—intento sonar tranquila pero es todo lo contrario.
Deanne Mis manos siguen apretando el volante con tanta fuerza que duele, sigo manejando sin mirar atrás, esquivando carros, Maiara se ha despertado y está llorando, intento controlar el volante. Las lágrimas siguen cayendo, el sabor amargo del miedo sigue en mi boca, tiemblo, temo por nuestras vidas, lo único que pienso en este momento es llegar a un lugar seguro, llamar a Connor, rogar por que llegue a nosotras. — ¡Mamá! ¡Mamá! es muy rápido—chilla Maiara agitando su oso de felpa. Llego a un semáforo y lo primero que hago es mirar por el retrovisor para confirmar que no nos siguen, con la mano temblorosabuscando en el interior de mi bolsa y mirando a mi hija por el espejo intento tranquilizarla. —Mami ya no va a manejar ráp...—detengo las palabras cuando veo
Connor Estoy escuchando al jefe del departamento de marketing, lanzo una mirada a mi reloj, ya son más de las siete de la noche, tuerzo los labios, lo único que quiero en este momento es ver a Maiara y a Didi. Este tiempo que llevamos juntos, viviendo bajo el mismo techo, había sido diferente, aunque aún ella y yo estemos en un nuevo terreno que solamente podemos interactuar por nuestra hija, al final estamos juntos, quizás en un futuro aún haya un "nosotros". Recuerdo que Jenn tiene mi celular cargando, ahora mi atención vuelve al hombre de corbata y anteojos mientras explica las gráficas.Tocan la puerta y Jenn, que está sentada a un lado de la puerta tomando nota, detiene lo que hace yla abre, Marco entra y mi atención se desvía hacia él, está pálido, entonces me alerto, levanto la mano para que el de marketing se
Deanne De nuevo siento el dolor por todo mi cuerpo, mis parpados están cansados, siento el ardor en mi cara, muevo mis dedos poco a poco y abro finalmente con dolor mis ojos. Es la misma habitación, intento levantarme para buscar a Maiara, el miedo de que le haya pasado es grande que me levanto con dolor y quejidos, intento abrir la puerta pero esta con seguro. Grito, golpeo la puerta con mi mano, grito por mi hija, sigo gritando por minutos, por horas, hasta que caigo al suelo, lloro desconsoladamente, lloro gritando el nombre de Maiara, me limpio los ojos con brusquedad, con desesperación, con impotencia. Ya no hay luz, ya está todo oscuro, pongo mi oreja contra el suelo e intento mirar la pequeña luz que sale por debajo de la puerta. — ¡Ayuda! —suplico con dolor. — ¡Ayuda, por favor! ¡Regrésenme a mi hija! —v