Aunque no lo quisiera Adelina tuvo una sonrisa en su rostro desde que comenzó a seguirlo hasta que abrió la puerta para ella en su despacho. Escondió la cara de satisfacción y solo agradeció en voz baja..__ No me tienes que recordar que esto es una boda que nada tiene que ver con afecto entre los dos, pero sí dejé claro que quiero algo memorable. - reiteró sentándose en la silla frente al escritorio. - Y te puedes enojar si quieres, pero amo los días lluviosos. Por eso decidí que quiero rociadores ese día. __ Eres una insistente de lo peor.__ Decidiste atenderme, ahora te aguantas. - reiteró.__ ¿Porqué debería ceder a tus caprichos?__ No tienes que ceder a nada. Solo te estoy avisando que se hará así. - recalcó apartando la mirada cuando él la detalló con la ceja alzada. - Tú obtendrás un beneficio de esto, yo tengo derecho a pedir que se haga a mi gusto y quiero salir mojada de mi boda. Braulio giró su cuello casi de inmediato, por su mente pasaron muchas cosas más, mientras A
La noche cayó y ambos dejaron de percibir las gotas de lluvia en el auto. Braulio jamás era de quedarse dormido en un vehículo, pero la comodidad era tal que no le importó. Ella se veía muy tranquila y para nada mal ubicada en sus brazos. Cerró los ojos una vez más e inhaló el aroma de su cabello, sin moverse más que para verla a través del reflejo del espejo. Era un mujer hermosa. Sus pestañas pobladas eran un deleite al verlas moverse cuando la tenía de frente y sus jodidos labios, quería probarlos una vez más. No se privó de ellos, con sutilidad la hizo hacia su hombro para tomarlos. Sintiendo como al solo corresponderle, aceleró su pulso. No solo eran suaves, sino un manjar que convertía cualquier día uno perfecto para besarlos. Ella le dedicó una mirada cautivante y satisfecha, diciendo con cada pestañeo lo que pensaba. No quería decir algo y arruinarlo. Un sabio sabia cuando era mejor hacer algo en silencio. Siempre seguía esa regla. Por lo que solo la ayudó a vestirse y dep
Braulio pellizcó el puente de su nariz, bufó con cansancio y movió la cabeza, sin entender como era posible que alguien pensara una estupidez tan grande sin tanto esfuerzo, aunque viniendo de Zenaida eso no era de admirar. Tomó sus llaves y pasó a su lado, caminó a la salida. __ Braulio, deja de ignorarme y de idiotizarte de esa...yo era importante para tí. Jamás me trastaste tan...__ Zenaida, es el pasado a lo que te aferras. Madura y acepta que no vuelves por que extrañas lo que éramos, sino lo que sentías al tener eso de mí. - se detuvo por un momento. - No me quieres. Yo no te quiero. __ Tampoco la quieres a ella. No puedes sentir amor repentinamente. - lo tomó del brazo. - Por mi puedes volver a hacerlo porque nos conocemos, nos hemos visto en nuestros peores momentos. Sé que te gusta, sé como calmarte, sé tu gusto por estar solo cuando estás mal. - acarició su mejilla. - Sé todo de tí. __ No sabes nada de mí. - manifestó Braulio quitandole la mano. - Viste lo que yo te most
Adelina sabía quienes eran, no había duda cuando tenían esa misma mirada que él. Salvo que Lena era quien se diferenciaba del color en sus ojos, pero ambos se veían con ese carácter que nadie se atrevía a dirigir la mirada. Walter se puso a la defensiva, viendo solo en dirección de su hermana, pues estaba al tanto de que ellos lo culpaban de la muerte de su hijo, que aún siendo una mentira, tenía claro que podían hacer algo para afectarlos. __ No vengo con intención de nada más que acompañar a mi hijo en este día importante. - dijo Harland con los ojos fijos en Braulio, el cual sin soltar a Adelina optó por ir con ellos.No pensó en verlos ese día. Pero las sorpresas de su padre jamás dejarían de llegar, reiterando el lema de que un Crown jamás estaría solo, pese a percibirse de esa manera. __ Sé como son las cosas. - declaró Lena para la recién pareja. - Pero eres una Crown ahora, así que, ¿puedo abrazarte? __ Supongo que sí. - contestó Adelina mostrándose colaborativa con la rel
Amoldarse al otro fue cuestión de poco tiempo, por más que se repitieran que las cosas no tenían tanta relevancia en sus vidas, las miradas, los acercamientos y las excusas para ver al otro, delataron su deseo de estar siempre juntos. Aunque el acuerdo inicial fue no vivir juntos, la casa de Braulio se sintió solitaria y Adelina sintió irremediablemente que en donde estaba no era su lugar. Cada día buscaba el rostro de su esposo y cuando lo veía, por fin dejaba de sentir que algo faltaba. Las cenas, las reuniones y todo en lo que pudiera estar presente, era de su interés. Quería verlo, por muy absurdo que se viera, había una necesidad extrema a querer tenerlo lo más cerca posible, escuchar como sus latidos se aceleraban de nuevo, sentirlo una vez más, como en su boda y las horas posteriores al evento. Pero al estar en la mesa, con una cena recién cocinada, debía disimular que el hombre que la veía a cada nada o de reojo, la ponía nerviosa.Se sintió ridícula, pero no podían culparl
Desde la perspectiva de Adelina se había visto muy tonta, por sucumbir a un desafío de alguien que no debería haber importado. Pues Zenaida no era más que una desconocida para ella, pero no podía controlar lo que ocurría cada vez que intentaba tocar a Braulio, como fue la ocasión.Su sangre hervía cuando eso pasaba, su mente no funcionaba como era necesario y sus acciones se basaban en su mentalidad nada coherente. Mudarse con Braulio, que tontería más grande. ¿Como se le ocurrió decir algo como eso? Se reprochó su actuar, se enojó con ella misma por haber dicho algo que nada de cierto podía tener, lo peor es que sintió la necesidad de disculparse y no sabía por dónde comenzar. __ Deja descansar esa mente tuya. - Braulio supo que se torturaba con algo, siempre que se veía con esa arruga en su nariz era porque tenía un tema inconcluso en su cabeza. - Lo que sea, solo suéltalo. El mundo no se acaba acabará si lo compartes. __ Es por lo que dije. - mencionó apenada. - Lo de mudarme,
Quien viera al congresista Buster jamás imaginaría lo que podía llegar a ser. Él no desataba dolor, sino tempestad. Su nombre no representaba la paz como tanto se pregonó sino todo lo contrario. Nadie que quisiera exponerlo salió con vida, ninguno que intentó alzar la voz pudo hacerlo, moría él o parte de su familia. Era el mismo demonio vestido en traje pulcro y sonrisas cálidas. Muchos lo adoraban, otros se preguntaban como logró estar tantos años en su cargo, pero quien intentó quitarle el poder, no pudo enviar ni siquiera la carta para la votación en conjunto. Se enteraba de todo, siempre. Por ello había enviado por quien le sería de ayuda en lo que tenía pensado, quedándose solo en el restaurante en cuanto todos se marcharon. __ Agradezco que haya aceptado esta reunión, señorita Greenback. - extendió su mano con amabilidad, depositando un beso en el dorso de su mano. - Sé que su vida es muy ocupada, pero necesitaba hablar con usted y hacer mi propuesta. __ Siempre recibo in
Despertar en los brazos de su esposo no fue como lo pensó antes. Se dijo que lo odiaría siempre, tal como lo hizo al inicio, pero no sucedió. Lo conoció, hurgó más profundo, cortó lo que le dio paso a ver el fondo de su alma y aún estando llena de remiendos y heridas, espinas y bombas atómicas capaz de destruir con solo tocarla, le resultó ser lo más hermosa ante sus ojos. Desayunó en sus brazos, entre risas y con miles de cosas que debía atender, pero no quiso desaprovechar los minutos que le quedaban. Quería disfrutar de cada segundo. Tal vez en un acto egoísta o en una decisión desesperada por verse siendo la única que se llevaba su atención, aunque no era necesario porque así el mundo estuviera en aprietos, ella siempre sería el centro de su interés. Estando en la mesa uno de los hombres se acercó, con cautela de no interrumpir algo que lo hiciera perder la cabeza por intromisión.__ Lo que dijo, acaba de llegar. - dijo cuando se a aseguró de que no interrumpía nada. Braulio