Desde su infancia, Max Miller y Ana Williams han compartido una amistad inquebrantable. Pero un giro inesperado cambia todo: en medio de una fiesta, Ana se atreve a sellar un momento con un apasionado beso a Max, aunque el influjo del alcohol hace que él responda de manera ambivalente. A pesar del fuego de aquel beso, Max se empeña en mantener su relación con Ana en la zona de la amistad, distanciándose gradualmente y partiendo el corazón de ambos. Ana no aguanta más el dolor desgarrador de estar cerca de él, viéndolo salir con otras mientras ella aún lo ama, así que decide irse y enfocarse en ella. El tiempo avanza y Max florece en un exitoso abogado: atractivo, adinerado y famoso, un hombre que encanta a todas las mujeres. Pero tras su fachada triunfante, su corazón anhela algo más profundo. Día tras día, visita el hogar de los padres de Ana, esperando el regreso de Francia de su antigua amiga. Finalmente, su espera llega a su fin y Ana emerge ante él, emanando un aire de desdén y una mirada sin emociones. Max la observa con anhelo, contemplando cómo aquella amiga de toda la vida se ha convertido en una mujer de inmenso poder. ¿Será posible que Ana encuentre en su corazón la capacidad de amar a Max nuevamente? ¿Podrá perdonar y volver a empezar… pero esta vez a su lado? ¿Max conseguirá que Ana acepte su propuesta de matrimonio falso por contrato con la excusa de cobrar su herencia? ¿Logrará conquistarla o tendrá que vivir con su recuerdo por el resto de su vida?
Leer másAna quería odiarla. Lo intentaba con todas sus fuerzas, pero cuando vio aquel ataque en el ojo izquierdo de Noelia, en lugar de sentir odio, la invadió una extraña sensación de vergüenza ajena. La mujer parecía un gusano en un anzuelo, revolviéndose sin rumbo mientras intentaba parecer imponente. —Parece que enloqueciste… —la escuchó murmurar y Ana apretó los dientes en lo que disimulaba una sonrisa forzada.—¡¿Yo?, pero si fue usted quien enloqueció al meterse en el disfraz que lleva! —repitió Ana con sorna—. ¿Tanto le cuesta medir limites?Ana casi pudo escuchar cómo la mandíbula de Max caía al suelo cuando el sonido del tacón de Noelia golpeando el suelo resonó en la habitación. Ana estaba prácticamente mandando directamente al demonio el contrato, lo cual iba en contra de lo que le había comentado y el solo hecho de responderle cualquier cosa a Noelia era motivo de desastre, pero su primer impulso de meterse también había sido el último porque frente a él había dos fieras a punto
Si alguien le hubiera advertido a Max que el lado despiadado y cruel de Ana iba a retorcerle el corazón con un nudo doloroso, quizás habría pensado dos veces antes de llevar a cabo aquel movimiento del que se arrepentiría al instante en que escuchara su respuesta.—Ana… te juro que no es lo que…—No necesitas molestarte en darme explicaciones —respondió ella pasando de largo junto a Max y Noelia. Sacó un labial rojo de su bolso y lo aplicó con precisión sobre sus labios, frente a uno de los espejos cercanos—. Lo que hagas con tu desfile de iguanas me resulta completamente irrelevante, pero el contrato es un punto y aparte en esta historia.Max apretó los labios y encajo su desinterés por él en el rincón más alejado de su corazón con la esperanza de que no doliera con la misma intensidad que le estaba doliendo.Esperaba qu
Mientras ingresaban juntos a la fiesta, Ana sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Ni siquiera entendía cómo es que Ángel se había enterado de donde estaba si ella nunca le había contado nada al respecto.—¡Señor... y señora...! ¡Señores Miller! —exclamó un joven ansioso estrechando la mano de cada uno apenas acercarse—. ¡Bienvenidos! Mis jefes llegarán en pocos minutos, me pidieron que los invitara a tomar asiento, no deben tardar.Ana y Max asintieron con una sonrisa y efectivamente, cinco minutos después, una mujer elegante y hermosa llegó del brazo de un caballero de aspecto muy mayor.—Lamentamos tanto la tardanza —se disculpó ella y alargo la mano hasta ellos—. Soy Noelia y este es mi esposo, Mark.El anciano alargó también la mano y después de que Max y Ana estrecharon la de ambos, este no perdió tiempo en abrir la silla de su esposa.—¡Ya saben cómo son los niños de insistentes cuando no les das lo que quieren! —añadió con una sonrisa—. Pero no perdamos más tiempo, com
Max quería ahorcarlo allí mismo por aquellas palabras. Solo verlo traía a su mente aquella noche que le hacía hervir la sangre, la noche en que Fer sentaba en su regazo a un niño de unos 12 años y dejaba sobre la mesa un documento con casi la misma cantidad de hojas que había firmado hace un momento. —Gana un contrato que me dé una jugosa suma y a cambio tendrás a tu hijo —le había dicho esa noche a Max mientras él se quedaba viendo el parecido que tenía con Ana y la similitud entre sus ojos azules. —¿Mi… hijo? ¿De qué hablas, amigo? ¿Tan pronto te hizo efecto el vino? —soltó con una risa sonora, pero Fer ni siquiera mostró una sonrisa—. No creí que fueras tan gracioso… —Y no lo soy… —sentenció el hombre borrando la sonrisa de Max—. Veras, mi amigo, parece que necesitas un recordatorio de lo muy importante que es esta relación entre empresas —siseó mientras jugueteaba con un bolígrafo entre sus dedos y mantenía su mirada fija en Max y él en el pecho del anciano de donde el niño se
Al día siguiente, cuando Ana se vio en el espejo solo pudo alabarse. Realmente se había convertido en una mujer muy hermosa y aquella moñeta a medio recoger junto con el conjunto deportivo sencillo, lo certificaban. —Es hora de ayudar a los que si me necesitan —se dijo a sí misma y corrió a robarse las llaves del auto de su padre. Como diseñadora de moda, rara vez encontraba tiempo para actividades fuera de su agitada vida laboral. Es por eso que en cuanto su jefe la invito a monitorear el trabajo de un grupo de voluntarios que estaban trabajando en la limpieza y embellecimiento de un parque local ella acepto casi inmediatamente. Nada más llegar, paseó por los caminos empedrados disfrutando del aire libre mientras subía por unas escaleras que parecían llegar al cielo. No había terminado de admirar el paisaje cuando Fer Smith ya estaba gritando su nombre a todo pulmón. —¡Mi querida Ana! —exclamó el viejo levantándose para estrecharla entre sus brazos. —Señor Smith, qué gusto me da
Desde que Max Miller y Ana Williams compartieron su primer caramelo en el parque del vecindario cuando eran apenas niños, una amistad inquebrantable comenzó a florecer. Los años pasaron y sus vidas se entrelazaron de manera inimaginable, creando recuerdos y vínculos que parecían invulnerables. Pero como suele ocurrir en las historias de la vida real, la línea entre la amistad y algo más comenzó a tambalearse.Fue en una fiesta de verano, bajo la luz de las estrellas y la música enérgica que resonaba en el aire, cuando todo cambió. Ana, con sus ojos llenos de determinación y el corazón latiendo con fuerza, se atrevió a dar un paso audaz. Un beso apasionado, cargado de sentimientos que habían estado ocultos durante demasiado tiempo, selló aquel momento de manera irreversible. Pero como si el destino quisiera probarlos, el influjo del alcohol dejó a Max atrapado en una encrucijada emocional. Un beso devuelto con ambivalencia, una tormenta de sentimientos internos que amenazaban con ar