Los gritos de Allison resonaban por toda la mansión, desgarrados y agudos, alertando a todos los que estaban en la casa.Las pisadas apresuradas resonaron en las escaleras y, en cuestión de segundos, la puerta del cuarto se abrió de golpe.Leonardo entró primero, con el ceño fruncido, su mirada recorriendo el desastre en la habitación. Miguel y su madre no tardaron en aparecer detrás de él, sus expresiones reflejaban una mezcla de confusión y preocupación.—¡Allison! —exclamó la señora Sinisterra corriendo hacia su hija, quien estaba en el suelo con la respiración entrecortada y las mejillas rojas de furia—. ¿Qué pasó? ¿Por qué estabas gritando así?Miguel se arrodilló junto a su hermana, examinándola con una mezcla de alarma e indignación.—¿Te hizo algo? —preguntó con dureza, mirando en dirección a Alanna con la mandíbula tensa.Leonardo se mantenía en la entrada, sus ojos afilados recorriendo la escena con cautela. Solo entonces notó a Alanna.Estaba de pie, rígida, con la mirada p
Leonardo frunció el ceño cuando vio a Allison sollozar en los brazos de su madre, con una mano sobre su mejilla enrojecida. Miguel, a su lado, la miraba con furia contenida, como si estuviera listo para atacar en cualquier momento.—No sé por qué está haciendo esto… —gimió Allison, con la voz entrecortada—. Entró furiosa diciendo que le devolviera un perfume… ¡Un perfume, mamá! Y cuando le dije que yo no tenía nada suyo, empezó a revolver todo, a tirar mis cosas, y de repente… de repente me golpeó y me lanzó al suelo.Su madre la abrazó con fuerza, horrorizada.—¡Dios mío, Allison! ¿Estás bien? ¿Te hizo daño?Miguel dio un paso adelante, fulminando a Alanna con la mirada.—¡Estás completamente loca! —espetó, su voz llena de desprecio—. ¿Cómo te atreves a ponerle una mano encima?Alanna respiró hondo, aún sintiendo la adrenalina en sus venas, pero su mente ya había vuelto al presente. Enderezó los hombros y clavó su mirada en Allison, que la observaba con falsa inocencia.—Eso es menti
El silencio en la habitación era espeso, sofocante.Alanna aún respiraba con dificultad, con los puños cerrados a los costados, mientras Miguel se mantenía rígido, observando a Leonardo con evidente molestia. Allison, en cambio, trataba de recomponerse, limpiándose con delicadeza unas lágrimas falsas mientras su madre la abrazaba protectora.Pero Leonardo no estaba dispuesto a dejarlo pasar.Con pasos lentos y calculados, se acercó a Allison, mirándola fijamente.—Dime la verdad, Allison —su voz fue grave, contenida, pero con una amenaza latente en cada palabra—. ¿Tomaste algo de Alanna?Allison levantó la barbilla con fingida dignidad.—¡Por supuesto que no! No sé por qué me acusan de algo tan absurdo.—No te estoy preguntando si crees que es absurdo —Leonardo inclinó la cabeza apenas, su mirada afilada como una navaja—. Te estoy preguntando si tomaste algo..—Voy a preguntar una sola vez más —su voz resonó con autoridad, helada como una daga afilada—. ¿Tomaste algo de Alanna?Alliso
El auto avanzaba en medio del silencio, iluminado solo por las luces intermitentes de la ciudad. Dentro, Alanna sostenía el collar entre sus manos, con una mezcla de alivio y cansancio reflejada en su rostro. El peso que había llevado durante todo el día parecía desvanecerse poco a poco, y su estado de ánimo mejoraba notablemente, como si una carga pesada hubiera sido levantada de sus hombros. El simple hecho de tener el collar de vuelta le devolvía la tranquilidad.Leonardo conducía con la mirada fija en la carretera, sus manos firmes en el volante, pero de vez en cuando la observaba de reojo. Alanna, sintiendo el calor de su mirada, decidió romper el silencio.—Gracias, Leonardo. De verdad… gracias por ayudarme a encontrarlo.Leonardo no respondió de inmediato. Su expresión permaneció neutra, pero su agarre en el volante se relajó un poco.—No tenías que hacerlo —continuó Alanna, jugando con el colgante entre sus dedos—. Pudiste haberte ido, ignorar todo esto… pero te quedaste y me
El sol apenas comenzaba a filtrarse por las gruesas cortinas de la habitación cuando Leonardo abrió los ojos. No había dormido bien. La inquietud lo había mantenido despierto durante gran parte de la noche, y ahora, con la luz del día iluminando el rostro sereno de Alanna, supo que no podía seguir callando.Se incorporó en la cama con movimientos lentos, sin apartar la vista de ella. Alanna dormía de lado, con el collar aún sobre la mesita de noche, como si no pudiera alejarse de él. Ese maldito collar.Con un suspiro profundo, Leonardo estiró el brazo y deslizó los dedos sobre la joya. Su peso, su diseño… No era cualquier accesorio barato. Lo sostuvo por un instante antes de soltarlo y fijar su mirada en la mujer que tenía a su lado.—Alanna —su voz fue grave, con un tono de autoridad que no admitía evasivas.Ella se removió ligeramente, frunciendo el ceño antes de abrir los ojos con pereza. Parpadeó un par de veces antes de enfocarlo.—¿Qué pasa? —preguntó con voz ronca por el sueño
La luz del amanecer se filtraba suavemente por las cortinas de la habitación, iluminando los rasgos serenos de Alanna mientras permanecía acostada junto a Leonardo. Él, con la mirada fija en el techo, exhaló un suspiro antes de finalmente romper el silencio.—Alexa… —murmuró, con un tono más pensativo que sentimental—. Ella fue la prometida que mis padres escogieron para mí antes de morir.Alanna se mantuvo en calma, pero la mención del nombre hizo que sus dedos se crisparan levemente sobre las sábanas.—¿Y qué pasó con ella? —preguntó, fingiendo desinterés mientras su corazón martillaba en su pecho.Leonardo no la miró. Sus ojos seguían perdidos en el techo, como si estuviera reviviendo un pasado que nunca terminó de enterrar.—Cuando mis padres murieron, todo cambió —su voz sonó más grave—. Me alejé de todos, de la empresa, de la sociedad… de ella. Entré en una etapa oscura, donde nada me importaba. Alexa intentó quedarse, pero al final, decidió irse al extranjero a continuar sus es
Leonardo nunca había sido un hombre que saliera sin una razón específica. No disfrutaba de reuniones innecesarias ni de conversaciones superficiales. Sin embargo, esa noche sintió la necesidad de despejarse.Desde que Alanna había vuelto a levantar esa muralla entre ellos, algo dentro de él se sentía inquieto, como si le faltara el control sobre una situación que no terminaba de comprender. No estaba acostumbrado a sentirse así, y eso lo irritaba más de lo que quería admitir.Fue por eso que, en lugar de quedarse en la mansión dándole vueltas al asunto, aceptó la invitación de un par de amigos para reunirse en un club exclusivo de la ciudad. Un sitio elegante, discreto, donde las bebidas eran caras y la privacidad estaba garantizada.Al llegar, los saludó con la formalidad de siempre y tomó asiento en uno de los sillones de cuero oscuro. No pasó mucho tiempo antes de que la conversación derivara en temas de negocios y mujeres.—¿Y tú, Leonardo? —preguntó uno de ellos, con una sonrisa
Leonardo la siguió con la mirada mientras se alejaba con el ramo en las manos. Su expresión permanecía impasible, pero por dentro, la frustración comenzaba a acumularse.No entendía a Alanna.Había sentido su sorpresa, la emoción efímera en sus ojos cuando le entregó las flores. Pero luego, como si se obligara a hacerlo, había vuelto a levantar la barrera, a mostrarse indiferente.No pudo contenerse más.—Alanna —llamó con voz firme.Ella se detuvo en seco, pero no se giró.—¿Por qué has cambiado tanto conmigo? —preguntó él, cruzando los brazos—. Antes no eras así… O al menos, habíamos avanzado.Alanna respiró hondo y se volvió lentamente.—¿Así cómo?—Tan fría —dijo él, dando un paso hacia ella—. Tan distante.Ella lo miró fijamente, sus dedos aferrándose levemente al ramo.—No sé de qué hablas.—Claro que lo sabes —replicó él, con un deje de irritación en su tono—. Antes me mirabas diferente. Antes hablábamos sin esta… barrera. Pero ahora, de un día para otro, vuelves a comportarte