La gente mala encuentra su merecido con gente aún peor.—También lo creo. Aunque una mujer falsa como Isabel sabe manipular a los hombres. Cuando se le pase el enojo, volverá simplemente a hacerse la víctima y con unas palabras dulces lo tendrá comiendo de su mano —comentó Sofía, experta en detectar a estas arpías.—Me da igual, ojalá se queden atrapados juntos —dije sinceramente.Sofía me miró con cierta duda:—¿Segura que si Antonio vuelve pidiendo perdón podrás resistirte?De repente, me puse seria: —¡Por supuesto! Me trató como basura, si volviera con él sería el hazmerreír, pensarían que estoy desesperada por un hombre.—Además... como dijiste, quizás no volvió porque me ama, sino porque al compararme con Isabel ve que tengo mejor relación calidad-precio, y puedo salvarle la vida cuando lo necesite.Por fin me di cuenta: Antonio es de esos que no aman a nadie más que a sí mismos.Estar con un hombre así es cavar tu propia tumba, como una polilla volando hacia el fuego hasta desap
—Vivo sola, puedo vivir donde sea. Esa casa me trae malos recuerdos, me incomoda —dije deliberadamente con dureza, expresando total desprecio por la villa.Aunque en realidad, todo en esa villa lo había elegido y decorado yo misma, en realidad me encantaba.Pero ahora nada era más importante que el brazalete de perlas de mi madre.—Bien, ¿cuánto quieres?—Cien mil.En realidad, debería descontarse la depreciación de la decoración y los muebles, pero no quería ser tan justa. Él me había traicionado con vileza primero, ¿por qué debería considerarlo?—Te doy quinientos mil, mañana por la tarde hacemos el traspaso. No tienes que mudarte con prisa, puedes quedarte todo el tiempo que quieras —Antonio fue sorprendentemente generoso.—Solo quiero cien mil, ni un peso más. Y me mudaré pronto.Me incomodaba aceptar más dinero suyo. Temía que cuando recayera, realmente me pidiera más transfusiones, y esos cuatrocientos mil extras se convertirían en el precio de mi vida.Al ver mi determinación, A
Siempre dicen que el matrimonio es donde muere el amor. Pero bueno, mejor terminar en una tumba digna que abandonado en medio de la nada.Me pasé más de dos meses cosiendo sin descanso hasta que por fin terminé mi vestido de novia con mis propias manos.Cuando lo miraba bajo la luz, su elegancia y blancura me dejaban sin aliento, brillando de una manera que me robaba el corazón.No podía evitar sonreír hasta en sueños imaginándome caminando hacia el altar, con mi vestido, hacia el hombre que amaba.Seis años habían pasado, desde mis diecinueve hasta mis veinticinco, y por fin mi historia de amor iba a tener su "final feliz".Pero al despertar, toda esa felicidad se esfumó como si nunca hubiera existido.—María, esta mañana el señor Martínez vino al taller y se llevó el vestido de novia, ¿está en tu casa? —me preguntó Rosa, mi asistente, con tono extrañado.Todavía medio dormida y confundida, le respondí: —¿Antonio se llevó mi vestido?—Sí, ¿no estabas acaso enterada?—Dame un momento,
Pensé que se enojaría y me acusaría de ser una aprovechada, pero solo hizo una breve pausa y dijo:—Bien, nos vemos en la noche.Hace tres años fundamos juntos una marca de ropa —CHEZ MARÍA Alta Costura— que ahora está en pleno auge. En ese entonces Antonio puso el capital y yo me encargué del diseño. Para mí fue como ganarme la lotería sin comprar boleto.La compañía está valorada en cientos de millones y lista para cotizar en la bolsa, con un futuro financiero prometedor. Sin embargo, él está dispuesto a cedérmela solo para estar con Isabel. Parece que ellos sí son el verdadero amor.Me levanté apresurada y al ver todos los artículos de boda dispersos por la habitación, sentí fuertes náuseas. Quería prenderles fuego. Llamé a unas personas para que empacaran todo lo relacionado con él en esta casa.¡Qué alivio! Menos mal que insistí en esperar hasta la noche de bodas, si no también habría perdido mi dignidad. ¡Qué asco total!Después de que arreglaron la casa, me cambié de ropa y me m
Después de decir esto, le arrojé el acuerdo a la cara y me levanté furiosa para echarlos:—Necesito descansar, lárguense... Ah, y llévense toda su basura.No podía creer que el hombre que amé desde los dieciséis años, durante ocho años, con quien salí por seis... ¿cómo hasta ahora veía su verdadera cara?Debería agradecer a Isabel, de lo contrario me habría casado con este hombre hipócrita y repugnante. ¡Qué desgracia en realidad habría sido mi vida!Marta, enfurecida por mis palabras, se levantó:—María, ese es tu problema, ¡eres demasiado temperamental! Mira a Isabel, tan dulce y educada, siempre tan respetuosa conmigo...Conteniendo la náusea que me producía, vi pasar a mi perro por la sala:—¡Puppy, muérdelos!—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! —Puppy obedeció y se lanzó arrebatado contra ellos ladrando.—Tú... tú eres... —Marta palideció de rabia mientras Antonio la ayudaba a retroceder.—María, ¡te pasaste de la raya! ¡Me equivoqué contigo! —me miró Antonio como si fuera una extraña.Sonreí c
Antonio permaneció rígido, sin decir palabra.—Por fin dices algo sensato —alzó la voz Carmen—. Somos familia, ¿no es natural que una hermana le ceda algo a su hermana menor? Considéralo como tu regalo de bodas.Solté una risa sarcástica y, mirando despectiva a mi madrastra, dije con fingida dulzura:—En ese caso, tendré que añadir otro regalo.—¿Qué regalo? —preguntó ansiosa Carmen.—Una corona de flores negras, como las que se usan en los velorios —respondí—. Para adornar el altar de la iglesia.—¡María! —Carmen palideció de rabia, mirándome sin poder articular palabra.—Solo sigo las tradiciones —continué con dulzura venenosa—. En los pueblos antiguos, cuando una mujer robaba el prometido de otra, la gente dejaba flores negras en su puerta como señal de luto por su honor perdido. Como hermana mayor, mi regalo es perfectamente apropiado según las costumbres ancestrales.Mi argumento era tan impecable que no pudieron encontrar fallas, quedándose mudos de frustración.Era como con los
Me reí con amargura mientras miraba el tráfico en la calle. Esperé a que mi mente se calmara un poco antes de voltear a decirle con ironía:—Antonio, no soy un centro de reciclaje. No importa cuánto te haya amado antes ni cuánto haya sacrificado por ti. Desde el momento en que decidiste traicionarme, dejaste de merecer mi amor.Me di la vuelta en ese momento para irme, pero no pude contenerme más y volví a mirarlo, señalándolo:—Aunque fueras el último hombre sobre la tierra, jamás volvería a mirarte. Realmente, me das asco.Quizás mi actitud tan definitiva lo hirió, porque de repente se acercó y me agarró, suplicando:—María, yo te amo. Estos seis años juntos están grabados en mi corazón, nunca los olvidaré. Pero Isabel se está muriendo, es tan triste y miserable todo esto... solo tiene este pequeño deseo antes de morir...—¡Suéltame!—María, te juro que cuando Isabel...No lo dejé terminar esas palabras desagradables y le di otra bofetada en la otra mejilla. Ahora sí estaba simétrico
—Si algo grave le pasa a Isabel, ¡tendrás que responder por ello! —me advirtió Antonio con su rostro sombrío antes de marcharse apresurado con ella en brazos.Me quedé inmóvil durante un largo rato, con su expresión de furia grabada en mi mente. Todas aquellas promesas de amor eterno se volvían ahora especialmente irónicas... ¿Cuándo había cambiado sus sentimientos? No me había dado cuenta en lo absoluto.Estaba hundida en un abismo de dolor hasta que Rosa entró, preguntándome preocupada si estaba bien. Como despertando de un sueño, me sacudí del dolor. No valía la pena sufrir por un desagradecido de esa manera. Me concentré en el trabajo.Cerca del mediodía, sonó mi teléfono. Era Carmen. Colgué sin contestar. Poco después, volvió a sonar. Esta vez era mi padre. Dudé por un momento, pensando si acaso Isabel no habría resistido... ¿estaría muerta? Después de unos segundos de vacilación, contesté.Apenas puse el teléfono en mi oído, el grito de mi padre casi me revienta el tímpano:—¡Mar