—¡Vamos Yesi, no te retrases! —apura un joven con nerviosismo escondiéndose detrás de lo que ha quedado de la pared de una casa.—Es que estoy muy cansada. Me duelen las piernas, y tengo hambre. ¿No podemos descansar un poco? —se queja la niña mirándose con los ojos llorosos las rodillas llenas de raspones.—Ya lo sé hermanita, pero tenemos que encontrar un refugio, ahí hallaremos un poco de comida. Necesito que aguantes un poquito más, tiene que haber algún lugar por aquí —susurra observando nervioso por encima de la pared lo que pueda llegar a ser un buen escondite.—¿En serio crees que hallaremos algo? —pregunta la pequeña arrugando su nariz pecosa ante el panorama desastroso que ve.—Algo encontraremos, sé que tiene que haber algún lugar, uno en que estemos seguros —susurra el joven soltando un suspiro de profundo cansancio.Alex trata de convencerse de que es capaz de hallar un refugio, necesita aferrarse a la esperanza de que aún podrá seguir protegiendo a su hermanita. Se pasa
—¡Oh, vamos. Sé que tuviste algo con Selena, no sigas negándolo! —reclama Abigail con los brazos a los lados de su cintura.—Ella solo fue una amiga, no sé porque tienen que crear romance en seguida. Bueno, si lo sé, es para vender —responde Víctor con indignación.—No me lo trago. ¿Quién podría resistirse a una mujer tan bella? ¿Es tan simpática como aparenta? —pregunta la muchacha curiosa. —Era una persona muy agradable, le llegué a tener mucho aprecio —responde apartando la mirada al sentir una punzada de dolor al recordar cómo terminaron las cosas con ella—. A pesar de tus incomodas preguntas, es reconfortante estar contigo —confiesa Víctor avergonzado.—Eso... es... es muy lindo —la muchacha sonrojada se pasa un mechón de cabello detrás de la oreja bajando la mirada—, yo me siento como si estuviera en las nubes, ni en mis más locos sueños hubiera imaginado esto —responde Abigail mordiéndose el labio con nerviosismo. —Bueno, no me hubiera imaginado llegar a ser el sueño de una r
—Cuartel, Soldado Rivas reportándose, todo sigue despejado —anuncia a través de la radio. —Recibido, soldado. En breve los estarán reemplazando para que tomen un breve descanso —responde una voz femenina desde el subsuelo del Regimiento. —¿Cuál es el reporte? —pregunta con curiosidad un hombre canoso acercándose a la muchacha sentada frente al radio. —Todo sigue igual General, cielos despejados —responde la muchacha con timidez mirando a los soldados en movimiento encargándose de los últimos preparativos para la misión ofensiva. Ese bunker subterráneo resistió a los ataques de las naves, superando las expectativas, y los invasores ni siquiera están enterados, o al menos no se han preocupado en volver a atacarlos. —Es una buena noticia para llevar a cabo nuestra misión —murmura el General contemplando a los pocos soldados que han sobrevivido, esperando la oportunidad para vengar a sus camaradas, para poder dar por fin un golpe a los invasores. Sus esperanzas están puestas en él
—¿Que es lo que vienes a pedirme, Eric? Un Martínez nunca llega a mi oficina solo para saludarme —reclama una anciSofía de pelo corto rubio mirando desde detrás de su escritorio al Detective que desde el umbral de la puerta la mira con una sonrisa.—Me haces sentir culpable con ese reclamo, Mirtha. Aunque debo confesar que tienes razón, necesito de ayuda, más específicamente los expedientes de fallos judiciales que involucren a menores masculinos, al menos del periodo entre 1970 y 2000 —anuncia con una sonrisa suplicante pasando a la pequeña oficina en la que el escritorio y un sillón de dos cuerpos ocupan casi todo el espacio disponible.—¿A qué tipo de fallos te refieres? —pregunta la mujer mirándolo con intriga por encima de sus lentes.—De todo tipo, violencia familiar, abusos, custodias, incluso hasta pérdida de familiares directos —explica Eric pasándose la lengua por el labio inferior con nerviosismo esperando ir en la dirección correcta.—¿Quieres que me ponga revisar una mont
—¿Qué está sucediendo aquí, jefe? —pregunta Eric al comisario que se mantiene detrás de una barricada formada por los móviles policiales.—Los vecinos denunciaron una situación extraña, el maldito tiene a dos policías dentro del auto empapado con gasolina, está amenazando con prenderlos fuego —informa el comisario con la mirada fija en el sospechoso.—¿Ha exigido algo? ¿Qué han negociado? —pregunta el detective rascándose la barbilla con preocupación mirando al hombre que se mantiene parado al lado del automóvil.—No, el maldito loco solo está ahí amenazando con quemar a los pobres desgraciados, los dos policías son ovejas negras de la de la fuerza —responde el anciano con exasperación esperando poder terminar con eso cuanto antes.—Lo mejor sería tratar de sacarlo vivo junto a los rehenes, sobre todo con tantas miradas sobre nosotros —dice el detective señalando con la cabeza los rostros curiosos en las ventSofías de las casas de la zona.—No sé si servirá de algo, creo que lo hará d
Eric se seca con el dorso de la mano las gotas de sudor que le han cubierto la frente, con la mirada fija en el camino marcado a lo largo del parque, sigue corriendo para completar sus cuarenta y cinco minutos de ejercicio de rutina. Esos paseos matutinos suelen ayudarlo a despejar su mente, a darle un poco de claridad cuando no sabe qué dirección tomar, aunque ahora no parece estarle funcionando. Hay demasiadas cosas referentes al caso que no le han permitido desviar la atención de sus recientes descubrimientos, y sigue tan lejos de lograr respuestas como al principio. La noche anterior revisó a conciencia cada uno de los expedientes acompañado de Sofía y unas deliciosas empSofíadas, pero su trabajo coincidió con el llevado a cabo por su compañera, solo hay dos nombres acordes al perfil criminal que formuló en su mente: Horacio Leiva y Lorenzo Ferro.—Un periodista y un policía —susurra el detective con la respiración agitada corriendo a lo largo del arroyo.Ambos tienen la inteligen
—¡Lorenzo, ¿Dime que has visto a Horacio ahí? —pide Eric con ansiedad a través del teléfono.—No, no lo he visto. De hecho me pareció raro que no estuviera rondando por aquí. Se supone que es uno de los reporteros más molestos que tenemos en la ciudad, aunque sea el asesinato de su jefa debería de estar encima como moscas a la miel —responde Lorenzo extrañado rascándose la mejilla en la que la barba ya está más crecida de lo normal.—¡Es él, el asesino es él! ¡Pediré que triangulen su ubicación con su celular, lo atraparé sea donde sea que esté! —informa el detective abrochándose el chaleco antibalas junto al resto de sus compañeros.—¿En serio es él? ¿Cómo lo descubriste? —pregunta Lorenzo asombrado por la inesperada identidad del asesino.—Por los correos que le envió a Juan Muñoz, le dio la información sobre las víctimas y lo convenció para asesinarlos. Rastreamos la dirección IP del equipo desde el que se enviaron y es de la computadora de Horacio, siempre estuvo frente a nosotr
—¡Espero que hayas estado practicando tu mejor sonrisa para las cámaras! Hoy al fin nos quitaremos de encima a este maldito dolor de cabeza —dice el comisario con una gran sonrisa entrando en la oficina de Eric.—Creo que lo mejor es no adelantarse a sacar conclusiones —murmura el detective con una fuerte inquietud apoderándose de él.—¿Qué? Tienes los correos sobre los policías que envío al constructor desde su cuenta, y con la gente importante que ha matado, será suficiente para que el juez decida encerrarlo de por vida —anuncia el comisario considerando que no hay razón para darle más vueltas al caso.—Es que fue… he estado pensando, y esto fue demasiado simple, el asesino no hubiera cometido ese error. Ha demostrado ser muy hábil para borrar to sus rastros, no puede convencerme de que haya caído por unos simples emails —afirma Eric cada vez más de que no tienen al hombre correcto.—¿Estás tratando de decirme que ese maldito sigue suelto viéndonos la cara de idiotas? No me arruines