Sentada en el sillón de su oficina, Elizabeth se acaricia con suavidad su vientre cada vez más prominente y redondeado, ha descubierto que hacer eso suele llenarla de una increíble calma. Como si de repente fuese capaz de olvidarse de todo lo que la rodea, se siente contenida al saber que no está sola, al pensar que pronto tendrá a ese pequeño en sus brazos, a ese niño que se convertirá en su gran compañero.—¡Increíble, eres simplemente increíble! —exclama Mariano entrando en la oficina efusivo de una emoción que sobresalta a Elizabeth.—¿Y por qué se supone que lo soy? —pregunta la mujer llevándose la mano al pecho al sentir su corazón latiéndole apresurado por el susto.—¡Porque has dado los mejores números que esta empresa ha tenido desde que existe, no tienes idea de lo alto que podremos llegar a partir de ahora, y todo por esa estrategia de buen samaritano! —responde el empresario dejándose caer en el sillón de visitantes con una gran sonrisa en los labios.—Nada mal para alguie
—¿Qué ha sucedido con las tabletas de Yodo? Tendríamos que estar haciendo una fortuna con las que gente cobrando por el temor de que se repita lo de Chernobyl en Ucrania —protesta Víctor a su empleado que le está exponiendo las graficas de las ventas de ese mes.—Se están vendiendo, señor… es solo que MedicalTech anunció cierta superioridad en las suyas, además de haber donado varios cargamentos de ellas a la gente que está en los alrededores de la Central nuclear —responde el empleado nerviosamente, ya que reconoce que su competencia les ha sacado una gran ventaja.—¿Así que aparentando ser generosos han aprovechado la publicidad que les ha provisto ese conflicto internacional? Astuto, aunque no muy ético, aunque supongo que no debería sorprenderme viniendo de parte de Mariano, es muy propio de él —comenta el empresario moviendo la cabeza con desaprobación, porque si bien sabe que es una estrategia que usan las mayorías de compañías, siempre le ha resultado reprochable.—No creo que
Al ubicar a Rinaldi, Sofia se acerca lentamente observando la bella mujer morena de vestido dorado que lo acompaña mientras él habla con varios hombres con aires de grandeza. Rebuscando en su bolso disimuladamente, saca entre sus dedos un pequeño gotero.—¡Oh, querida, tanto tiempo sin vernos! —salida Sofia abrazando a la sorprendida mujer que con incomodidad acepta el saludo.—¿Nosotras nos conocemos? —pregunta la morena sintiendo el peso de las miradas de todo el grupo que ha guardado silencio.—No me digas que ya no me recuerdas, pasamos una noche increíble en Miami, debo confesarles que terminamos nadando desnudas en la playa. Algo que puede resultar vergonzoso para algunas personas, pero a mí me resultó muy divertido, y si mal no recuerdo a ti también querida —relata la rubia con tono divertido, viendo como la mujer se toma de un sorbo el contenido de su copa.—Yo…hum… con permiso… —se disculpa la mujer apresurándose hacia el baño al sentir una revolución en su estómago..—Oh, q
—No me siento cómoda con la idea de tener que confiar en una completa extraña —protesta Sofia sentada en el interior de un vehículo tomando fotografías a una pareja que sale de un edificio de estilo colonial.—No es como que tengamos demasiadas opciones, ¿No crees? —replica Santiago cruzando en una base de datos las fotografías tomadas por su compañera para identificar a cada persona.—La opción de ser cuidadoso siempre debe ser primordial, nunca puedes estar seguro de cuándo se están aprovechando de tus sentimientos para engañarte —advierte la mujer que por alguna razón siente que no puede confiar en esa mujer, incluso cuando no ha encontrado nada reprochable sobre ella.—¿Es eso o te incomoda la relación que tuvo conmigo? —plantea el Detective arqueando una ceja con una mezcla de reclamo y diversión.—¿Acaso estás insinuando que estoy celosa? —recrimina Sofia endureciendo su expresión ante ese tonto planteo.—Pues es lo que parece, quizás intentas disfrazarlo de “precaución”, pero
El crepitar del fuego devorando lo que encuentra a su paso, resuena en lo oídos de un desesperado joven maniatado, el cual se sacude intentando liberarse de la extraña fuerza que lo mantiene de rodillas sobre un inmaculado piso de mármol blanco. Respirando con dificultad por el espeso humo que ha llenado el salón no quiere resignarse a seguir luchando, aunque todo parece haber terminado para él, y la verdad que no puede sentirse muy orgulloso de su corta vida, pero sobre cuerpo lo que más culpable lo hace sentirse es que no fue capaz de valorar lo más precioso que tenía… su familia.Con los ojos llenos de lágrimas por la impotencia mira las llamas que ya parecen estar acariciando su moreno rostro, quiere por lo menos enfrentar a la muerte con algo de dignidad, es lo único que puede hacer. Un extraño suspiro brota de entre las llamas provocando que un escalofrío le recorra la espalda, y a pesar del calor de las llamas, todo el cuerpo se le comienza a cubrir de un sudor frío al percibir
Víctor camina por las calles de su ciudad natal, los ojos le brillan embelesados al ver que todo parece estar tal y como lo recuerda. El imponente monumento al Trabajador con sus grabados, los verdes terrenos pertenecientes a las facultades de Ingeniera y Ciencias Sociales, incluso puede divisar la pulcra casa de ladrillos barnizados del viejo Víctor. Si bien la ciudad parece un lugar modesto comparada con la lujosa California de la que viene, no puede evitar sentir que lo inunda un agradable sentimiento de familiaridad. Y no puede ser para menos, aquí nació, creció, aprendió las valiosas y a veces dolorosas lecciones de la vida. En esta ciudad conoció al amor de su vida con quien formó su familia, puede decir con certeza que se siente en casa. Los tres meses que se ha ausentado no es mucho tiempo para que una ciudad cambie demasiado, en cambio para un niño como su hijo puede parecer una eternidad. Arruga la frente al tratar de imaginar cómo lo recibirá después de tanto tiempo, desea
Han pasado tres días desde que los invasores llegaron, desde que la humanidad ha sido destronada de su dominio y arrastrada al borde de la extinción. Las pocas personas que han logrado escapar de los rayos han tenido que buscar refugios para ocultarse, pues las naves recorren el cielo día y noche en busca de sobrevivientes. Al orgulloso y confiado hombre aún le cuesta trabajo aceptar que ya no es rey de este mundo, que ha sido reducido a ser una alimaña buscando protección en las sombras, pero nada ha sido capaz de brindarle esperanza alguna de que las cosas vuelvan a ser como antes de la invasión. Víctor junto a un pequeño grupo de sobrevivientes ha hallado amparo en las ruinas del comedor de una escuela, no muy lejos del lugar en el que las naves lo atacaron el día de la invasión. El frente del edificio se ha desmoronado convirtiéndose en una pila de escombros sobre la que han caído las chapas de esa parte del techo, ocultando de la vista la parte trasera que resistió al ataque. E
Una radiante luna observa desde el despejado cielo nocturno la quietud de la tierra, disfruta con placer el inmaculado silencio que la ausencia de la bulliciosa humanidad ha engendrado. Aunque no muy lejos del comedor en donde Víctor y Víctor se han refugiado, se distinguen las siluetas de dos hombres que han tenido la osadía de perturbar la soledad de la noche. A los pies de los restos de una iglesia miran atentos las calles desiertas, las escudriñan con la ilusión de hallar a alguien que haya logrado escapar de la muerte.—Hay personas allí afuera Ber, puedo sentir que alguien viene hacia nosotros, que nos necesita —dice uno de los hombres caminando de un lado a otro con una mirada llena de ilusión.—Me gustaría poder creer eso Pastor, pero es la segunda noche que salimos. Y no se ha visto una sola alma, aunque sí varias naves rondando —responde Bernardo sentado en un bloque que solía pertenecer a una de las paredes. El Pastor aprieta los labios resignándose a responder, continúa