Habiéndose enterado que Helena ha abierto una tienda de vinos, Ana la observa desde el interior de su vehículo con una expresión de desprecio. Solo hay dos opciones por lo que pudo decidir poner esa tienda, tratar de asegurarse un ingreso de dinero cuando sus padres terminen de caer en la ruina, o como parte de su estrategia de convencer a Víctor de que es una buen partido, después de todo no hay nada como una mujer trabajadora y emprendedora.La señora Torres se baja del vehículo al ver a la empleada saliendo de la tienda y las persianas de acero de esta comenzando a bajar, parada en la acera toma una ligera bocanada de aire fresco que exhala con tranquilidad. Con la vista fija en la puertas a la que aún no han cerrado con llave comienza a está allí por el bien de su familia, y aunque ha pedido ayuda a su marido dará fin a ese asunto en ese mismo instante.—Disculpe, ya hemos cerrado —anuncia Helena al oír la campanilla de la puerta al abrirse, saturada de haber tenido que trabajar t
Víctor contempla a Helena recostada en la camilla de la Clínica, hace mas de dos horas que han llegado y ella aun sigue sin despertar. Allí sumida en la inconsciencia y con una bigotera por la que le pasan oxigeno, al verla en ese estado no puede evitar sentir cierta angustia ante idea de perderla, de que a pesar de haberla salvado de las llamas de ese incendio la muerte pueda hallar alguna manera para reclamarla. Ya que después de todo, ella es lo único que le queda para aspirar a una familia.—Señor Torres, ¿Aún sigue aquí? —pregunta un doctor al entrar en la habitación y verlo sentado al lado de la paciente.—¿A qué otro lugar podría ir? —cuestiona el empresario sin apartar la vista de Helena, como si dependiera de su vigilancia que ella aun siga entre los vivos.—A su casa a descansar, a darse un baño, ¿Al menos pasó por la Guardia para que lo examinaran? Usted también inhalo mucho humo —plantea el medico examinando el suero y el estado de la piel de la paciente.—Yo estoy bien,
—¡Así que la muy maldita logró salvarse, y nada menos que por mano del idiota de mi hijo, no puedo creerlo! —exclama Ana lanzando el celular sobre la mesa al ver la fotografía de Víctor sacando a esa mujer de la tienda en llamas.—¡Así que nuestro hijo se ha convertido en todo un héroe, debo decir que me ha inspirado hasta cierto orgullo ver esa imagen de él salvando a la mujer con la tienda en llamas de fondo, casi parece la promoción de una película! —clama Fernando con una gran sonrisa sentándose en la mesa para desayunar.—Lo que ha hecho ese muchacho fue una tontería, arriesgarse de esa manera para salvar a una don nadie, podría haber muerto, no tiene ni una pizca de sentido común—reclama la mujer enfadada por la poca preocupación que su marido refleja frente a esa situación.—Pues para él no parece ser una don nadie, sino más bien alguien muy especial. Me pregunto si hubiese hecho lo mismo si hubieras sido tú la que estuviese allí dentro a punto de rostizarte como un pollo —pla
Helena camina a través del muelle creyendo que quizás su vestido rojo de corte recto no sea el adecuado para la ocasión, pero luego de ese encuentro tiene una cita con Víctor por lo que debe resplandecer, y no quiere llegar demasiado tarde por tener que cambiarse, lo cual siempre le lleva tiempo, pues combinar perfectamente cada prenda y accesorio no es cosa de unos minutos. Caminando lentamente observa alrededor contemplando los yates para reconocer el de los Torres, debe confesar que le tomo trabajo lograr descubrir el paradero de Ana, pero a un buen precio no hay nada que no se pueda conseguir. Al divisar el yate más grande la mujer se da cuenta de que ha llegado a su destino, además del hecho de que Ana se encuentra a la mesa en la proa del bote tomando una copa que de seguro no contiene jugo de naranja.—¿Acaso te has perdido o andas cazando otros hombres ricos? —reclama la señora Torres señalándole la silla a su lado para que tome asiento al verla presentarse ante su presencia,
—Hola, cariño, había olvidado que hoy íbamos a almorzar, y luego a ir a comprar las cosas para preparar la habitación del bebé. Pero he conseguido una avioneta así que lograré llegar, te amo —suena la voz de Luis en el mensaje que Elizabeth pone a reproducir al levantarse. Esbozando una sonrisa por su marido que nunca deja pasar nada que ella considera importante, la mujer se hace una taza de té de cedrón mientras prende la televisión para escuchar algunas noticias antes de prepararse para salir. Ya que sabiendo que su esposo estará bastante ocupado al volver de su viaje de negocios, prefiere tener en vista ya lo que va a comprar, para así no robarle demasiado tiempo.—Y volvemos a la cobertura de este trágico accidente según se cree por un desperfecto mecánico, llevando a que la avioneta cayera en el Delta, ya no solo confirmamos la muerte de los tripulantes, sino también sus identidades —anuncia un reportero con pesar mientras pasan en un cuadro de la pantalla las imágenes de los
Al avanzar por los blancos y fríos pasillos de la morgue, Elizabeth no puede evitar que un escalofrío le recorra la espalda, como si el aire que se respirase en ese lugar oliese a muerte. Un recordatorio de a dónde va a parar todo el mundo, de lo frágil que es la vida del hombre, un simple respiro que en el momento menos esperado se pierde.—¿Señora Fernández? Soy el Detective Avilés, hablamos por teléfono —la recibe un hombre alto de cabello negro, de aspecto cansado, como si el trabajo lo estuviese consumiendo.—¿Qué es lo que ha sucedido, Detective? —pregunta Víctor que está allí no solo para ser un sostén para la esposa de su amigo, sino también para conseguir respuestas.—Por el momento preferiría que la señora pase a la sala para reconocer el cuerpo, sé que resulta algo duro, pero me temo que nos corresponde hacerlo —indica el Detective abriendo una puerta blanca para que ella pase.—¿Puedo acompañarla? Yo era su mejor amigo, nos conocíamos desde hace años —consulta el empresari
Elizabeth mira su reflejo en la pantalla apagada de la computadora en la oficina de su marido, sentada en su sillón intenta aferrarse a todo rastro de él que aún quede allí. Luego de sentir la gran necesidad de salir de su casa al sentir que comenzaba a ahogarse por la nostalgia y la soledad, llegó a la compañía de Luis, en donde luego de recibir un desfile de rostros de pena y nuevos pésames llegó a la oficina. —No sé qué voy a hacer ahora, me siento como si hubiese perdido mi rumbo, sé que seré madre, pero… ¿Eso es todo? Tú eras mi norte, y ya no te tengo —murmura la mujer sosteniendo en su mano el portarretrato en la que su marido exhibía su foto de casamiento en el escritorio.Aunque no puede negar que hay algo que también le ha impedido simplemente rendirse, el hallar a quien le arrebató a su marido, a la persona que se atrevió a quitarle la vida a un hombre que no le había hecho mal a nadie. De alguna manera esperaba poder hallar en la oficina algún indicio o pista, pero al igu
Paseando por el centro comercial junto a su esposa, Víctor mira a su alrededor sin mucho interés, la verdad es que solo ha aceptado acompañarla para que luego no le reclame que no hace nada con ella. Lo cual si bien puede que sea un reclamo con fundamento, no es lo que quiere oír luego de un largo día de negociaciones, y mucho menos cuando aún no ha sido capaz de terminar de recuperarse de la muerte de su amigo.Al pasar por una tienda que exhibe ropa de bebé, el empresario se detiene esbozando una media sonrisa al ver tantas cosas bonitas. Y mucho más al imaginar a su pequeño usándolas, un pensamiento que en realidad le provoca cierta culpa, porque en parte la noticia de la muerte de Luis le provocó cierto… alivio, ya que ahora podrá hacerse cargo de su hijo sin tener que compartirlo con nadie más que con la madre. Su amigo ya no estará en el medio sintiendo como propio un niño que no le pertenecía.—¿Pensando en hacer planes con la viuda? —pregunta Helena con un tono de voz cargado