Helena camina a través del muelle creyendo que quizás su vestido rojo de corte recto no sea el adecuado para la ocasión, pero luego de ese encuentro tiene una cita con Víctor por lo que debe resplandecer, y no quiere llegar demasiado tarde por tener que cambiarse, lo cual siempre le lleva tiempo, pues combinar perfectamente cada prenda y accesorio no es cosa de unos minutos. Caminando lentamente observa alrededor contemplando los yates para reconocer el de los Torres, debe confesar que le tomo trabajo lograr descubrir el paradero de Ana, pero a un buen precio no hay nada que no se pueda conseguir. Al divisar el yate más grande la mujer se da cuenta de que ha llegado a su destino, además del hecho de que Ana se encuentra a la mesa en la proa del bote tomando una copa que de seguro no contiene jugo de naranja.—¿Acaso te has perdido o andas cazando otros hombres ricos? —reclama la señora Torres señalándole la silla a su lado para que tome asiento al verla presentarse ante su presencia,
—Hola, cariño, había olvidado que hoy íbamos a almorzar, y luego a ir a comprar las cosas para preparar la habitación del bebé. Pero he conseguido una avioneta así que lograré llegar, te amo —suena la voz de Luis en el mensaje que Elizabeth pone a reproducir al levantarse. Esbozando una sonrisa por su marido que nunca deja pasar nada que ella considera importante, la mujer se hace una taza de té de cedrón mientras prende la televisión para escuchar algunas noticias antes de prepararse para salir. Ya que sabiendo que su esposo estará bastante ocupado al volver de su viaje de negocios, prefiere tener en vista ya lo que va a comprar, para así no robarle demasiado tiempo.—Y volvemos a la cobertura de este trágico accidente según se cree por un desperfecto mecánico, llevando a que la avioneta cayera en el Delta, ya no solo confirmamos la muerte de los tripulantes, sino también sus identidades —anuncia un reportero con pesar mientras pasan en un cuadro de la pantalla las imágenes de los
Al avanzar por los blancos y fríos pasillos de la morgue, Elizabeth no puede evitar que un escalofrío le recorra la espalda, como si el aire que se respirase en ese lugar oliese a muerte. Un recordatorio de a dónde va a parar todo el mundo, de lo frágil que es la vida del hombre, un simple respiro que en el momento menos esperado se pierde.—¿Señora Fernández? Soy el Detective Avilés, hablamos por teléfono —la recibe un hombre alto de cabello negro, de aspecto cansado, como si el trabajo lo estuviese consumiendo.—¿Qué es lo que ha sucedido, Detective? —pregunta Víctor que está allí no solo para ser un sostén para la esposa de su amigo, sino también para conseguir respuestas.—Por el momento preferiría que la señora pase a la sala para reconocer el cuerpo, sé que resulta algo duro, pero me temo que nos corresponde hacerlo —indica el Detective abriendo una puerta blanca para que ella pase.—¿Puedo acompañarla? Yo era su mejor amigo, nos conocíamos desde hace años —consulta el empresari
Elizabeth mira su reflejo en la pantalla apagada de la computadora en la oficina de su marido, sentada en su sillón intenta aferrarse a todo rastro de él que aún quede allí. Luego de sentir la gran necesidad de salir de su casa al sentir que comenzaba a ahogarse por la nostalgia y la soledad, llegó a la compañía de Luis, en donde luego de recibir un desfile de rostros de pena y nuevos pésames llegó a la oficina. —No sé qué voy a hacer ahora, me siento como si hubiese perdido mi rumbo, sé que seré madre, pero… ¿Eso es todo? Tú eras mi norte, y ya no te tengo —murmura la mujer sosteniendo en su mano el portarretrato en la que su marido exhibía su foto de casamiento en el escritorio.Aunque no puede negar que hay algo que también le ha impedido simplemente rendirse, el hallar a quien le arrebató a su marido, a la persona que se atrevió a quitarle la vida a un hombre que no le había hecho mal a nadie. De alguna manera esperaba poder hallar en la oficina algún indicio o pista, pero al igu
Paseando por el centro comercial junto a su esposa, Víctor mira a su alrededor sin mucho interés, la verdad es que solo ha aceptado acompañarla para que luego no le reclame que no hace nada con ella. Lo cual si bien puede que sea un reclamo con fundamento, no es lo que quiere oír luego de un largo día de negociaciones, y mucho menos cuando aún no ha sido capaz de terminar de recuperarse de la muerte de su amigo.Al pasar por una tienda que exhibe ropa de bebé, el empresario se detiene esbozando una media sonrisa al ver tantas cosas bonitas. Y mucho más al imaginar a su pequeño usándolas, un pensamiento que en realidad le provoca cierta culpa, porque en parte la noticia de la muerte de Luis le provocó cierto… alivio, ya que ahora podrá hacerse cargo de su hijo sin tener que compartirlo con nadie más que con la madre. Su amigo ya no estará en el medio sintiendo como propio un niño que no le pertenecía.—¿Pensando en hacer planes con la viuda? —pregunta Helena con un tono de voz cargado
Paseando por el centro comercial junto a su esposa, Víctor mira a su alrededor sin mucho interés, la verdad es que solo ha aceptado acompañarla para que luego no le reclame que no hace nada con ella. Lo cual si bien puede que sea un reclamo con fundamento, no es lo que quiere oír luego de un largo día de negociaciones, y mucho menos cuando aún no ha sido capaz de terminar de recuperarse de la muerte de su amigo.Al pasar por una tienda que exhibe ropa de bebé, el empresario se detiene esbozando una media sonrisa al ver tantas cosas bonitas. Y mucho más al imaginar a su pequeño usándolas, un pensamiento que en realidad le provoca cierta culpa, porque en parte la noticia de la muerte de Luis le provocó cierto… alivio, ya que ahora podrá hacerse cargo de su hijo sin tener que compartirlo con nadie más que con la madre. Su amigo ya no estará en el medio sintiendo como propio un niño que no le pertenecía.—¿Pensando en hacer planes con la viuda? —pregunta Helena con un tono de voz cargado
Tomando un sorbo del café que ha pedido, Mariano espera que su invitada llegue para poder poner en marcha su plan para enfrentar la decepción que su hermano le ha provocado al no solo no dejarle siquiera un centavo, sino incluso de haberle negado la presidencia de MedicalTech. Es increíble que incluso muerto se las siga arreglando para arruinarle la vida, probablemente el muy maldito se le debe estar riendo de él.Aunque puede reírse todo cuanto quiera, porque desde la tumba ya no puede hacer nada más, en cambio él sí. Le tomará algo más de tiempo del esperado apoderarse de todo, pero llegará el momento en el que lo hará, incluso a pesar de tener al entrometido de Uriel metiendo las narices en lo que no le importa.—No tengo mucho tiempo, así que esto sea rápido —exige Helena sentándose frente al hombre con una expresión de indiferencia.—Si no tuvieras tiempo, simplemente no habrías venido. Sin embargo, aquí estas, y supongo que es porque sabes que puedo ofrecerte algo interesante —c
—¿Qué ha sucedido con las tabletas de Yodo? Tendríamos que estar haciendo una fortuna con las que gente cobrando por el temor de que se repita lo de Chernobyl en Ucrania —protesta Víctor a su empleado que le está exponiendo las graficas de las ventas de ese mes.—Se están vendiendo, señor… es solo que MedicalTech anunció cierta superioridad en las suyas, además de haber donado varios cargamentos de ellas a la gente que está en los alrededores de la Central nuclear —responde el empleado nerviosamente, ya que reconoce que su competencia les ha sacado una gran ventaja.—¿Así que aparentando ser generosos han aprovechado la publicidad que les ha provisto ese conflicto internacional? Astuto, aunque no muy ético, aunque supongo que no debería sorprenderme viniendo de parte de Mariano, es muy propio de él —comenta el empresario moviendo la cabeza con desaprobación, porque si bien sabe que es una estrategia que usan las mayorías de compañías, siempre le ha resultado reprochable.—No creo que