Adeline se sentía ansiosa, mientras escuchaba el tono de llamada. Un repique, dos, tres, y su hermano no contestaba. No podía evitar preguntarse qué estaría haciendo, ya que siempre estaba muy atento al teléfono. —Adeline —saludo con un tono de voz extraño, agitado. —Gustavo, hasta que contestas —se alivió ella. —¿Qué ocurre, hermana? Gustavo echó la cabeza hacia atrás, manteniendo el teléfono en su oído mientras lo apretaba fuertemente. Un placer enloquecedor se apoderaba de su cuerpo a medida que Carol más succionaba su miembro. —Quería darte una importante noticia. Aunque me hubiera gustado hacerlo en persona —siguió diciendo Adeline ajena a lo que estaba ocurriendo del otro lado de la línea—. Voy a casarme —soltó. Los ojos de Gustavo se abrieron desmesuradamente al tiempo en que alejaba a Carol de su cuerpo. —¿Qué has dicho? —su voz era puro hielo, aunque seguía manteniendo un ligero toque de agitación. —Sé que es muy sorpresivo para ti, hermano, pero Anthony me ha pedid
El corazón de Adeline palpitaba aceleradamente, al ritmo del tictac del reloj que anunciaba la hora inminente. El momento de dar un paso definitivo hacia su felicidad se acercaba a pasos agigantados. —Es hora —anunció mirándose al espejo.Su vestido blanco se mostraba reluciente, ocultando sus grandes curvas, de las cuales ya no se sentía tan avergonzada. Aunque debía reconocer que el ejercicio sí había dado sus frutos estilizando su figura de mejor forma. Quería verse hermosa para ella, quería sentirse realizada en todos los sentidos existentes en su vida. Jamás se hubiese imaginado logrando lo que ahora tenía: había asumido el liderazgo de una empresa, había regresado a su verdadera pasión en el arte y había conseguido una segunda oportunidad en el amor. Las puertas hacia la felicidad estaban finalmente abiertas y no permitiría que nada ni nadie se las cerrara. Así fue como se presentó en la iglesia, sus hijos se mantenían en primera fila, teniendo cada uno una sonrisa radiante
No podía ver nada. El corazón de Adeline latía aceleradamente, mientras Anthony la guiaba en medio de la habitación. Una venda cubría sus ojos, impidiéndole así descubrir antes de tiempo la sorpresa que su ahora esposo le había preparado. —¿Ya? —preguntó ella con la ansiedad latiendo en todo su ser. Era su noche de boda. Un día feliz, un día que no imagino vivir. Anthony retiró la venda de sus ojos muy lentamente y descubrió entonces una habitación decorada con rosas rojas y velas; pero no era eso lo que captó su atención, era el cuadro que reposaba sobre la cama. Se trataba de un retrato de su persona, la imagen reflejaba la espontaneidad de su ser y la dulzura de su mirada. “Porque una mujer como tú, es digna de ser admirada”, decía la inscripción debajo de la pintura. Los ojos de Adeline se humedecieron por vigésima vez en ese día, había sido un día cargado de emociones. De llanto, pero no llanto de dolor, sino de la más pura y genuina felicidad. Era increíblemente fel
Gustavo regresó de la boda de su hermana, pensando en lo feliz que se veía. Parecía como si finalmente hubiese encontrado ese supuesto amor del que tanto solía hablarle. Adeline siempre había sido una romántica empedernida y le complacía saber que ahora era correspondida. Él, por su parte, no creía en esas boberías, nunca las creyó necesarias. Su difunta esposa había resultado ser una buena compañía y con el tiempo le había tomado cariño. Pero no había entre ellos nada más que eso y una hija. Sophie era un recuerdo insistente de Mónica, la mujer que quizás, con el tiempo, le hubiese enseñado lo que era el amor. Pero ahora, en cambio, nunca lo sabría. La noche que perdió a Mónica no solamente murió su capacidad para caminar, sino que también murieron sus esperanzas de formar una familia. Había ocasiones en que se sentía culpable al ver a su hija crecer con la ausencia de una madre, pero él no estaba dispuesto a darle ese lugar a nadie más, nunca más se volvería a casar. Así qu
—Me temo que la situación es delicada —informó el médico entrando en la habitación con los últimos estudios realizados a su madre. Carol tragó grueso. No era la primera vez que escuchaba esas palabras. —¿Qué sucede, doctor? —trató de mantener la calma.—Debo ser honesto contigo. Tu madre necesita un trasplante de corazón —contestó, haciendo que Carol soltará un jadeo de la impresión. Era la primera vez que le daban un pronóstico tan serio—. Su insuficiencia cardíaca es grave e irreversible. Sin este procedimiento, su vida está en peligro.Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas, mientras su mundo comenzaba a tambalearse. «Esto era malo. Muy malo», pensó.—¿Un trasplante de corazón? —balbuceó incrédula—. ¿Qué significa eso exactamente? Pero no era tonta, sabía perfectamente lo que eso significaba; sin embargo, necesitaba escuchar que existía otra alternativa. —El trasplante cardíaco es una intervención quirúrgica en la que reemplazamos el corazón enfermo por el corazón sano d
Carol llevaba una noche entera sin dormir, sin despegarse de su madre, velando su sueño, su respiración, mientras el monitor cardíaco no dejaba de sonar, brindándole un poco de sosiego. La enfermera entraba cada cierto tiempo para revisar su presión arterial, su frecuencia cardíaca y su saturación de oxígeno.—Todo está en orden —le informaba para darle un poco de tranquilidad, pero en realidad nada lograba calmarla del todo. Según las palabras del médico, podrían regresar a casa en un par de días, mientras esperaban por el trasplante de corazón. Por el momento, su madre solamente necesitaba seguir una dieta rigurosa y cumplir con el tratamiento a cabalidad. Sin embargo, Carol no dejaba de pensar en el dinero necesario para dicha operación. No sabía qué hacer para conseguirlo, se sentía en un callejón sin salida. De esa manera amaneció y pasó gran parte del día en la clínica. La joven olvidó absolutamente todo, incluso su teléfono celular se quedó sin batería. Pero le esperaba otr
—Te has perdido dos exámenes en los últimos días. Pero hablé con el profesor para que te diera la oportunidad de recuperar. —Muchas gracias, Julián —suspiró Carol, mirando a su compañero de clases, quien acababa de llegar al hospital luego de enterarse de lo ocurrido con su madre.Las cosas habían empeorado tras una recaída que tuvo, así que ya no la darían de alta como se había previsto. Su madre debía quedarse en el hospital siendo monitoreada constantemente. Sin embargo, odiaba la idea de irse y dejarla sola en ese lugar. Odiaba tener que regresar a trabajar o ir a la universidad como si nada pasara, como si su mundo no se estuviera desmoronando lentamente. Quería estar con ella en todo momento. Temía que algo malo le pasará si no estaba. Eso no se lo perdonaría jamás. —¿Cómo sigue tu mamá? —preguntó el muchacho al notar su silencio y la humedad que empezaba a formarse en sus ojos. —Mal. Muy mal. Los brazos de Julián la envolvieron en un abrazo de consuelo, pero era en vano. T
Se suponía que el contrato duraría únicamente seis meses y, el tiempo que había transcurrido hasta la fecha, eran dos meses. Dos meses en los que se había arrodillado frente a él y había succionado su miembro sin descanso. Estaba harta de seguir siendo tratada como una puta y, aunque en un inicio lo había aceptado, ya no estaba dispuesta a seguir humillándose sin importar las circunstancias. «No olvides a tu madre», pareció susurrarle su mente. Carol desvió la mirada de los ojos penetrantes de su jefe. Estaba cansada, y con deseos de rendirse, pero no podía. De cierta manera, estaba atrapada en este juego retorcido. Sin poder contener la emoción, sus ojos se anegaron en lágrimas y se odió por eso. Odio mostrarse débil frente a él, frente a este hombre que no había hecho más que humillarla. ¿Cuál era el mal que ella le había hecho? ¿Por qué la odiaba? De repente, se dio cuenta de que las ruedas de su silla comenzaron a moverse, Carol levantó la mirada y lo encontró a un pa