Veinte horas después 

La angustia ya ha pasado a desesperación y las ganas de sobrevivir, poco a poco disminuyen al igual que la energía. Tenemos hambre y no hay algo que podamos comer. Aunque soy la que dirige la supuesta ruta de salvación, mis manos ya no dan más y por eso, me detengo.

No quiero llorar, pero, me es imposible no hacerlo, cuando siento que la debilidad no me deja avanzar más. Mi cuerpo está demasiado débil y adolorido para seguir y eso, me hace sentir tan molesta, que no puedo dejar de llorar.

— Debemos detenemos un poco. Flotemos dejando que el mar nos lleve allí. — propone uno de los chicos y otro niega.

— Iríamos del otro lado. La corriente está en nuestra contra, no podemos detenernos. — dice Darwin y yo quiero detener mi llanto para decir que las cosas están bien, que todo está bien.

Pero, no lo está. Nada est&a