Pero Alicia no le creyó y le dio otro golpe —Deja de intentar engañarme con Sara, no te creo nada.—¡Alicia! —exclamé.Mi voz hizo que Alicia se estremeciera. Cuando volteó a verme, sus ojos brillaron por un instante, pero luego pareció darse cuenta de que había presenciado su momento íntimo con Gabriel y sus mejillas se tornaron rojas.Soltó apresurada la mano de Gabriel y se acercó a mí —Sara, ya llegaste. ¿Ya comiste? Le diré a Milena que te prepare algo...—Alicia, ya comí —mentí, pues en realidad no había probado bocado.En ese preciso momento me di cuenta de que ni siquiera le había preguntado a Sergio si había comido.—¿Por qué no vienes a comer a casa, niña? —me regañó con firmeza Alicia.Actuaba como si Sergio fuera invisible, sin dirigirle una sola palabra. Sabía que no era porque no lo hubiera visto o porque estuviera muy ocupada hablando conmigo. Era su manera de expresar que no lo aceptaba.Pero siendo la dama de alta sociedad que era, después de ignorarlo por medio minuto
En ese preciso momento, Sergio giró su cabeza hacia mí.Al mismo tiempo, su mano que sostenía la mía se apretó notablemente.De repente, sentí como si me hubiera agarrado el corazón.Dicen que las manos están conectadas al corazón, y qué cierto es.—Le daré todo a Sara, la amaré como a mi propia vida y la protegeré completamente —los ojos de Sergio no se apartaban de mí, oscuros y profundos como el mar y brillantes como las olas."Profundo como el mar", por fin entendí el significado de esas palabras al ver su mirada.Aunque nuestra relación era simplemente una actuación, podía sentir que Sergio me estaba haciendo una declaración sincera.Este hombre sabe cómo seducir.Convirtiendo la ficción en realidad.Tenía que seguirle el juego, así que levanté mi mano para corresponder su amable gesto, pero su actitud me hizo rechinar los dientes. Le pedí que solo actuara, no que lo volviera real.Entonces, llevé mi mano a su rostro y lo pellizqué suavemente. Siendo él tan serio y formal, quizás
Desde que dejé de verme obligada a practicar caligrafía con Gabriel, ¿por qué escribiría por mi cuenta? A pesar de mi edad, soy como una estudiante de primaria: si puedo evitar el esfuerzo, definitivamente lo haré.—No te preocupes, escribe con confianza. Como sea que salga, está bien —me animó con agrado Gabriel, acercándome más la pluma.¿Cómo podría seguir rechazándola?Aunque ya había sostenido la pluma cuando la compramos, al tomarla esta vez, claramente sentí que pesaba muchísimo más.Tal vez era porque estaba cargada de tinta, o quizás por la gran expectativa en los ojos de Gabriel.Él esperaba que pudiera escribir como antes, que todavía tuviera ojos y corazón solo para Carlos, que siguiera siendo la pequeña princesa de los Jiménez.Cuando empecé a escribir, mi mano temblorosa hizo que, a pesar de mi esfuerzo, los trazos quedaran bastante irregulares.Sabía que Gabriel no me pidió escribir para evaluar mi caligrafía, sino para ver mis verdaderos sentimientos.—¡Vivir el presen
Los pasos de Gabriel se detuvieron de golpe, incluso sentí que su cuerpo se tambaleó al instante.Rápidamente lo sostuve —Gabriel...Se volvió hacia mí —Sara, ¿por qué preguntas eso de repente?Pensé en las palabras de Sergio, pero no podía contárselas a Gabriel, así que solo respondí vagamente —No te preocupes, solo preguntaba por preguntar.La sonrisa había desaparecido por completo del rostro de Gabriel, y verlo así me asustó un poco.—Sara, el accidente de tus padres fue solo eso, un accidente. Yo mismo fui a la trágica escena, hay registros policiales e informes periciales —dijo Gabriel con mucha seriedad.Yo no estuve presente en el accidente, no sé exactamente qué sucedió.Sé que Gabriel no me dejó ir en ese preciso momento para protegerme, para evitar que viera algo tan cruel, pero esto se convirtió en un arrepentimiento que llevaré toda la vida.—Sara, si tienes dudas al respecto o no lo crees, puedes revisar los registros de ese año —el rostro de Gabriel se había puesto pálid
—Bien —acepté mirando a Alicia—. Alicia, nos vamos.Alicia pareció notar de repente mi mal semblante y miró instintiva hacia arriba, tal vez preguntándose qué había hablado con Gabriel. No insistió en que nos quedáramos —Tengan cuidado en el camino.Sergio y yo nos fuimos. Cuando subimos al auto y estaba por arrancar, él me detuvo —¿Qué pasó?—Nada, hablamos de mis padres —no le oculté nada a Sergio.—¿Le preguntaste sobre el accidente? —adivinó de inmediato.Sonreí con cierta ironía —Por tu influencia, quise aclarar las cosas.—¿Y qué averiguaste? —volvió a preguntar.Pensando en las palabras de Gabriel, arranqué el auto, pisé el acelerador a fondo y le respondí —Fue solo un accidente.Mientras salíamos de la propiedad de los Jiménez, agregué —Hay informes periciales con respecto a la escena.Sergio no dijo más. Mientras regresábamos, ya era de noche y las luces brillaban por toda la ciudad, especialmente en la zona peatonal, donde el tráfico empezaba a congestionarse un poco.—¿Has c
"El cobro es por etapas: tomarse de las manos, abrazos, besos. Ese fue mi acuerdo con el chico de la cita a ciegas.Ahora que Sergio dice esto, seguro que lo sabe muy bien.Parece que después de golpear a ese chico aquella noche, hubo más consecuencias, aunque nunca me lo dijo.Este Sergio, ¿qué puedo decir de él?Pero no me besó, sino que solamente me jaló entre la multitud, corriendo como locos...Era mi primera vez corriendo así por el centro, rodeados de miradas sorprendidas. La gente no entendía porque corríamos, pero instintivamente nos abrían paso.Así que, en la calle bulliciosa y llena, la gente se apartaba asombrada a los lados, y nosotros corríamos por el medio. Él sostenía mi mano, volteando a verme de vez en cuando, como una escena perfecta de una película de acción.El viento desordenaba mi cabello largo, y mientras veía a Sergio llevándome así, de repente sentí como si estuviéramos fugándonos juntos.Solo cuando empecé a respirar con dificultad, Sergio redujo el paso, ha
—Pruébala —Sergio acercó su paleta a mi boca.Instintiva giré la cabeza, pero él insistió, con esa actitud de que no se rendiría hasta que probara.No tuve más remedio que dar un pequeño mordisco a su paleta. Era una mezcla de dulce y ácido, muy tradicional.Para ser honesta, no estaba mala, pero prefería las mías con su sabor suave, dulce y frutal.Pero ante la mirada expectante de Sergio, solo pude fingir que me encantaba y, con la boca llena, le murmuré: —Está buenísima.—Quiero probar la tuya —le pidió Sergio, sin haber probado la suya.Por instinto, escondí mis paletas detrás de mi espalda, como una inocente niña protegiendo sus dulces.Sergio se rio: —Solo quiero probar una, no te las voy a quitar todas. Mira qué asustada estás.Luego añadió con una traviesa sonrisa: —Qué tacaña eres.La verdad es que sí, yo también lo sentía así.¿Qué más daba compartir una paleta?Así que saqué la caja, eran paletas pequeñas, cinco diferentes sabores de fruta: —Toma, elige una.Sergio ni miró l
—Quiero un raspado de tamarindo.Es mi favorito.Sergio frunció el ceño al ver mi pedido.—¿Qué? ¿No te gusta? —le pregunté precisamente a propósito.—No es bueno que las chicas coman tantas cosas frías —respondió Sergio.Me reí: —Vaya, Sergio, qué bien conoces a las mujeres. ¿Seguro que nunca has tenido novia?—Nunca —afirmó con seguridad.Torcí la boca con una expresión de "ni quién te crea".—Tengo una hermana, por eso sé algunas cosas sobre la salud de las mujeres —sus palabras me hicieron detener en ese momento la cuchara a medio camino.¿Tiene una hermana?Nunca la había mencionado.De repente me vino a la mente esa canción: "¿Cuántas hermanas tienes en realidad?"Como si me leyera la mente, Sergio aclaró de inmediato: —Hermana de sangre, mismo padre y madre.Volví a mi raspado: —Nunca lo habías mencionado.—No había encontrado el momento adecuado —Sergio probó el raspado y vi claramente cómo arrugó la nariz.No le gustaba.A Carlos tampoco le gustaba antes.Decía que estas cosas