¿Me estaba haciendo ciertas insinuaciones con cara seria? Era una persona tan recta... Por eso pensaba que él era un hombre bastante serio y yo era quien tenía la mente sucia.—¿No me crees? Pruébalo —su mirada ardiente me hizo sonrojar de nuevo.Le di un ligero pellizco, fingiendo enojo:—¿Quieres escuchar o no? Si no, me callo.—¡Escucho!Mirando distraído por la ventana, le conté lo que Alejandro me había dicho aquel día. Después de escucharme, comprendiendo mis pensamientos, preguntó:—¿Estás preocupada por eso?—Sí, pero no por Carlos, sino por la empresa —corregí de inmediato su suposición.—Lo sé —rozó mi cabeza—. Piensas que este asunto es más complejo de lo que sabes, ¿verdad?Sergio me entendía a la perfección. —Tus preocupaciones tienen un buen fundamento. Quizás todo estaba calculado desde que Alejandro regresó —sus palabras me dejaron atónita.—¿Tú crees? —aunque tenía mis sospechas, oírlo de forma tan directa de Sergio me impactó demasiado.Conocía muy bien a Alejandro:
Cuando el avión aterrizó, ya era el atardecer.Los últimos rayos del sol eran tan hermosos como sangre derramada, tan deslumbrantes que hacían temblar por completo el corazón.—Sergio, ¡es el atardecer más hermoso que he visto en mi vida! —exclamé.—También para mí —coincidió Sergio.Siempre era así, ya ni me sorprendía.Hasta que en el coche vi su publicación en redes sociales: una hermosa foto del atardecer con el texto "porque estás a mi lado".A primera vista el texto no parecía estar relacionado con la imagen, pero recordando lo que habíamos dicho en el avión, todo cobraba sentido: "Es el atardecer más hermoso que he visto en mi vida, porque estás a mi lado".¡Vaya!Si alguien dice que Sergio no sabe mostrar su amor, yo sería la primera en discreparlo.Es demasiado bueno en ello.—Sergio, ¿has regresado para celebrar tu boda? —bromeó el conductor.Era amigo de Sergio y nos esperaba diligente cuando bajamos del avión.—No, esta vez no —la respuesta de Sergio también fue única.¿Est
Cuando Sergio y yo bajamos del auto, Mariana estaba leyendo en la mecedora del patio. La brisa movía con suavidad su falda, creando una escena casi irreal, como sacada de un inigualable sueño.Estaba tan concentrada en su lectura que ni siquiera notó cuando estacionamos en la entrada, hasta que Mateo la llamó:—Mariana, ¿adivina quién llegó?—Mateo, con ese cacharro tuyo que suena como tractor, ni necesito mirar para saber que eres tú —respondió Mariana, haciéndome soltar una fuerte carcajada.Mateo pareció algo avergonzado, rascándose un poco la cabeza:—No solo estoy yo, hay alguien más.Mariana volteó una página con tranquilidad y siguió leyendo, ignorando por completo a Mateo.Cuando él quiso decir algo más, le hice una ligera expresión de negación y me acerqué a ella.Me paré detrás de su silla y miré el libro que sostenía:—¿No habías leído ya este libro?La última vez que vine, este mismo libro estaba en su mesita de noche. Era una antigua novela romántica.Mariana se sobresaltó
—¿Qué pasa? —pregunté sonriendo.Mariana se mordió nerviosa el labio:—Sara, ¿es muy costosa la operación?Mi corazón se estrujó al escucharla, temiendo que cambiara de opinión por el dinero:—No, no es tanto, y no te preocupes por eso. Sergio acaba de conseguir un nuevo trabajo como ingeniero técnico y la verdad, gana muy bien.Mariana en ese momento guardó silencio. Me acerqué un poco más a ella, recordando que en psicología existe el efecto de la proximidad física: a veces la confianza entre las personas no se gana con palabras, sino simplemente acercándote un paso más.Acaricié su largo y sedoso cabello negro:—El médico que te operará es compañero de mi amigo, es excelente. Realmente, tú no pienses en nada, solo concéntrate en estar bien. Después de la operación estarás completamente sana.—Sara —los ojos de Mariana brillaron con lágrimas—, eres tan buena.Sonreí feliz:—Claro, si no lo fuera, Sergio no me habría querido tanto tiempo.Mariana sonrio:—Sara, tu historia de amor con
Nos quedamos inmóviles en completo silencio junto al lago, escuchando el sonido del agua movida por el viento, pero después de un largo rato empecé a sentirme cansada, mi cuerpo comenzó a inquietarse.—¿Qué sucede? —preguntó Sergio.—Deseo sentarme en algún lado, me duelen un poco las piernas de estar de pie —confesé.Sergio miró alrededor y, de repente, sentí que me elevaba: me había tomado por la cintura y me llevaba directo hacia una gran roca cercana. Aunque ya estaba acostumbrada a que me abrazara como si fuera su almohada, fingí cierta timidez y dije:—No te preocupes, puedo caminar sola.—¿Con las piernas adoloridas? ¿Cómo vas a caminar?Saqué la lengua y me callé.Sergio me bajó y se sentó. Cuando iba a acercarme a su lado, extendió sus largos brazos y me sentó cariñoso en sus piernas. Apenas me preguntaba qué estaba haciendo cuando susurró en mi oído:—La piedra está fría.¿Existiría un novio más atento que Sergio? Quizás sí, pero para mí, ya no.—Gracias, novio —le di un lige
Los ojos de Sergio se contrajeron con brusquedad y me aferré a él:—¿Es eso?—¿Por qué piensas eso? —me respondió con otra pregunta.Estaba por decirle que Alicia lo había mencionado cuando la voz de Mariana de repente sonó a lo lejos:—¡Sara, tu celular no ha dejado de sonar!Venía corriendo hacia nosotros, aunque no debía hacerlo por su corazón.—¡Vale, ya voy! —me levanté apresurada de las piernas de Sergio y corrí hacia ella.Era Alicia quien llamaba, y lo había hecho varias veces. Debía ser urgente.—Señora —contesté.—Sara, ¿por qué no contestabas? ¿Pasó algo? —preguntó Alicia nerviosa.—No, es que no tenía el teléfono conmigo.Alicia suspiró aliviada:—Me asusté tanto que empecé de inmediato a imaginar cosas.—La próxima vez lo tendré cerca —prometí obedientemente, y pregunté—: ¿Necesitaba algo, señora?—¡Estoy furiosa! —exclamó de repente Alicia.Sonreí levemente:—¿Quién la hizo enojar? ¿Gabriel?—Si él me hiciera enojar, lo mataría —mostró su lado feroz—. Es el imbécil de Carl
—Sergio tiene suerte de casarse contigo —dijo con nostalgia Alicia.Esbocé una leve sonrisa sin responder.En realidad, ¿no era yo también afortunada? Cuando Carlos me traicionó, encontré a Sergio, quien me sanó y me redimió por completo.—¿Cuándo volverán? —preguntó ansiosa Alicia.—No estoy segura —respondí sin dar detalles.Alicia suspiró con tristeza:—Sara, cuando regreses, ven a hablar conmigo. Me siento muy angustiada.Pensando en que el conflicto entre ella y Carlos se debía en parte a que me defendió echando a Beatriz, acepté resignada:—Claro, iré a verlos a usted y a Gabriel cuando regrese.—Bien, y cuídate mucho, ten cuidado en lugares desconocidos —me advirtió cautelosa.—Lo haré —respondí—. Y usted no se enoje tanto.—Ay... —suspiró profundamente Alicia.Colgué y exhalé por un largo rato.Desde el conflicto con Carlos, notaba que las conversaciones con Alicia y Gabriel se tornaban cada vez más agobiantes.Guardé cuidadosa el teléfono y miré hacia Sergio y su hermana. No s
Me dio un vuelco total el corazón. Primero Alicia dijo que parecían palabras de despedida, y ahora Beatriz decía que parecía haber dejado todo listo como para morir. Claramente ambas notaban que el comportamiento de Carlos era bastante extraño.De repente recordé un sueño que había tenido, y aquella pregunta de Carlos sobre qué pasaría si él muriera...Aunque ya no sentía amor ni odio por él, ante un asunto de vida o muerte, no podía ignorarlo, aunque solo fuera un extraño.Beatriz seguía llorando desconsolada, pero se equivocaba de persona: no me daría lástima ni la consolaría.Sin embargo, basándome en lo que conocía de Carlos, le dije con total sinceridad:—Carlos no es ese tipo de persona.Alguien que se rinde con facilidad ante los problemas y quiere morir no tiene determinación ni se hace responsable de sí mismo, mucho menos de otros.—Yo también creo que Carlos no es alguien que tomaría decisiones tan drásticas —cambió de repente Beatriz su tono siguiéndome la corriente—, pero n