¿Cuánto tiempo había pasado mientras el chico se encontraba laborando? Era cierto que su mayor fuerte comenzaba durante la noche, tan pronto como el disco lunar saludaba al oscuro cielo estrellado, pero la contabilidad y los números eran algo que aquel chico necesitaba en su vida si realmente deseaba emprender su propio negocio, y eso hacía. Quizá no era lo más honesto, pero quedarse dentro de lo que él consideraba como su profesión le permitía mantenerse día a día y, aun así, gozar de ciertos lujos.Un par de personas trabajaban para él, dos de las cuales tan solo conocía nombres, números de teléfono y rostros, además de identificaciones. No les había conocido a la cara todavía ya que sabía perfectamente que la mejor manera de usar a estos a su favor era manteniéndose en el anonimato, aunque pronto posiblemente optaría por reunirse con ellos. Todo dependería de lo que el destino le deparara. Solo existía una manera de intervenir y era en caso de que alguno de sus trabajadores se vier
—¿A quién has traído a casa anoche? —se trataba de una voz desconocida para el rubio, pero el dolor de cabeza y su estado de recién levantado tampoco le permitían comprender del todo lo que estaba ocurriendo—. Andrew, por amor a dios, ¿con quién te estás enrollando?—Pronto le conocerás, Justin —allí estaba la voz del sujeto que generaba emociones en Leblanc. ¿Dónde estaba? ¿De verdad nuevamente estaba despertando en las propiedades del chico?—. No te apresures a los acontecimientos. Sabes mejor que nadie que no soy alguien de ocultarte las cosas.—Solo quiero que tengas cuidado con las personas que se acercan a ti, Andrew. Sabes perfectamente que no posees el mismo nivel de conocimiento que el resto de nosotros —un suspiro fue lo suficientemente audible para el rubio, quien seguía dentro de lo que le parecía ser una habitación—. Te esperaré abajo.—Voy en un momento. El desayuno está servido.Royner había conseguido sentarse sobre la cama intentando ignorar su fuerte dolor de cabeza.
—Royner Leblanc, ¿no? —la voz del rubio frente a él le sacó por completo de sus pensamientos. Era gruesa e incluso más rasposa que la de Andrew, por lo que no era un efecto diferente el que este generaba en el chico. Roy simplemente asintió—. Un ídolo sexual al que muchos desean en el bajo mundo. Eso eres —los ojos del invitado se abrieron al escuchar semejante sentencia. ¿Le había investigado? Definitivamente se trataba de una familia peligrosa—. Revisé las cámaras de seguridad y me bastó con tu rostro para que Aura supiera todo de ti —¿quién demonios era Aura? ¿Existía una mujer dentro de esas paredes? ¿De verdad podía existir alguien tan privilegiado en el mundo? Sea como fuera ese no era el problema ahora—. No tengo la menor idea de lo que estás haciendo aquí, pero solo tengo una advertencia que hacerte. Tú decides si seguir junto a Andrew o desistir de esto, pero lo que Zion ha dicho no es tan descabellado. Si le haces daño… no puedo garantizarte que podamos dejarte con vida —Jus
—No estoy seguro de que estemos haciendo lo correcto —los puños del más delgado se cerraban aferrándose a las sábanas mientras los besos del contrario le obligaban a gemir ligeramente entre cada frase—. No soy alguien que le guste ser atado a una sola persona, además… —se detuvo al sentir la mano del castaño invadir su torso por debajo de su camisa mientras comenzaba a juguetear con los puntos sensibles del chico—. Ni siquiera estoy de acuerdo con el amor. Es un sentimiento inservible que solo contribuye a vínculos que se traducen en dramas y debilidad —jadeaba intentando mantener la cordura, pero Andrew no se la ponía para nada fácil.—¿Entonces? —inquirió el chico de voz gruesa permitiéndose pasar su lengua por la nuca de este de una manera lenta y extremadamente sensual—. ¿Qué es lo que quieres decir realmente? Pareces divagar demasiado —el jugueteo con sus dedos sobre el torso del contrario lentamente comenzó a descender por su abdomen hasta amenazar con adentrarse bajó el pantaló
Un día definido como el peor de todos, uno en el que Royner había tenido que escuchar los largos sermones de Joseph por haber faltado al espectáculo y, peor aún, haber dejado de responder sus llamadas y mensajes de texto. Ya era evidente que algo como esto le esperaba por su jueguito de ayer, más aún ya que uno de los trabajadores del local pasaba por el sector justo cuando el chico se subía en la motocicleta de “el extraño”, según mencionaba el dueño de allí.Escuchar y recibir críticas era algo común dentro de la vida del rubio. Muchos más lo era sentirse regañado por personas de las cuales necesitaba para vivir, pero en ese momento lo último que deseaba era escuchar a alguien por más de cinco minutos recordándole lo desdichado que era por depender de los demás. ¿De verdad resultaba necesario recordarle que vivía gracias al salario que le otorgaba el bar? ¿Realmente debía decirle que sus clientes más prominentes eran conseguidos por Joseph mismo y no por sus propios méritos?—Royner
¿Cuánto tiempo había pasado desde que Joseph se permitió aceptar al joven rubio dentro de su club? Quizá podría llamarse el beneficio de la duda para un chico extremadamente sexy que contaba con el potencial para convertirse en una celebridad dentro de lo que él manejaba. Quizá existían futuros mejores para él, pero lo único que el moreno era capaz de ofrecerle era uno donde su cuerpo se convirtiera en la herramienta que alquilaría con el fin de ganar dinero. ¿Estaba mal? Era su área y al darse cuenta de que el chico estaba de acuerdo entonces supo que las cosas irían por buen camino.Un par de años, aproximadamente, en los cuales el inexperto Royner había conseguido destacar en lo que allí se le encargaba. Era cierto que gracias a él las personas solían visitar aquel lugar con mayor frecuencia, pero para Joseph también se trataba de una realidad que nada de lo que Royner tenía ahora, incluyendo su popularidad, hubiese sido posible de no ser por el entrenamiento que este le había dado
Gemidos, placer y mucha, pero mucha pasión. Eso era lo que solía rodear al joven Royner Leblanc, un sujeto que parecía alimentarse del placer que le generaba el acto sexual. Trabajaba en un bar al cual asistían múltiples clientes de distintas sexualidades y de distintos géneros con el fin de complacer al chico y, por supuesto, conseguir que él mismo les ayudara a sentirse en el mismísimo cielo, porque a fin de cuentas era todo un experto en eso. Podrás darte cuenta de eso en el transcurso de la lectura de cada una de las líneas que redacto para ti, porque está claro que podremos llegar a entendernos bien entre tú y yo. Podemos incluso jugar a algo… ¿serás capaz de adivinar mi identidad antes de que todo acabe? Es un reto para ti, apreciado lector.Volviendo al asunto principal, tan pronto como las luces se apagaban en aquel bar todo estaba programado para que aquel sujeto representativo hiciera su lujuriosa entrada. Claro, Royner se había convertido en todo un emblema de alguien sensu
Fue el joven Leblanc quien decidió comenzar a cambiar su ropa. Era cierto que el bondage parecía ser una idea fenomenal para una actuación frente a muchas personas, pero en definitiva para una velada apasionada… ¡también lo era! Sin embargo conocía bien las instrucciones de su jefe y cuando este no realizaba ningún tipo de solicitud sobre la ropa que debía llevar comprendía que necesitaba usar una bata. No se trataba de un cliente con preferencias peculiares.Retocó rápidamente su maquillaje y acomodó sus aretes antes de salir con su preciosa bata de colores rojo y dorado. Sí, fácilmente alguien podría decir que estábamos frente a un chico cuyo sueño frustrado era formar parte de la realeza. Traía en su boca un cigarrillo, el cual tomaba con elegancia. Abrió la puerta de la habitación que podría considerarse su oficina personal y pudo ver por fin a aquella chica que solía frecuentar su bar. Un instante en el cual comprendió la razón por la cual se había solicitado que fuese con un arr