Fue el joven Leblanc quien decidió comenzar a cambiar su ropa. Era cierto que el bondage parecía ser una idea fenomenal para una actuación frente a muchas personas, pero en definitiva para una velada apasionada… ¡también lo era! Sin embargo conocía bien las instrucciones de su jefe y cuando este no realizaba ningún tipo de solicitud sobre la ropa que debía llevar comprendía que necesitaba usar una bata. No se trataba de un cliente con preferencias peculiares.
Retocó rápidamente su maquillaje y acomodó sus aretes antes de salir con su preciosa bata de colores rojo y dorado. Sí, fácilmente alguien podría decir que estábamos frente a un chico cuyo sueño frustrado era formar parte de la realeza. Traía en su boca un cigarrillo, el cual tomaba con elegancia. Abrió la puerta de la habitación que podría considerarse su oficina personal y pudo ver por fin a aquella chica que solía frecuentar su bar. Un instante en el cual comprendió la razón por la cual se había solicitado que fuese con un arreglo sencillo.
Leblanc sonrió.
—Ashley, habían pasado algunos días sin verte —le saludó cerrando la puerta—. ¿Has estado bien? Ah, bombón, debes saber de antemano que no tienes buen semblante.
El chico se acercó a esta, no sin antes permitirse disfrutar del exquisito aroma a rosas que impregnaba aquella habitación. ¿Podía estar en un lugar mejor arreglado? Luces tenues, velas aromáticas y una cama que era tan cómoda como el mismísimo infierno. Sí, digamos que Royner amaba todo lo relacionado a aquel lugar. Quizá en su otra vida pudo haber sido un demonio, un incubo que se alimentaba día y noche del placer que el acto sexual dejaba para él, pero no era este el caso.
Se acomodó a un lado de Ashley sellando rápidamente y sin pensarlo un delicioso beso impregnado de sabor al cigarrillo que aún fumaba. La chica le conocía y era la razón por la cual estaba allí. Leblanc le envolvió con un brazo acariciando una de las piernas descubiertas de esta.
—Puedes contarme —solicitó este sin mirarla a los ojos—. De nuevo estamos hablando de problemas de identidad.
—Me ha dicho que dudaba de mi amor por ella, Roy —se desahogó rápidamente consiguiendo que este simplemente suspirara—. Afirma que tengo a alguien más. Creo que todo se debe a las noches en las cuales vengo a verte.
—A ver, preciosa muñequita de torta, ¿realmente te gusta pasar por todas esas calamidades? —el sujeto atrevido jugaba a ser un muñequito con sus dedos índice y medio, recorriendo el costado de su clienta, pasando por su cuello antes de sujetarla nuevamente y ahogar su respiración en un nuevo y apasionado beso, uno en el cual se aseguró de absorber todo el oxígeno que almacenaba. Sí, el chico era un experto en lo que hacía—. ¿No es mejor disfrutar de todo lo que el placer te ofrece? —un hilito de saliva aun unía sus bocas.
—No sé, Royner —la chica disfrutaba cada contacto que este tenía para con ella y las sensaciones que le permitía experimentar parecían sacadas del mismísimo cielo—. Sabes que la amo.
Ashley era una chica de piel pálida al igual que él. Presumía un precioso cabello rojo como el fuego de los siete infiernos y su figura corporal era tan perfecta que incluso Afrodita sería capaz de sentir envidia por ella. Así eran los clientes de Royner. De vez en cuando se coleaba algún molesto anciano con ganas de introducir su masculinidad con problemas de sueño en algún lugar y claro, a pesar de no ser de su completo agrado al saber que tendría de por medio las altísimas sumas que cobraba por ello conseguía hacerlo más llevadero, pero no era el caso de ella.
—Amor, amor, amor —repitió tres veces en señal de énfasis—. Por amor La Sirenita perdió su habilidad de hablar. Por amor nuestra preciosísima Maléfica perdió sus alas —Roy negó con la cabeza luego de hacer aquel par de citas a las cadenas de películas de Walt Disney—. Tragedias y más tragedias… ¿no te parece que es momento de hacer un stop y buscar ese anhelado final feliz?
—Todas lo tuvieron —argumentó Ashley sintiendo dudas.
—O es lo que toda la industria cinematográfica intentó hacernos creer —un bufido seguido de exquisitas caricias por parte del chico a algunos lugares sensibles dama—. ¿Lo ves? Al final todo se reduce a un final desastroso permitiendo que el amor te guíe —una sonrisa pícara fue la siguiente en hacer aparición y un pequeño jugueteo con la punta de su lengua tuvo lugar—. Mírame a mí. Soy feliz, disfruto y no hay cadenas que me aten.
—¿Debería escucharte? —la pregunta rápidamente fue seguida de un sutil gemido de la chica—. Suenas muy convincente.
Sus palabras fueron selladas por un profundo beso en el cual por tercera vez la chica cedió ante las acciones de Leblanc. No por nada era alabado por su trabajo y lo impecable que sostenía su reputación. Al tiempo que tenía no existía un cliente que se hubiese ido inconforme con los servicios que este prestaba y Ashley era una de sus clientas fijas. Conocía a la perfección sus puntos vulnerables y los lugares que debía usar para crear placer y mejores experiencias en esta.
Así culminó su día de trabajo… en un entorno lleno de gemidos y pasión, como era la costumbre. Un sujeto adicto al acto sexual que sellaba cada día con este sin limitantes que le ataran a algo más, porque definitivamente Royner odiaba las cadenas y el amor, para él resultaba el más horrible grillete que alguien pudiera colocarle.
***
Royner definitivamente tenía muchas cosas que agradecerle a su vida, una de ellas eran los pequeños momentos de tranquilidad de los cuales podía disfrutar por las mañanas. Era un chico que solía despertar algunas horas posteriores a la salida del sol, pero se aseguraba de aprovechar cada instante. Solía visitar un café que le traía recuerdos nostálgicos, memorias que servían para recordarle las razones por las cuales el amor no era útil, o por lo menos el romántico. Aunque… ¿había amado a alguien alguna vez de cualquier manera? La mera pregunta le resultaba en tonterías.
—¿Está ocupado este lugar o simplemente puedo sentarme? —una voz que no reconoció alcanzó los oídos del rubio, aunque estaba claro que no era la primera vez que un desconocido se dirigía a él.
—Está ocupa… —se detuvo al darse cuenta de que el sujeto ya estaba sentado en aquel lugar, exactamente frente a él—. Parece ser que no escuchas a las personas cuando hablan. No puedes sentarte allí.
—¿Tú lo haces? —el joven Leblanc alzó una ceja. Aún sentía las punzadas en su cabeza, dolores que simplemente le recordaban la cantidad de sustancias químicas ilícitas que había ingerido la noche anterior. Sí, definitivamente sus trabajos le pasaban factura el día próximo. La parte positiva de su historia era saber que podría quedarse a descansar la siguiente noche… o quizá lo usara para jugar con quien deseara de manera lúcida. Cosas que solo él sabría—. Es de mala educación ignorar a las personas.
—Perdón… ¿te conozco? —Royner sostenía entre sus dedos la pequeña taza de chocolate caliente sin siquiera alzar su mirada. No se había molestado en mirar al desconocido—. No deberías dirigirte a los extraños sin saber quiénes son.
—¿Y no es eso lo emocionante de la situación? —por fin el rubio se permitió elevar su rostro y mirar a quien le hablaba. Se trataba de un sujeto castaño de piel pálida, con ojos cafés en los cuales fácilmente cualquier preciosa chica podía perderse y no volver nunca más. Sus facciones eran gruesas y firmes pero para nada grotescas. Se trataba de un ángel caído del cielo—. Lo conocido es aburrido, pero los seres humanos tememos a lo desconocido —sus palabras hicieron que Roy frunciera el ceño. Sentía que le conocía de algún lugar pero simplemente no conseguía dar con el origen de esa memoria. ¿De dónde había salido semejante preciosura?
Lo desconocido es más interesante que lo conocido… Royner no tenía muchos argumentos para derrumbar semejante argumento.—Tienes una lógica bastante… interesante —una sonrisa landina se instaló en los labios del rubio demostrando que la persona frente a él definitivamente había captado su interés—. ¿Quién eres?—Ah, a ver, ¿qué parte de que lo desconocido es más interesante no terminaste de comprender? —fue entonces cuando el chico captó lo que aquel sujeto que ahora compartía mesa con él le quería decir—. Es cierto que has captado mi atención, pero creo que será interesante mantenernos en el anonimato —un guiño que rápidamente consiguió que las mejillas de Roy se ruborizaran.Era verdad que se consideraba a sí mismo como un hueso duro de roer en lo que respectaba a las conquistas, pero aquel sujeto de nombre desconocido se había abierto paso en cada una de sus defensas y justo ahora parecía tener el control de la situación. Se levantó ya que su nombre había sido llamado en vista de q
Eran muchas las veces que Roy se había permitido viajar sobre una motocicleta con algunos de sus clientes a quienes les pedía que le llevaran a casa. Él tenía su propio auto, pero la sensación de ser transportado por la misma persona con quien había pasado la noche era un fetiche que con el paso del tiempo se había abierto paso en su forma de dirigir las cosas. Habían quienes le llevaban satisfechos y otros que simplemente no querían tener más vínculos con este y le miraban mal, pero estaba en las condiciones de pago para pasar la noche con este, por lo que le daba igual si le miraban de una manera asesina o no. Esta vez, sin embargo, era diferente. Estaba siendo llevado, pero no a su casa. El piloto de aquel vehículo que se movía a altísimas velocidades era uno con quien no había pasado la noche pero quien le creaba una cantidad de sensaciones imposibles de describir. ¿Qué ocurría en el interior del ídolo de muchos? Era bastante contradictorio que incluso él ahora tuviese a alguien
Afirmaciones y peticiones subidas de tono dentro de un clima calurosamente helado. Era así, mientras las temperaturas del lugar eran bajo cero el calor en el cuerpo de los dos presentes parecía elevarse cada vez más. Había comenzado con un profundo beso que saciaba el nivel de lujuria que Royner sentía luego de haber escuchado semejante cantidad de palabras llenas de posesión… y es que durante cada segundo que se encontraron en aquel contacto el nivel de dominio y autoridad no había menguado por parte de Andrew. El castaño le dominaba en totalidad demostrándole lo sorprendente y hábil que podía llegar a ser con eso.Lentamente las caricias comenzaron y el juego de lenguas fue pasando a un despojo de prendas. ¿Cuánto había disfrutado el rubio en el instante en que fue capaz de hacer desaparecer la camiseta ajustada que traía el joven Ryder y por fin apreciar aquel torso tallado por los dioses griegos? Era un deleite para su vista, pero sobre todo para su tacto y gusto, ya que los besos
¿Cuánto tiempo había pasado mientras el chico se encontraba laborando? Era cierto que su mayor fuerte comenzaba durante la noche, tan pronto como el disco lunar saludaba al oscuro cielo estrellado, pero la contabilidad y los números eran algo que aquel chico necesitaba en su vida si realmente deseaba emprender su propio negocio, y eso hacía. Quizá no era lo más honesto, pero quedarse dentro de lo que él consideraba como su profesión le permitía mantenerse día a día y, aun así, gozar de ciertos lujos.Un par de personas trabajaban para él, dos de las cuales tan solo conocía nombres, números de teléfono y rostros, además de identificaciones. No les había conocido a la cara todavía ya que sabía perfectamente que la mejor manera de usar a estos a su favor era manteniéndose en el anonimato, aunque pronto posiblemente optaría por reunirse con ellos. Todo dependería de lo que el destino le deparara. Solo existía una manera de intervenir y era en caso de que alguno de sus trabajadores se vier
—¿A quién has traído a casa anoche? —se trataba de una voz desconocida para el rubio, pero el dolor de cabeza y su estado de recién levantado tampoco le permitían comprender del todo lo que estaba ocurriendo—. Andrew, por amor a dios, ¿con quién te estás enrollando?—Pronto le conocerás, Justin —allí estaba la voz del sujeto que generaba emociones en Leblanc. ¿Dónde estaba? ¿De verdad nuevamente estaba despertando en las propiedades del chico?—. No te apresures a los acontecimientos. Sabes mejor que nadie que no soy alguien de ocultarte las cosas.—Solo quiero que tengas cuidado con las personas que se acercan a ti, Andrew. Sabes perfectamente que no posees el mismo nivel de conocimiento que el resto de nosotros —un suspiro fue lo suficientemente audible para el rubio, quien seguía dentro de lo que le parecía ser una habitación—. Te esperaré abajo.—Voy en un momento. El desayuno está servido.Royner había conseguido sentarse sobre la cama intentando ignorar su fuerte dolor de cabeza.
—Royner Leblanc, ¿no? —la voz del rubio frente a él le sacó por completo de sus pensamientos. Era gruesa e incluso más rasposa que la de Andrew, por lo que no era un efecto diferente el que este generaba en el chico. Roy simplemente asintió—. Un ídolo sexual al que muchos desean en el bajo mundo. Eso eres —los ojos del invitado se abrieron al escuchar semejante sentencia. ¿Le había investigado? Definitivamente se trataba de una familia peligrosa—. Revisé las cámaras de seguridad y me bastó con tu rostro para que Aura supiera todo de ti —¿quién demonios era Aura? ¿Existía una mujer dentro de esas paredes? ¿De verdad podía existir alguien tan privilegiado en el mundo? Sea como fuera ese no era el problema ahora—. No tengo la menor idea de lo que estás haciendo aquí, pero solo tengo una advertencia que hacerte. Tú decides si seguir junto a Andrew o desistir de esto, pero lo que Zion ha dicho no es tan descabellado. Si le haces daño… no puedo garantizarte que podamos dejarte con vida —Jus
—No estoy seguro de que estemos haciendo lo correcto —los puños del más delgado se cerraban aferrándose a las sábanas mientras los besos del contrario le obligaban a gemir ligeramente entre cada frase—. No soy alguien que le guste ser atado a una sola persona, además… —se detuvo al sentir la mano del castaño invadir su torso por debajo de su camisa mientras comenzaba a juguetear con los puntos sensibles del chico—. Ni siquiera estoy de acuerdo con el amor. Es un sentimiento inservible que solo contribuye a vínculos que se traducen en dramas y debilidad —jadeaba intentando mantener la cordura, pero Andrew no se la ponía para nada fácil.—¿Entonces? —inquirió el chico de voz gruesa permitiéndose pasar su lengua por la nuca de este de una manera lenta y extremadamente sensual—. ¿Qué es lo que quieres decir realmente? Pareces divagar demasiado —el jugueteo con sus dedos sobre el torso del contrario lentamente comenzó a descender por su abdomen hasta amenazar con adentrarse bajó el pantaló
Un día definido como el peor de todos, uno en el que Royner había tenido que escuchar los largos sermones de Joseph por haber faltado al espectáculo y, peor aún, haber dejado de responder sus llamadas y mensajes de texto. Ya era evidente que algo como esto le esperaba por su jueguito de ayer, más aún ya que uno de los trabajadores del local pasaba por el sector justo cuando el chico se subía en la motocicleta de “el extraño”, según mencionaba el dueño de allí.Escuchar y recibir críticas era algo común dentro de la vida del rubio. Muchos más lo era sentirse regañado por personas de las cuales necesitaba para vivir, pero en ese momento lo último que deseaba era escuchar a alguien por más de cinco minutos recordándole lo desdichado que era por depender de los demás. ¿De verdad resultaba necesario recordarle que vivía gracias al salario que le otorgaba el bar? ¿Realmente debía decirle que sus clientes más prominentes eran conseguidos por Joseph mismo y no por sus propios méritos?—Royner