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Noah.

Despierto con la sensación de haber dormido por días, un lujo que no me puedo dar, ya que Adele sigue secuestrada en quién sabe a dónde.

Y todo ha sido por mi culpa, por no saberla defender o, quizás, por no haber tenido la cabeza lo suficientemente fría, como para elaborar un plan de rescate.

Porque pude haberlo hecho, hablar con Hugo, mi beta, y hacerle una emboscada a esos malditos.

Pero no, porque preferí darle caza yo solo, creyéndome que era el todo poderoso alfa de la manada Moonlight, un título que me hace indestructible o qué sé yo que se me metió en la cabeza.

Y ahora Adele y mi hijo están pagando las consecuencias de mi estupidez.

Así que me levanto y aunque soy el alfa, debo irme a hurtadillas, porque no quiero otra cantaleta de mi madre, quien de seguro me querrá en la cama nuevamente, para que descanse.

Como si cada minuto que pasara no fuera vital para encontrar a Adele y que yo necesitara desperdiciarlo en la cama.

Y una vez en el pasillo del ala de los alfas