La nave, con suavidad, se depositó en el suelo.
Jeorg y Yaroit salieron primeros. Yo me tarde mucho más, debido a que el traje protector que me dieron me dificultaba mucho el movimiento. Los pasos resonaban metálicos cuando caminaba y al salir a la luz del día una ola de calor me recibió.
Tras el visor el paisaje que se extendía era muy similar al que se veía desde la fortaleza de Jeorg y Yaroit. Al fin y al cabo no estábamos muy lejos: una montaña de distancia.
No pude identificar el lugar donde se encontraba la fortaleza de los Cinco, todo el paisaje parecía natural y sin signo de intervención humana, o Daoslediana más bien. Detrás de mí la nave vacía permaneció inmóvil algunos minutos, hasta que levanto vuelo y arrancó en dirección a nuestra propia fortaleza, dejándonos solos.
— ¿Dónde
Ut Serani Jeorg Macpar, iten ed Carleyt Macpar i Karlen Torun, Janerani i Patrenyc ed Arrus, Privetsagen i Herated ed zel Famyle Macpar, Tacere Orengil, Ganerel ed zes Forceas Macpar i Angermar, Nabeler ed Daosled i KalJanerani ed zel Naceof.Su señoría Jeorg Macpar, hijo de Carleyt Macpar y Karlen Torun, Gobernante y Patrono de Arrus, Primer Nacido y Heredero de la Familia Macpar, Tercer Original, General de las Fuerzas Macpar y Angermar, Protector de Daosled y vicegobernante de la Nación.Calendario terrano, 7 de febrero de 1979. Treinta y tres años antes.Sus títulos, que antes representaban en letras todo lo que era y el papel que representaba en el mundo, sonaban ahora ominosos, basados como estaban en los honores alcanzados en un mundo que para ese punto ya era polvo cósmico.El muchacho suspiró y cerr
Segunda parteDaosled“¿Acaso somos conscientes de lo que en verdad somos capaces?”El techo resonaba con las gotas de lluvia que caían, incesantes.Ni siquiera una gruesa cobija fue capaz de quitarme el intenso frío que sentía. Las lluvias llegaron a Quito, Ecuador, por lo que las grises nubes eran cosa de todos los días. Un termo con café reposaba en la mesa frente a mí, la inmensa pared de cristal estaba descubierta dejándome ver a través la ladera que bajaba hasta llegar a la ciudad que se extendía en penumbra, en silencio. El televisor de la pared estaba apagado por lo que a excepción del foco y de la poca claridad del día que entraba por el cristal, ninguna otra fuente de luz ilumina la sala.Un libro es mi única compañía, un sentim
—Lo aceptaste por fin.—No tengo opción.—Claro que la tienes. En última instancia puedes seguir ignorándolo, o enviarlo de vuelta a su dimensión, como a él mismo le dijiste.El hombre se volvió y soltó un bufido burlón.— ¿Crees tú que de verdad tengo alguna mínima idea de cómo devolverlo a su mundo?La chica le dedicó una mirada entre confundida y asombrada. — ¿Ut Serani Macpar mintiendo?—Mentir… no mentir. ¿Qué diferencia hace para este punto? Busqué y busqué toda la información que había sobre los duales, no encontré nada más de lo que poca que ya sabía. Si ese niño en verdad se convertirá en Daoslediano, tendrá que descubrir por sí mismo muchas cosas.Una ráfaga de viento sopló meciendo
En algún lugar, un torito chico cantó.Molesto, el General cerró la ventana. No quería ninguna distracción de sus labores, nada que pudiese interrumpir su línea de pensamiento.A lo largo y ancho de todo el país, de toda la Sierra, Costa y Oriente del Ecuador, los reportes de seres voladores eran cada vez más frecuentes. Los avistamientos de resplandores rojos, amarillos, azules, verdes, cafés, violetas, rosados, toda la gama de clores, se contaban casi por cientos y mientras en la frontera comenzaban los tiroteos y los sobrevuelos de aviones enemigos, él no tenía éxito en encontrar a un maldito criminal cuyo nombre llevara la letra “C”.La información que tenía afirmaba que “C” era el proveedor de armas de los Cinco, por lo que si lo encontraba podría encontrarlos a ellos también, estaba seguro. Sin embargo después de d&
Lo supo cuando lo vio.Fue solo un atisbo metálico, un pequeño destello de luz reflectante, el ruido que produjo cuando la pala chocó con él.Ahí estaba, de pie, por fin frente a frente con lo que tanto buscó. Por un momento deseo que Ivan estuviese con ella, pero aparto rápida el estúpido pensamiento.Laius Pereonte fue el primero en acercarse, en un gesto infantil que no reprimió, aunque debería. Los intensos focos incandescentes que llevaron consigo brillaban provocando sombras extrañas en el ambiente circundante.La luna se encontraba esa noche en su punto álgido y la selva silenciosa mientras Laius bajaba por el agujero excavado. Los demás soldados permanecían contemplando bajo las intensas luces el agujero a sus pies, donde en el centro se ocultaba el tesoro que tanto esperaban encontrar. Aunque oxidado y sucio, en algunas partes el metal pa
—Jeynz, tienes que levantarte ya.Por un momento, la voz que uso le sonó tanto a la que usaría una madre que se permitió sonreír ampliamente. La chiquilla rubia se movió de un lado al otro, cubriéndose con las sábanas. —Puedo dormir hasta la hora que yo quiera. Es domingo. —Su voz era pastosa y adormilada—. Chrystiane dijo que hoy tampoco haríamos nada.La rutina volvió al edificio que les servía como hogar. Mytlen ya casi olvidó que a apenas unas cuadras de distancia aún se recogían escombros, gracias a que Jeynz resultó después de todo una buena compañía, sonriente, simpática, agradable. Aunque el primer día fue difícil, un día más y un pastel de chocolate horneado por Hectovar sirvieron para acercarles más y establecer una relación de confianza entre ambas rubias. Ahora a
—Lo lograron.Jeorg y Yaroit contemplaron, él con desidia, ella con confusión, el agujero lleno de tierra carbonizada que les daba la bienvenida, en un claro en medio de la selva. Algunas armas y objetos humanos todavía permanecían tirados por los alrededores, un olor a ceniza impregnaba el aire.Hombre y chica descendieron con sus auras refulgiendo a su alrededor, como si de dos llamas se tratase. Cuando llegaron a tierra, justo al borde del agujero, Jeorg se agachó y tocó el suelo carbonizado, cubierto por una mezcla de ceniza, restos de la nave y vegetación muerta. Con algo de nostalgia deslizó entre sus dedos un vestigio metálico de lo que alguna vez fue una nave Daoslediana.<<Es el precio a pagar>> pensó, apenas sus dedos sintieron la textura áspera. ¿Era un precio justo?—No entiendo Jeorg. —Al escuchar a Yaroit, se puso de pie, Sus bot
— ¡Papá! ¿¡Dónde estás viejo hijo de puta?! —La voz sonaba pastosa, ebria; las palabras no se distinguían con claridad.Varias botellas de licor adornaban el suelo, muchas otras reposaban sobre la mesa, junto a un sinnúmero de papeles desordenados que cubrían el escritorio. Algunos estaban dispersos, indicando que algo se buscó allí, otros mojados de gotas de licor.—Tenía trece años. Trece, cuando me dejaste solo con una nave averiada y nadie más que yo para cuidarme. ¡¿Quién te dijo que tenías derecho a abandonarme?! —Las palabras se decían con una mezcla de furia y resentimiento, aunque la voz pastosa les quitaba seriedad. Tomó el último sorbo de licor que quedaba en la botella que llevaba en la mano y la arrojó a la pared frente suyo, rompiéndola con gran estruendo. Si bien era conscien