En algún lugar, un torito chico cantó.
Molesto, el General cerró la ventana. No quería ninguna distracción de sus labores, nada que pudiese interrumpir su línea de pensamiento.
A lo largo y ancho de todo el país, de toda la Sierra, Costa y Oriente del Ecuador, los reportes de seres voladores eran cada vez más frecuentes. Los avistamientos de resplandores rojos, amarillos, azules, verdes, cafés, violetas, rosados, toda la gama de clores, se contaban casi por cientos y mientras en la frontera comenzaban los tiroteos y los sobrevuelos de aviones enemigos, él no tenía éxito en encontrar a un maldito criminal cuyo nombre llevara la letra “C”.
La información que tenía afirmaba que “C” era el proveedor de armas de los Cinco, por lo que si lo encontraba podría encontrarlos a ellos también, estaba seguro. Sin embargo después de d&
Lo supo cuando lo vio.Fue solo un atisbo metálico, un pequeño destello de luz reflectante, el ruido que produjo cuando la pala chocó con él.Ahí estaba, de pie, por fin frente a frente con lo que tanto buscó. Por un momento deseo que Ivan estuviese con ella, pero aparto rápida el estúpido pensamiento.Laius Pereonte fue el primero en acercarse, en un gesto infantil que no reprimió, aunque debería. Los intensos focos incandescentes que llevaron consigo brillaban provocando sombras extrañas en el ambiente circundante.La luna se encontraba esa noche en su punto álgido y la selva silenciosa mientras Laius bajaba por el agujero excavado. Los demás soldados permanecían contemplando bajo las intensas luces el agujero a sus pies, donde en el centro se ocultaba el tesoro que tanto esperaban encontrar. Aunque oxidado y sucio, en algunas partes el metal pa
—Jeynz, tienes que levantarte ya.Por un momento, la voz que uso le sonó tanto a la que usaría una madre que se permitió sonreír ampliamente. La chiquilla rubia se movió de un lado al otro, cubriéndose con las sábanas. —Puedo dormir hasta la hora que yo quiera. Es domingo. —Su voz era pastosa y adormilada—. Chrystiane dijo que hoy tampoco haríamos nada.La rutina volvió al edificio que les servía como hogar. Mytlen ya casi olvidó que a apenas unas cuadras de distancia aún se recogían escombros, gracias a que Jeynz resultó después de todo una buena compañía, sonriente, simpática, agradable. Aunque el primer día fue difícil, un día más y un pastel de chocolate horneado por Hectovar sirvieron para acercarles más y establecer una relación de confianza entre ambas rubias. Ahora a
—Lo lograron.Jeorg y Yaroit contemplaron, él con desidia, ella con confusión, el agujero lleno de tierra carbonizada que les daba la bienvenida, en un claro en medio de la selva. Algunas armas y objetos humanos todavía permanecían tirados por los alrededores, un olor a ceniza impregnaba el aire.Hombre y chica descendieron con sus auras refulgiendo a su alrededor, como si de dos llamas se tratase. Cuando llegaron a tierra, justo al borde del agujero, Jeorg se agachó y tocó el suelo carbonizado, cubierto por una mezcla de ceniza, restos de la nave y vegetación muerta. Con algo de nostalgia deslizó entre sus dedos un vestigio metálico de lo que alguna vez fue una nave Daoslediana.<<Es el precio a pagar>> pensó, apenas sus dedos sintieron la textura áspera. ¿Era un precio justo?—No entiendo Jeorg. —Al escuchar a Yaroit, se puso de pie, Sus bot
— ¡Papá! ¿¡Dónde estás viejo hijo de puta?! —La voz sonaba pastosa, ebria; las palabras no se distinguían con claridad.Varias botellas de licor adornaban el suelo, muchas otras reposaban sobre la mesa, junto a un sinnúmero de papeles desordenados que cubrían el escritorio. Algunos estaban dispersos, indicando que algo se buscó allí, otros mojados de gotas de licor.—Tenía trece años. Trece, cuando me dejaste solo con una nave averiada y nadie más que yo para cuidarme. ¡¿Quién te dijo que tenías derecho a abandonarme?! —Las palabras se decían con una mezcla de furia y resentimiento, aunque la voz pastosa les quitaba seriedad. Tomó el último sorbo de licor que quedaba en la botella que llevaba en la mano y la arrojó a la pared frente suyo, rompiéndola con gran estruendo. Si bien era conscien
Zeqdas notó la mirada lasciva de Efxil. Suspiró, bebiendo el licor de nuevo.<<Que trago para delicioso>>.Sea de donde sea el líquido que bebía Efxil, su calidad era excepcional, aunque tenía un regusto a “puntas”, licor de tipo artesanal que solían ingerir muchos humanos gracias a que por artesanal resultaba barato. Zeqdas lo conocía ya que en el colegio sus compañeros tenían la costumbre de beberlo para ponerse ebrios de forma fácil y económica, algo que le parecía del todo ridículo. Además gracias a su metabolismo acelerado de Daoslediana, el licor humano no tenía un efecto tan potente ni tan duradero, por lo que apenas y se acercó a sentirse ebria las pocas ocasiones que decidió beber.Sin embargo, la bebida que le brindo Efxil desde el primer sorbo dejo claro que si se descuidaba, la embriagaría, acció
La perturbación llegó a su aura como un golpe seco, fuerte, que le hizo trastabillar.<<Jeorg>>.Asustada dejó fluir todo su resplandor, sin que le importe que los humanos la viesen y despegó hasta estar varios metros sobre los árboles, mirando como a su alrededor el cielo azul cubría un verde que se extendía kilómetros y kilómetros. Por más que buscó sus entrenados ojos no encontraron nada que les llamase la atención.Tocó su muñequera enviando un mensaje a Jeorg, el hombre apareció desconectado y cuando buscó su ubicación, recibió un mensaje de error.<< ¿Qué pasó Ut Serani? ¿Qué pasó? >>Se dispuso a arrancar a toda velocidad hacia donde le guiaba su instinto cuando recordó a los humanos a su cargo. Sin saber bien que hacer todavía apagó
Era el caos. Era la destrucción.Los sobrevivientes llegaban uno tras otro, en camillas, caminando algunos pocos. La sangre, las vendas y los gritos de dolor eran denominador común. En algún lugar creyó ver que una mujer llevaba consigo una de sus piernas y no la quería soltar. Se estremeció. Se llenó de furia. Se aterrorizó. Todo al mismo tiempo.Al ver toda la devastación, una sola idea ocupaba su mente. <<Nos ganaron>>.Esos seres, esos resplandores, ganaron la batalla y se llevaron consigo la vida de muchos soldados buenos. Estaba hecho, no había vuelta atrás.El humo de la selva incendiándose aún subía y se recortaba contra el cielo nocturno. Después de unas cuantas horas no dejaban de llegar los cuerpos, y a pesar de que ordenó de cada hombre o mujer que estuviese en condiciones se dispusiese a ayudar, apenas en ese momento es
En medio de un claro en la selva, alejados por kilómetros de cualquier curioso, siete resplandores refulgieron como si de fuegos se tratase.La sacaron con suavidad, apoyándose entre todos, sucios hasta los pies, resoplando y usando la nave de Efxil como grúa. Después de horas cavando, por fin encontraron lo que tanto ansiaban, por lo que la expectación llenó el ambiente. El pálido sol de la mañana los cubría, único testigo de la proeza de los Daosledianos.Cuando lo tuvieron en el suelo junto al agujero, Maerius lo contemplo como se mira a un tesoro. Aunque llena de suciedad y óxido era majestuosa: un monumento, un recordatorio de los hombres y mujeres que la construyeron allá en Daosled, hace tantos años, de los que él era descendiente. Un sentimiento de patriotismo y de estúpida nostalgia lo invadió.Se sacudió de la cabeza tales sensaciones