—Jeynz, tienes que levantarte ya.
Por un momento, la voz que uso le sonó tanto a la que usaría una madre que se permitió sonreír ampliamente. La chiquilla rubia se movió de un lado al otro, cubriéndose con las sábanas. —Puedo dormir hasta la hora que yo quiera. Es domingo. —Su voz era pastosa y adormilada—. Chrystiane dijo que hoy tampoco haríamos nada.
La rutina volvió al edificio que les servía como hogar. Mytlen ya casi olvidó que a apenas unas cuadras de distancia aún se recogían escombros, gracias a que Jeynz resultó después de todo una buena compañía, sonriente, simpática, agradable. Aunque el primer día fue difícil, un día más y un pastel de chocolate horneado por Hectovar sirvieron para acercarles más y establecer una relación de confianza entre ambas rubias. Ahora a
—Lo lograron.Jeorg y Yaroit contemplaron, él con desidia, ella con confusión, el agujero lleno de tierra carbonizada que les daba la bienvenida, en un claro en medio de la selva. Algunas armas y objetos humanos todavía permanecían tirados por los alrededores, un olor a ceniza impregnaba el aire.Hombre y chica descendieron con sus auras refulgiendo a su alrededor, como si de dos llamas se tratase. Cuando llegaron a tierra, justo al borde del agujero, Jeorg se agachó y tocó el suelo carbonizado, cubierto por una mezcla de ceniza, restos de la nave y vegetación muerta. Con algo de nostalgia deslizó entre sus dedos un vestigio metálico de lo que alguna vez fue una nave Daoslediana.<<Es el precio a pagar>> pensó, apenas sus dedos sintieron la textura áspera. ¿Era un precio justo?—No entiendo Jeorg. —Al escuchar a Yaroit, se puso de pie, Sus bot
— ¡Papá! ¿¡Dónde estás viejo hijo de puta?! —La voz sonaba pastosa, ebria; las palabras no se distinguían con claridad.Varias botellas de licor adornaban el suelo, muchas otras reposaban sobre la mesa, junto a un sinnúmero de papeles desordenados que cubrían el escritorio. Algunos estaban dispersos, indicando que algo se buscó allí, otros mojados de gotas de licor.—Tenía trece años. Trece, cuando me dejaste solo con una nave averiada y nadie más que yo para cuidarme. ¡¿Quién te dijo que tenías derecho a abandonarme?! —Las palabras se decían con una mezcla de furia y resentimiento, aunque la voz pastosa les quitaba seriedad. Tomó el último sorbo de licor que quedaba en la botella que llevaba en la mano y la arrojó a la pared frente suyo, rompiéndola con gran estruendo. Si bien era conscien
Zeqdas notó la mirada lasciva de Efxil. Suspiró, bebiendo el licor de nuevo.<<Que trago para delicioso>>.Sea de donde sea el líquido que bebía Efxil, su calidad era excepcional, aunque tenía un regusto a “puntas”, licor de tipo artesanal que solían ingerir muchos humanos gracias a que por artesanal resultaba barato. Zeqdas lo conocía ya que en el colegio sus compañeros tenían la costumbre de beberlo para ponerse ebrios de forma fácil y económica, algo que le parecía del todo ridículo. Además gracias a su metabolismo acelerado de Daoslediana, el licor humano no tenía un efecto tan potente ni tan duradero, por lo que apenas y se acercó a sentirse ebria las pocas ocasiones que decidió beber.Sin embargo, la bebida que le brindo Efxil desde el primer sorbo dejo claro que si se descuidaba, la embriagaría, acció
La perturbación llegó a su aura como un golpe seco, fuerte, que le hizo trastabillar.<<Jeorg>>.Asustada dejó fluir todo su resplandor, sin que le importe que los humanos la viesen y despegó hasta estar varios metros sobre los árboles, mirando como a su alrededor el cielo azul cubría un verde que se extendía kilómetros y kilómetros. Por más que buscó sus entrenados ojos no encontraron nada que les llamase la atención.Tocó su muñequera enviando un mensaje a Jeorg, el hombre apareció desconectado y cuando buscó su ubicación, recibió un mensaje de error.<< ¿Qué pasó Ut Serani? ¿Qué pasó? >>Se dispuso a arrancar a toda velocidad hacia donde le guiaba su instinto cuando recordó a los humanos a su cargo. Sin saber bien que hacer todavía apagó
Era el caos. Era la destrucción.Los sobrevivientes llegaban uno tras otro, en camillas, caminando algunos pocos. La sangre, las vendas y los gritos de dolor eran denominador común. En algún lugar creyó ver que una mujer llevaba consigo una de sus piernas y no la quería soltar. Se estremeció. Se llenó de furia. Se aterrorizó. Todo al mismo tiempo.Al ver toda la devastación, una sola idea ocupaba su mente. <<Nos ganaron>>.Esos seres, esos resplandores, ganaron la batalla y se llevaron consigo la vida de muchos soldados buenos. Estaba hecho, no había vuelta atrás.El humo de la selva incendiándose aún subía y se recortaba contra el cielo nocturno. Después de unas cuantas horas no dejaban de llegar los cuerpos, y a pesar de que ordenó de cada hombre o mujer que estuviese en condiciones se dispusiese a ayudar, apenas en ese momento es
En medio de un claro en la selva, alejados por kilómetros de cualquier curioso, siete resplandores refulgieron como si de fuegos se tratase.La sacaron con suavidad, apoyándose entre todos, sucios hasta los pies, resoplando y usando la nave de Efxil como grúa. Después de horas cavando, por fin encontraron lo que tanto ansiaban, por lo que la expectación llenó el ambiente. El pálido sol de la mañana los cubría, único testigo de la proeza de los Daosledianos.Cuando lo tuvieron en el suelo junto al agujero, Maerius lo contemplo como se mira a un tesoro. Aunque llena de suciedad y óxido era majestuosa: un monumento, un recordatorio de los hombres y mujeres que la construyeron allá en Daosled, hace tantos años, de los que él era descendiente. Un sentimiento de patriotismo y de estúpida nostalgia lo invadió.Se sacudió de la cabeza tales sensaciones
<< ¿Está bien? >>Debía de estarlo. Yaroit Arcera era una Daoslediana de pura cepa, tan poderosa como yo nunca lo seré.Sin embargo los moretones en sus brazos y las vendas en su cabeza le daban una imagen tan débil que casi parecía demasiado frágil para estar allí, sentada en el borde de la terraza mirando al horizonte, los dos en silencio, concentrados en nuestros pensamientos.Hace dos días, después de traerla en brazos, Jeorg se encargó de aplicarle lo que llamó “líquido curativo” y le vendó las heridas, además de acostarla y darle de comer una sopa de pollo que él mismo preparó, que estuvo deliciosa. Me encargó que la cuidase con esa fría mirada a la que no puedes negarte y se marchó, afirmando que iba a arreglar unos cuantos desastres.¿Sin embargo que desastre era más impor
Adolorida, despertó de su profunda inconsciencia.Una mano se retiró veloz de su pecho, tan rápida que su dueño se golpeó con la pared y casi cayó al suelo. La luz la cegó, apenas distinguía formas, por lo que sus ojos bailaron de un lado al otro con confusión. Después de unos segundos recuperó poco a poco la vista.La habitación se asemejaba a una enfermería. Era de hecho una enfermería. Las paredes eran color crema y por las cortinas transparentes entraba un poco de luz natural. Por el ruido supo que afuera llovía. Algunos estantes con medicinas y dos sillones de capacidad para una sola persona eran los únicos adornos.Él estaba sentado en uno de estos.— ¿Qué haces aquí? —Preguntó. Su voz era pastosa y no podía pronunciar con claridad, la garganta le ardió con cada sílaba.