Al dejar la carretera bajó la velocidad, pero, me amenazó. Me indicó que no debía hacer escándalos o pedir ayuda, de lo contrario, me iba a ir muy mal. Mientras decía esto me mostró una pistola. Me di cuenta que mis miedos se estaban volviendo realidad. Y el terror que sentí se convirtió en una crisis de pánico fuerte. Apenas podía respirar mientras pensaba que iba a terminar asesinada por mi marido.De mala forma, Cristian, me pidió que me calmara. Me pasó unos lentes oscuros para que nadie viera mis ojos con lágrimas. Quería evitar que otras personas se dieran cuenta que había llorado. También, me pidió el celular para que yo no llamara a nadie. Con esto último se alejaba cualquier posibilidad de que alguien me ayudase.Llegamos al estacionamiento del edificio donde Cristian tiene un departamento. Al subirnos al ascensor nos topamos con uno de los conserjes que muy amablemente nos preguntó cómo estábamos. Mi cónyuge se adelantó en responder por los dos. Dijo que estábamos estupendo y
Me encerré con llave en el baño. Seguí las instrucciones del test. Tras haber dejado que gotas de orina inundaran al dispositivo, comenzó la larga espera. Fueron los tres minutos más largos de toda mi existencia. Sentía sentimientos encontrados. Por un lado, quería que el tiempo pasara rápido para tener la respuesta. Y, por otro lado, esperaba que el resultado no llegara nunca.Pasaron los tres minutos y yo no quería mirar el resultado. Cristian golpeó la puerta del baño preguntando si ya me había tomado el test. Le dije que aún no. Solo para ganar un poco de tiempo. Finalmente, tomé el aparato y para mi desgracia había dos líneas en él. Iba a ser la mamá. Y ninguno de los dos posibles progenitores me gustaban como padre para mi hijo.Al ver el resultado, mi estómago, comenzó a dar vueltas hasta que terminé vomitando. Mi cónyuge no aguantó más y abrió la puerta del baño. Tomó el test y al ver el resultado gritó de alegría. Cuando terminé de vomitar me abrazó y me felicitó. Además, agr
Para que Eduardo no fuera a escuchar nuestra conversación, le mandé un mensaje escrito a Jane contándole que estaba embarazada y que no sabía quién era el padre. Ella me preguntó si iba a tener al niño. Yo le dije que no estaba segura. Tenerlo pondría fin a mi sueño de ser bailarina profesional. Y no saber quién era el progenitor era un asunto grave que podía poner a los dos hermanos Marín de la Cruz en mi contra.Le comenté que Cristian sabía que estaba embarazada porque me había obligado a tomarme un test de embarazo. Él pensaba que el crío era de él. De todos modos, como médico sabía que tenía que ir al ginecólogo y tomarme unos exámenes para tener la certeza de mi estado de gravidez. A Eduardo no le había contado aún.Para que mi cuñado no sospechara nada, dejamos de hablar por escrito- Ambas borramos la conversación para que no quedase huella de nuestros dichos. Jane llevó la maleta hasta la sala donde esperaba Eduardo. Nos despedimos con un abrazo con mi amiga y ella me dijo que
Eduardo manejaba a gran velocidad hacia la clínica. El mareo y la excesiva pérdida de sangre hicieron que perdiera el conocimiento. O quizás fue por el pánico que sentía por estar con esta gran hemorragia y un dolor terrible en el vientre. Cuando desperté estaba en una habitación de una clínica acompañada de una enfermera con cara de amargada.Me sentía como si estuviese dopada. La luz me molestaba. Ya no sentía dolor. Quise levantarme. La enfermera bruscamente me indicó que no podía moverme porque me habían hecho un procedimiento tras tener un aborto espontáneo.Sentí sentimientos encontrados. Por primera vez valoraba el haber estado embarazada, sin embargo, por otro lado sentía que me quitaba un peso enorme de encima. No iba a tener que lidiar con el sentimiento de no saber quién era el progenitor de mi hijo. No iba a tener que postergar mis estudios de danza. Y sobre todo no iba a tener una atadura de por vida con uno de los dos hermanos Marín de la Cruz.Mientras pensaba en eso ent
Eduardo era tan atento y amoroso conmigo que me hacía olvidar sus actividades ilícitas y a la gente que lo rodeaba. Por momentos me sentía tan feliz de tener cerca a alguien tan gentil que decía amarme. Llegué a cuestionarme si me estaba enamorando de él.Ese enamoramiento se quebrantaba de inmediato ante cualquier detalle que me recordarse su rol de jefe de una mafia. Empezaba a sentirme paranoica. Creía que él, su gente o sus enemigos podían matarme en cualquier momento. Y acto seguido entraba en pánico. No podía respirar, tenía taquicardia y temía por mi vida.Mientras estuve internada, Eduardo, estuvo al lado mío casi todo el tiempo. Solo se ausentaba cuando iba a su departamento a ducharse o salía a comer algo. Por lo general, en ese periodo de tiempo era Jane que se quedaba acompañándome. Los dos se portaron muy bien conmigo.A mi amiga no le hablé de los negocios turbios de Eduardo, pese a ello, igual no le simpatizaba para nada. Decía que su sexto sentido le advertía que no era
Han pasado varias semanas y todo sigue igual. El médico aún no me ha dado de alta y debo tener reposo moderado. No hallo la hora de estar bien para retomar mi trabajo y mis clases de danza moderna, pese a que, Eduardo insiste en que me puede mantener y que no es necesario que trabaje.La insistencia de mi novio en mantenerme me molesta mucho. Yo, ya decidí dejar la esclavitud a la cual me tenía sometida Cristian. Quiero ser todo lo libre que pueda y hacer las cosas que yo quiera sin rendirle cuentas a nadie.Eduardo, también, ha insistido en que tengamos un hijo. Le dije que por el momento no deseaba estar embarazada nuevamente porque lo del aborto espontáneo había sido muy traumático para mí. Si bien lo anterior es cierto, no es la única razón. Por el momento no quiero tener hijos porque deseo aceptar la beca que me otorgó Jane para estudiar danza moderna profesional en Nueva York.Mi abogada está haciendo todos los trámites necesarios para que pueda divorciarme de mi cónyuge sin ten
—Ven sola a nuestra casa o mato a tu amiga como lo hice con Eduardo— recibí este mensaje de Cristian desde un número desconocido.Yo había vuelto a mi trabajo ese día y era raro que Jane no hubiese llegado a la escuela. Varios estábamos preocupados por ella. Siempre avisaba cuando iba a llegar tarde. Habíamos tratado de contactarla, pero, no contestaba el teléfono.La llamé y para mi estupor me contestó mi exesposo. Me indicó que fuera de inmediato y que no llamara a la policía, de lo contrario, mataría a Jane y él se suicidaría. Le rogué que no dañara a Jane y le prometí que iba a ir sola.Llamé a Eduardo y no contestó su teléfono. Siempre, independiente de lo que esté haciendo, contesta mis llamadas. Era un muy mal presagio que no respondiera el móvil. Lo llamé a su oficina, su secretaria se extrañó que no supiera que estaba internado en una clínica por un ataque que recibió.Tomé mi cartera y salí corriendo a la calle. Lo primero que hice fue increpar a mis cuidadores por no avis
Eduardo está en coma. Tras besarlo y decirle que lo amo perdió la conciencia. Yo reaccioné mal. Me puse a gritar histérica. Cuando llegó personal médico me pidieron que saliera de la habitación. Al principio me negué. Finalmente entré en razón.Cuando me calmé fui a ver a Jane. Aún estaba internada en la clínica. Tenía crisis de pánico y un gran shock nervioso. Iba a pasar la noche internada y dependiendo de su evolución le darían de alta al día siguiente.Luego volví a ver a Eduardo. Después de mucho insistir me dejaron verlo. Parecía un príncipe dormido. Y lo besé dulcemente pensando que iba a despertar como en los cuentos infantiles. No fue así. Seguía en coma.Me fui al departamento de Eduardo. Casi no dormí. El día había sido muy intenso. Mi única amiga había sido torturada por quien fue mi esposo. Él, también, trató de matar a mi novio quien está grave producto de los disparos que recibió. Y por todo lo anterior, yo maté a mi excónyuge y me convertí en la jefa interina de unos