Eduardo manejaba a gran velocidad hacia la clínica. El mareo y la excesiva pérdida de sangre hicieron que perdiera el conocimiento. O quizás fue por el pánico que sentía por estar con esta gran hemorragia y un dolor terrible en el vientre. Cuando desperté estaba en una habitación de una clínica acompañada de una enfermera con cara de amargada.Me sentía como si estuviese dopada. La luz me molestaba. Ya no sentía dolor. Quise levantarme. La enfermera bruscamente me indicó que no podía moverme porque me habían hecho un procedimiento tras tener un aborto espontáneo.Sentí sentimientos encontrados. Por primera vez valoraba el haber estado embarazada, sin embargo, por otro lado sentía que me quitaba un peso enorme de encima. No iba a tener que lidiar con el sentimiento de no saber quién era el progenitor de mi hijo. No iba a tener que postergar mis estudios de danza. Y sobre todo no iba a tener una atadura de por vida con uno de los dos hermanos Marín de la Cruz.Mientras pensaba en eso ent
Eduardo era tan atento y amoroso conmigo que me hacía olvidar sus actividades ilícitas y a la gente que lo rodeaba. Por momentos me sentía tan feliz de tener cerca a alguien tan gentil que decía amarme. Llegué a cuestionarme si me estaba enamorando de él.Ese enamoramiento se quebrantaba de inmediato ante cualquier detalle que me recordarse su rol de jefe de una mafia. Empezaba a sentirme paranoica. Creía que él, su gente o sus enemigos podían matarme en cualquier momento. Y acto seguido entraba en pánico. No podía respirar, tenía taquicardia y temía por mi vida.Mientras estuve internada, Eduardo, estuvo al lado mío casi todo el tiempo. Solo se ausentaba cuando iba a su departamento a ducharse o salía a comer algo. Por lo general, en ese periodo de tiempo era Jane que se quedaba acompañándome. Los dos se portaron muy bien conmigo.A mi amiga no le hablé de los negocios turbios de Eduardo, pese a ello, igual no le simpatizaba para nada. Decía que su sexto sentido le advertía que no era
Han pasado varias semanas y todo sigue igual. El médico aún no me ha dado de alta y debo tener reposo moderado. No hallo la hora de estar bien para retomar mi trabajo y mis clases de danza moderna, pese a que, Eduardo insiste en que me puede mantener y que no es necesario que trabaje.La insistencia de mi novio en mantenerme me molesta mucho. Yo, ya decidí dejar la esclavitud a la cual me tenía sometida Cristian. Quiero ser todo lo libre que pueda y hacer las cosas que yo quiera sin rendirle cuentas a nadie.Eduardo, también, ha insistido en que tengamos un hijo. Le dije que por el momento no deseaba estar embarazada nuevamente porque lo del aborto espontáneo había sido muy traumático para mí. Si bien lo anterior es cierto, no es la única razón. Por el momento no quiero tener hijos porque deseo aceptar la beca que me otorgó Jane para estudiar danza moderna profesional en Nueva York.Mi abogada está haciendo todos los trámites necesarios para que pueda divorciarme de mi cónyuge sin ten
—Ven sola a nuestra casa o mato a tu amiga como lo hice con Eduardo— recibí este mensaje de Cristian desde un número desconocido.Yo había vuelto a mi trabajo ese día y era raro que Jane no hubiese llegado a la escuela. Varios estábamos preocupados por ella. Siempre avisaba cuando iba a llegar tarde. Habíamos tratado de contactarla, pero, no contestaba el teléfono.La llamé y para mi estupor me contestó mi exesposo. Me indicó que fuera de inmediato y que no llamara a la policía, de lo contrario, mataría a Jane y él se suicidaría. Le rogué que no dañara a Jane y le prometí que iba a ir sola.Llamé a Eduardo y no contestó su teléfono. Siempre, independiente de lo que esté haciendo, contesta mis llamadas. Era un muy mal presagio que no respondiera el móvil. Lo llamé a su oficina, su secretaria se extrañó que no supiera que estaba internado en una clínica por un ataque que recibió.Tomé mi cartera y salí corriendo a la calle. Lo primero que hice fue increpar a mis cuidadores por no avis
Eduardo está en coma. Tras besarlo y decirle que lo amo perdió la conciencia. Yo reaccioné mal. Me puse a gritar histérica. Cuando llegó personal médico me pidieron que saliera de la habitación. Al principio me negué. Finalmente entré en razón.Cuando me calmé fui a ver a Jane. Aún estaba internada en la clínica. Tenía crisis de pánico y un gran shock nervioso. Iba a pasar la noche internada y dependiendo de su evolución le darían de alta al día siguiente.Luego volví a ver a Eduardo. Después de mucho insistir me dejaron verlo. Parecía un príncipe dormido. Y lo besé dulcemente pensando que iba a despertar como en los cuentos infantiles. No fue así. Seguía en coma.Me fui al departamento de Eduardo. Casi no dormí. El día había sido muy intenso. Mi única amiga había sido torturada por quien fue mi esposo. Él, también, trató de matar a mi novio quien está grave producto de los disparos que recibió. Y por todo lo anterior, yo maté a mi excónyuge y me convertí en la jefa interina de unos
— Tú no tienes nada que hacer acá, perra—me increpó violentamente Ricardo quien es la mano derecha de Eduardo en los asuntos de la mafia.Mientras le pagaba una bofetada no pude dejar de pensar que tenía razón. Siempre había sentido aversión por los negocios ilegales de mi novio. Jamás había estado a cargo de un grupo. Ni había trabajado en algo similar. Tampoco, tengo los estudios adecuados para ser una CEO.Le ordené a Ricardo que no volviera a tratarme de perra. Ni a faltarme el respeto, de lo contrario, dejaría de ser parte de la organización.—Primero terminarás muerta, antes de que yo deje mi trabajo—me dijo el subdirector de la organización mientras me miraba con odio y se tocaba la mejilla donde había recibido mi bofetada.Lo miré fijamente a los ojos y mantuve la mirada. Le indiqué que aunque me amenazara de muerte yo seguiría estando al mando del “buqué” y que cualquiera que osara ofenderme iba a terminar fuera de la organización.Me miró con odio y se fue sin decir nada. C
Estaba nerviosa. La fiscalía me ha llamado a declarar nuevamente. Claudia, mi abogada, me indicó que no hay nada que temer. Ella tiene la versión de que le disparé a Cristian por legítima defensa. Ni Jane, ni yo le hemos contado la verdad. Es mejor así. Entre menos personas sepan la información real es mejor para todos.Llegué a la oficina del fiscal junto a mi abogada. Me preguntó sobre lo acaecido el día en el cual murió mi exesposo y mi amante había quedado en coma. Persistí en mi versión. Luego me preguntó como era mi relación con mi excónyuge. Le dije que yo había decidido abandonarlo, pero, que él insistía en que siguiera con él. Le recordé que antes me había secuestrado a mí y que producto de eso yo había tenido un aborto espontáneo.Posteriormente, me preguntó por mi relación con Eduardo. Reconocí que éramos amantes. Aclaré que no sabía que era mi cuñado cuando comenzamos nuestra relación. Vi en los ojos del fiscal censura. Quizás no fue así. Quizás lo que vi en sus ojos no er
—¿Cuánto vamos a tener que pagarte por no hacer nada?— Ricardo preguntó sarcásticamente causando risas entre algunos de los otros maleantes.Le respondí que nada .Que estaba supervisando los negocios solo porque Eduardo me lo había pedido. Y les dije que de cara al mundo quien reemplazaba a mi novio era Ricardo porque él si recibe un sueldo.Ricardo dijo no tener ningún problema con liderar las gestiones del holding, pero, que le incomodaba que alguien que no tenía idea de los negocios estuviera inmiscuyéndose. Además, agregó que a nadie le constaba que Eduardo me haya hecho la solicitud de cuidar de sus empresas.Le dije que yo no estaba dispuesta a sostener esa discusión. Con tono de mando les dije a todos que debían seguir trabajando como lo habían hecho hasta ahora y que si veía algún movimiento raro los iba a desvincular de la organización. —Y eso te incluye a ti, Ricardo— dije mirando fijamente a quien era la mano derecha de Eduardo en los negocios.Después insistí que el trabaj