¿Qué mas daba? Después de todo, no tenía vida ya.
Nada.
Hasta que la conoció a ella. Precisamente a Diana. Si, lo había confirmado. si acaso existía un Dios, éste tenía un humor negro y satírico para cruzar destinos que nunca deberían estar siquiera en el mismo plano astral.
El plato ajeno siempre es el mas apetecible, ¿no?
No. Y ya llevaba casi dos meses repitiéndose la misma incógnita. Nunca le ocurrió eso. Y Diana no era la primera novia que tenía Luca. Santiago había contado a tres chicas antes que ella, y sin tomar en cuenta a lo que él mismo había llamado como "las citas de garantía de una semana"; porque eso duraban y la relación no daba para más. Todas ellas, novias, amigas, o "amigas con derecho" no eran mas que un hato de chiquillas inmaduras, alocadas y sin el menor sentido de personalidad.
Todas menos Diana. Siempre marcando la diferencia, más allá del peculiar tono de su cabello o el brillo vivaz de sus ojos o la suavidad que podría sentirse en el tacto de su blanca piel o sus...
–¿Cuatrocientos cincuenta o Quinientos? –la voz lejana de Shisar le llegó a través del tiempo y la distancia.
–¿Quinientos que? –contestó Santiago casi robóticamente. Tan lejano y superficial que parecía que le escuchaba desde kilómetros, en vez de estar a sólo un par de metros de él.
La palma de una mano dio un manotazo en el escritorio. Un estertor que tuvo el poder de traerlo de vuelta al tiempo real. Santiago levantó la vista, levemente sorprendido por el sonido. Sus ojos, aun soñolientos chocaron con la mirada confundida y desconcertada de Shisar Franz, primo en segundo grado y principal coordinador accionista.
–Patos –repuso simulando un tono lento y estúpido en su voz–¿Qué más da de lo que te hable? Puedo estar aquí todo el puñetero día hablando de incongruencias y tú ni escuchas –su voz trataba de sonar seria, pero a Santiago más bien le parecía la burda imitación de un regaño. Shisar era uno de los pocos Franz serios, podía aparentar ser severo y recto como una regla, pero en el fondo era blando como pan al vapor. Sin embargo, la expresión de este momento se le notaba un poco preocupada– ¿Te pasa algo? ...pareces más desvelado de lo usual. Hasta podría decir que tus ojeras llegan hasta el mentón.
–Nada. No es nada.
Shisar cruzó los brazos, meneando la cabeza.
–Claro, entonces la razón por la que andas con la mente en las nubes mientras yo trato de contabilizar el índice de pérdidas de éste año es nada, ¿verdad?. –alegó sagazmente. Santiago no respondió nada, sólo atinó a apoyar la cabeza sobre su mano derecha. –¿Luca sigue metiéndose en problemas?
–No –Cortó la frase, deteniendo su atención en la carpeta que tenía enfrente–¿Tenemos un faltante de quinientos ryo?
–Eso parece –Shisar de encogió de hombros–Necesito corroborarlo con el departamento de contabilidad. Últimamente el cabeza hueca de Tobi tiene la mala maña de poner ceros de más. No importa mucho realmente, si la cosa se complica alegamos una auditoría –dibujó una sonrisa confiada–...así hemos permanecido a flote los últimos tres años.
–Hmmp
Su primo ahogó un bostezo.
–En fin –exhaló, estirando la espalda perezosamente. Se dejó caer en la silla frente a el. Su cara reflejaba una actitud pérfida, y según la experiencia de Santiago, temía ver ese tipo de mueca–¿Sabes qué necesitas? un poco de entretenimiento fuera de aquí. Te la vives entre estas cuatro paredes casi todo el día, hasta el conserje tiene más libertades que tú
–Es mi obligación
–Pero también tienes derechos, vive tu vida y despégate de aquí aunque sea un poco –Shisar se levantó intempestivamente. fue hasta el perchero, tomando su saco y el de el. Le lanzó la prenda, en un desenfadado ademán– Levántate y vamos por un trago, como en los viejos tiempos.
–No puedo. Tengo un compromiso esta noche.
–Ahm cierto...la cena con el grandioso "Madd-todos-idolatrenme-como-su-Dios". Tu padre...ehm, mi tío lo había estado mencionando toda la semana, Tobi y yo habíamos apostado a que llegaría a la centésima frase para hoy. Claro que si no se hubiese ido de viaje, yo hubiera ganado –río Shisar–Pero no dije que fuésemos a salir en la noche.
Santiago miró el reloj de la pared. las cuatro y media.
–Debes estar loco. No puedo, tengo que pasar a las siete al aeropuerto, por mis padres.
–¿Y?...serían sólo un par de cervezas, no pienso embriagarte como el día de la graduación. Además yo conduciré, no vaya a ser que sea hereditaria la manía de asesinar al primer objeto inanimado que se te cruce enfrente.
XXX
–Llegas tarde –masculló una voz proveniente del interior del callejón. La silueta de un joven de su misma edad, cabello blanco cortado ralamente y una sonrisa aterradora, mostrando unos dientes desiguales, emergió entre el silencio.
–Un maldito contratiempo –Luca se acercó al chico, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Miró de reojo a sus espaldas.–¿Lo trajiste?
El joven asintió, entregándole un objeto envuelto en una bolsa de papel.
–Luca –quien habló esta vez fue Krisel; una chica, un año menos que él. Pelo rojizo y largo y gafas de montura gruesa–Me tenías preocupada, ¿porqué no respondiste el mensaje que te mandé ayer?
–Estaba ocupado –respondió secamente, abriendo la bolsa café y examinando cuidadosamente el contenido. Ignorando los fastidiosos gestos de ella.
–Creímos que ya no vendrías –masculló el muchacho de desgarbada cabellera blanca.–Hasta pensé que ya te habías echado para atrás.
–Yo nunca me acobardo, Gio.
–Lo suponía –dijo éste–Aunque sigo sin entender cómo alguien como tú pueda interesarse en unirse a las "grandes ligas"...a mi no me importa hacerlo. Yo no tengo un apellido reconocible ni dinero de sobra, ¿Por qué tú...?
–Porque quiero probarme –los oscuros orbes de Luca escrutaban el dorso brillante de la C-55 semiautomática que sostenía en su mano–Sé que puedo lograr grandes cosas.
Una sonrisa cancina, carente de todo sentimiento, se forzó en la comisura de sus labios.
Grandes cosas.
Y desenfundó el arma.
XXX
—¡Maldita sea si lo que dices es cierto! –la voz agria de Shisar resonó en el área de la barra. El tono se escuchaba aguardentoso, como comenzaba a percibirse tras la barrera inicial de tres cervezas—¡Y maldita sea si no me importase!
A su costado derecho, sentado en el banquillo con ademán desenfadado y un semblante serio y preocupado, estaba Santiago. Sostenía un tarro medio vacío, apoyando el codo casi con desgano sobre la barra.
—Hmp… si te lo dije no es para que armases un maldito escándalo –gruñó.
Dio un sorbo al tarro, sintiendo el agrio y helado sabor de la cerveza de barril. El segundo tarro hasta ahora.
—¡¿Te has vuelto jodidamente loco?! – le acribilló con una seña de desconcierto aparente.
El no contestó. Aquella pregunta proveniente de su primo era tan obvia como las ojeras de su rostro.
—¡Es la novia de tu hermano! –exhaló. No alzó la voz, pero a SAntiago le pareció que le había gritado en el tímpano—¡¿En qué carajos estás pensando?!
Nuevamente la respuesta quedó sólo en la mente de el y no salió de allí. Había vivido con el mismo dilema desde hacía más de tres meses, primero sintiendo e interpretando como un interés meramente sexual su fijación por Diana, un simple gusto y nada más allá. Y las semanas, días y horas le refutaron lo equivocado que estaba.
Sus atenciones, sus gestos, su…todo. Todo incrementándose como el peso de una avalancha y él comenzaba a pensar en ella de otra manera, en algo más que en la perversa y rara idea que le llevó a masturbarse aquella noche en la ducha.
Algo más…intenso.
—No me importa.
—Claro, eso es lo que dices siempre –Shisar se acabó el poco restante de su bebida de un solo trago—¡Hay mil mujeres más! ¡¿Por qué precisamente quieres acostarte con ella?!
—Yo no la quiero para eso específicamente, pedazo de idiota. Ella…
—Es la pareja de Luca y por casi dos años –completó Shisar—Y sólo tiene dieciséis, ¡Es sólo una niña! ¡¿Qué clase de enfermo eres?!
Santiago podría haberlo golpeado. No quiso hacerlo, había demasiado material incuestionable.
—Diecisiete –exhaló ensimismado. Pidió otro tarro—Cumplirá los diecisiete el domingo.
Shisar apoyó el mentón sobre la palma de su mano. Su semblante seguía inquieto.
—Pero ella es de Luca –dijo casi deletreando el pronombre.
—No es una propiedad, es un ser humano –Santiago bajó la cara, mirando distraídamente hacia el interior del tarro—Además, a el ni le importa.
Shisar suspiró con hastío, sintiéndose como quien dialoga con la persona más necia del mundo.
—Hmmm…pues sí –convino al fin—Se nota que el "cariñoso" de tu hermano la trata como algo que se sacó de la nariz, pero ése no es tu asunto.
Ya rondaban cerca de las doce, pero era viernes y había logrado salir una hora más temprano. Por variación y contando que Tobi se les había pegado como una lapa, no terminaron yendo al bar de siempre, sino a una taberna colindante con la carretera principal de Kuri hacia Sunt; era un tugurio conocido como "La Nube Roja". Por lo menos estaba lo suficiente lleno como para considerar tomarse unos cuantos tragos sin el riesgo de ser detenidos en una redada durante la inspección de salubridad. Aunque su lugar usual, podía considerarse como un bar extra lujoso a comparación del decadente inmueble de "La Nube Roja". Había un tornamesa que aun tocaba uno que otro disco (si es que no lo botaba el condenado y enmohecido artefacto) y un intento de mini-bar.
¿Habré llegado demasiado temprano?Se preguntó Diana por casi doceava vez. La reunión son sus amigos –aquel "club de fracasados", como solía llamarles Luca- había salido bastante bien como podía esperarse. Tras el último comentario de Yanai y un par de insultos de Jax hacia el "bastardo", nadie más había vuelto a mencionarle. Eso había sido un tanto mejor para ella. Sabía que sus amigos aun lo consideraban como parte del grupo, a pesar de su giro de ciento ochenta grados de personalidad y el que se expresara así de ellos era otra cosa. Llegó a su casa después de las séis y según ella demasiado tarde. Cosas de chicas, al fin y al cabo. Pudo arreglárselas para tomar un baño rápido, descolgar y ceñirse el vestido que había comprado con tanta anticipación (y el que Yanai le haya acompañado a elegirlo y tener la oportunidad de notar su leve atisbo de envidia, lo hacía algo más que excepcional), cepillarse el cabello y tratar de arreglarlo de un modo un poco
Y Santiago lo sintió, a pesar del ligero temblor de ella. Correspondió inmediatamente y sin darse cuenta a aquel clamor de seguridad, rodeándole con sus brazos. Un gesto meramente espontáneo. Automático. Natural. El instante precedido a la futura tormenta quedó sosegado. La gente seguía yendo y viniendo; cada quien su vida y sus problemas. No importaba, para Santiago el tiempo se había detenido. Hubo una calma tan larga que parecía una eternidad; un momento de tranquilidad en medio de una de las más ruidosas calles de Kuri, un intervalo de completo y confortador silencio por y para ambos. La sentía aferrarse a él. Su respiración pausada, el pulso y latidos. Todo, en un suave y dulce rumor. Podría haberse quedado así con ella para siempre. Quería intentarlo y no importaban las consecuencias. Los nervios que sentía últimamente al verla se habían transformado en una mezcla entre interés, necesidad y afecto. Algo mucho más allá de una simple estim
Santiago se levantó del sofá donde había pasado la última hora y media, en un dilema dividido entre escuchar los monótonos argumentos de su padre y tratar de prestar atención a lo que sea que hubiese en la televisión. A ésas alturas y con su "personal" estado anímico, poco importaba la trama de aquella película. El sonido del agua de la regadera apenas y podía percibirse en la planta alta de la casa. Pasó en dirección a su alcoba, cuando algo atrajo su atención. Sobre la cesta que estaba junto a la puerta del baño, se encontraba la muda de ropa de Luca; cuidadosamente doblada y sobre ésta, el tan odiado teléfono móvil. La pantalla destellaba, fuera de eso, el aparatejo no daba señales sonoras de vida. Era un alivio la existencia de los silenciadores hoy en día. Con un simple y casi inocente atisbo de curiosidad, Santino tomó el celular. Lo primero que le vino a la mente en cuanto leyó el rótulo "NUEVO MENSAJE RECIBIDO" fue que pudiera tratars
La gente iba y venía en medio del tumultuoso barullo de las calles del centro de Kuri. Siendo pleno verano y precisamente época en que todas las escuelas cerraban sus puertas debido al período inter-semestral, era lógico encontrarse con un gran número de adolescentes en las principales avenidas y tiendas, incluyendo a Diana. Caminaba a paso normal, pese a que el joven de cabello rubio que la acompañaba parecía halarla entre la muchedumbre. –¡Jax! –le apremió desde su lado izquierdo–¿Tanto trabajo te cuesta decidirte? ¡Llevamos la mañana entera dando vueltas por todas las tiendas! Aquel muchacho era Jax Uzughi y le consideraba casi como un hermano. Se conocían desde el pre-escolar y por afables coincidencias del destino, había terminado en el mismo grupo que ella desde la escuela secundaria hasta lo que llevaban de bachillerato. También podría contarse como coincidencia que el chico de hiperactivo carácter se había enamorado de una de las mejores amigas de ell
—Santiago…–su voz sonaba como pendiente de un hilo. Estaba aun lo suficientemente cerca, sin embargo parecía que apenas y le había escuchado. Él había movido un poco sus manos, bajándolas paulatinamente de vuelta a las de la joven. Sintió el pulso de Diana, intranquilo y trémulo. Las yemas de sus dedos temblaban y el tacto era casi gélido; un mero síntoma de desasosiego. Entonces la realidad, la devastadora realidad le había caído encima, como un bloque de concreto. Se había atrevido, había lanzado los dados…la maldita moneda al aire y al azar. Y esto era lo que había caído. No cara ni cruz; sinoesto. Estúpido. Estúpido…estúpido. No tenía caso ya. Una parte enorme –si no es que toda-de su subconsciente había tomado la iniciativa y antes de eso, estaba consciente de lo que significaba "arrojarse al vacío". Shis se lo había dicho, ebrio y ahogado como una cuba, pero s
Que idiotez… Ya eran las siete de la mañana y ella seguía en la cama. Las vacaciones eran una perfecta excusa para quedarse en cama hasta que su madre o el estómago le obligasen a ponerse en pie. En un día cualquiera, como ayer, el pretexto perfecto era quedarse en su habitación y holgazanear, oír música, ver televisión o simplemente disfrutar de la lectura de alguna revista mientras estaba tendida en la cama. Ahora no era igual. La noche le había parecido eterna y las sábanas estaban casi en el suelo, resultado de pasarse de un lado a otro sobre el colchón en busca del consuelo del sueño; parecía que también el buen Morfeo se había rehusado a cooperar. Diana había llegado temprano, más temprano de lo que había acordado con su madre; no eran ni las diez de la noche para cuando ella ya estaba poniéndose el pijama. ¿Y la explicación de la cita? Fácil, habían ido por una soda y luego él tenía que irse temprano al
Shisar no respondió. Le arrebató la carpeta de "saldos y cierres" de su mano. Giró la pantalla un poco hacia el. —El faltante se incrementó a mil hace una semana, ¿verdad? –inquirió Shisar. No esperó respuesta por parte de su primo—Mira y dime que no estoy alucinando o viendo números de más. Los escrutadores y serios ojos de Santiago leyeron la cifra, señalada con el cursor. —Saldo trimestral…mil quinientos…—su voz bajó, aun más—Faltante Indicado…cero. Su primo asintió con la cabeza. —El faltante y quinientos de más –susurró—…y que aparecieron exactamente de la nada. —Imposible. Ayer registramos todo y el hueco seguía igual. Moviéndose un poco a la izquierda del ordenador, Shisar se acercó al teléfono, levantando la bocina. —Y yo lo he estado monitoreando desde que llegué –dijo cortante mientras entraba la llamada. Se dirigió al operador en línea—…sí, el registro del último depósito, por favor. Santino se quedó