CRISTINE FERRERACabello castaño lustroso, mirada dulce y pestañas negras, sonrisa angelical, huele delicioso y tiene piel de porcelana… Esas eran las especificaciones que me había dado Luca para encontrar a esa tal Carla, pero algo me decía que no sería tan fácil, pues eran las palabras de un hombre enamorado. De por sí él ya tenía la percepción de la realidad alterada, no me imaginaba ahora que estaba abiertamente enamorado. ¡Necesitaba más información! ¡Una foto de ella! ¡Algo!De pronto las enfermeras salieron del psiquiátrico luciendo sus uniformes blancos y charlando entre ellas de manera agradable y alegre. No me imaginaba cómo era trabajar en un lugar así, pero no consideraba que fuera tan bonito como para salir con tan buen humor.
CRISTINE FERRERA—¿Sueles comer aquí? —preguntó Carla emocionada, parecía que, aunque yo no era muy amistosa, ella lo era lo suficiente por las dos. —Ah… algo, a veces… sí, supongo que sí. —¡Era una maldita farsa! Ni siquiera sabía mentir con fluidez. —Eres muy graciosa —contestó con una risita dulce y sonreí de medio lado. ¡No era graciosa, estaba colapsando que era diferente!—. ¿Quieres acompañarnos? La verdad es que sería lindo conocer a más gente de aquí. Desde que estoy en la ciudad solo he podido convivir con mis compañeras, pero dentro del hospital, a decir verdad, no he hecho ninguna amiga. —¡No se diga más! —exclamé tomando la oportunidad—. Yo seré tu amiga. Mi energía e iniciativa no pasaron desapercibidas para Carla que comenzó a reír aún más y estrechó mi mano como si estuviéramos cerrando un trato. Cuando llegaron sus compañeras, no dudó en presentarme como su nueva amiga y me dieron un lugar en su mesa. Me sentía como pez fuera del agua. Ellas hablaban de sus pacien
CRISTINE FERRERA—¿Evento de caridad? —preguntó Eliot cuando vio que estaba luchando en la cama para que el vestido me cerrara. ¿Sería una opción conseguir una faja?—¡Sí! Hice una nueva amiga que es enfermera y creí que sería buena idea ayudarla —contesté mientras forcejeaba. Me levanté de la cama y comencé a dar brinquitos como si eso fuera suficiente para que todo se acomodara dentro del vestido y el cierre subiera. Tanto estrés y la falta del gimnasio comenzaban a pasarme factura. Eliot se puso detrás de mí y con gentileza me ayudó. Al parecer el problema no eran los posibles gramos extras, sino que el vestido no estaba bien acomodado. Cuando terminó me dio un suave beso en el cuello que me hizo estremecer. Volteé hacia él completamente ruborizada y su sonrisa victoriosa me hizo apretar los labios. —Te ves hermosa… —dijo con dulzura antes de tomar mi mano y besarla. ¿Qué hacía? ¿Le agradecía? ¿Guardaba silencio? Sentía que habíamos entrado a una etapa donde parecíamos adolesce
CRISTINE FERRERAEl resto de la reunión estuve con Eliot, comportándonos como pareja, bailando y bebiendo, disfrutando, aunque me dolía el corazón que él usara su anillo de bodas y yo… aún no, aunque eso no parecía molestarle en lo más mínimo. En verdad se estaba esforzando por darme tiempo para asimilarlo. En varias ocasiones quise acercarme a Carla y hablar con ella de Luca, incluso quise involucrar a Eliot para que él también dijera algo sobre su primo, pero solo tensaba sus mejillas y apretaba sus dientes. No quería ser parte de este juego infantil y poco ético, y lo comprendí, además, no es que Carla se prestara mucho, cada vez que nos acercábamos ella se mostraba nerviosa, Eliot parecía incomodarla y no entendía por qué, así que terminamos yéndonos de la fiesta y pasando el resto de la tarde en casa de Zafrina quien, como siempre, se había encargado de consentir a mis pequeños hasta el hartazgo. Al llegar al departamento, quien nos recibió fue Luca, estaba caminando de un lado
LUCA MAGNANILa noticia me desarmó, me dejó pasmado, en blanco. No sabía qué pensar, mucho menos cómo sentirme. Nunca compartí un beso o una caricia con Carla, pero… eso era lo más curioso, porque… sin tener esa clase de contacto físico yo me sentía tan bien a su lado, como jamás me había sentido con alguna mujer.En completo silencio subí al auto, dejando atrás las risas cantarinas de Carla mientras ella se alejaba con sus compañeras. Cristine tomó su lugar a mi lado y parecía precavida. Solo me observaba como mamá asustada, esperando que me desmoronara, que llorara y dijera cuanto me había afectado todo esto, pero la verdad era que seguía en «shock». ¿Cómo pude ilusionarme tanto con una mujer que nunca to
LUCA MAGNANI—¿Tú qué crees? —respondió Berenice con rencor y se sacudió mis manos de sus hombros, pero de nueva cuenta casi cae y tuve que volverla a sujetar—. ¡No me toques! ¡Te odio!—¡¿A mí?! —pregunté molesto y con una sonrisa que se transformó en bufido.—¿Sabes cuánto tiempo esperé para poder tener un acercamiento con Eliot? ¿Sabes cuánto deseaba ser la mujer que curara su corazón? —Sentí tanta lástima por ella que todo mi odio se había esfumado—. Yo lo amo desde hace años y siempre he estado para él, nunca me he rehusado a ayudarlo en lo que sea, aunque pasen años sin que me mande un solo recado o me haga una llama
LUCA MAGNANIAl principio su boca parecía tiesa y torpe, como si jamás hubiera besado a un chico, pero después comenzó a seguir los movimientos de mis labios, dejando que el beso se volviera tan profundo y demandante como yo quisiera. En cuanto mi lengua invadió su cálida boca, algo en mí se encendió.Sus pequeñas manos se posaron en mi pecho mientras las mías comenzaban a recorrer su cuerpo. Cuando me di cuenta ya estaba sobre ella, luchando por no aplastarla con mi cuerpo mientras metía las manos debajo de su falda y acariciaba el encaje de sus bragas. Sus jadeos endulzaban mi oído y la bestia deseosa de sexo que vivía en mí despertó. ¿Cuánto tiempo me había privado de las mieles de una mujer por creer que Carla sería mía? Había c
LUCA MAGNANIAntes de que pudiera contestar, Carla entró aprovechando que estaba completamente paralizado. —¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —pregunté angustiado. No tenía ni siquiera para ofrecerle un vaso de agua. Cuando me di cuenta ya se había sentado en el pequeño comedor. —Bueno, no fue difícil dar con el paradero de Luca Magnani. Tu apellido te precede y te seguirá por siempre —contestó con una sonrisa tímida y las manos en su regazo. Sus ojos expresaban algo que no lograba comprender del todo. Me senté delante de ella y esperé—. No sé si… ya te dijo… Cristine… —¿Qué estás casada? —La voz me salió envenenada con resentimiento, aunque sabía que no era su culpa—. Sí, ya lo sé. Escondió su mano con el anillo. Su mirada apesadumbrada se movió por la mesa y suspiró con melancolía. —Lo siento, eres un chico muy bueno y pensé que tenía que venir a hablar contigo… —Quiso sonreír, pero su gesto se volvió aún más de agonía y por un momento quise acercarme a ella y abrazarla, q