CRISTINE FERRERA
Apenas estuve sola en mi habitación cuando busqué mi computadora portátil. Con mucho cuidado la encendí y quise contactar a Brenda. Quería que me escaneara cada expediente de la carpeta que me dejó Berenice para poder escoger a las modelos yo misma. Presionaba las teclas con suavidad y lentitud, para no hacer ruido. Necesitaba comprobar si la oferta de esa rubia seguía en pie pese a todo lo que había pasado. Si era profesional, sabría separar los negocios de lo demás, ¿no?
De pronto la pantalla se inclinó con lentitud hacia delante hasta que se cerró, dejándome con las manos alzadas y completamente desconcertada. Una enorme y varonil mano estaba posada sobre mi computadora y el corazón me dio un vuelco. Reconocí el anillo de bodas de Eliot. Estaba ah&iacut
CRISTINE FERRERA—Yo fui demasiado inmadura… Yo… salí de mi casa sin conocer a otros hombres —dije recordando toda mi deprimente vida al lado de mis padres—. Fuiste mi primer novio, mi primer amante y esposo. Nunca pude explicarte que me educaron para ser la esposa perfecta y no yo misma. No es que nuestro matrimonio estuviera arreglado desde antes de que nuestros padres se reencontraran, pero, por lo menos los míos ya tenían dentro de sus planes venderme al mejor postor. »Supongo que era obvio lo que ocurriría al juntar a una chica inexperta y llena de ilusiones demasiado tontas, con un hombre frío que no estaba para juegos. —Tienes razón… no sabía eso, y lo lamento mucho —dijo viéndome con lástima, pero eso no era lo que quería. Con gentileza cubrí sus ojos, solo quería que su corazón me entendiera.—No me tengas lástima… No quiero que te quedes por eso… Quédate conmigo porque es lo que quieres, sin explicaciones ni compromisos. Solo quiero saber que estás aquí por voluntad propia
CRISTINE FERRERA—«Mañana a las 9:00 paso por ti» ¡Baboso! ¡Lo dijiste como si viviéramos lejos el uno del otro! —exclamé torciendo los ojos y dándole un manotazo a Luca que salió adormilado de la habitación de uno de mis niños, abrazando uno de sus dinosaurios de peluche—. ¡¿Cómo pude olvidar que estás viviendo en mi departamento sin pagar un quinto?!—Eliot también… y a él no le dices nada —contestó en un bostezo. Desde que Eliot era el «niñero», se había quedado cada noche en el sofá, aunque las cosas iban mejor entre nosotros. ¿Ya había hecho lo suficiente para ganar mi corazón? Sí, pero al parecer yo, pese a estar convencida de que lo amaba, aún me rehusaba a dejar que nuestro amor fluyera como debería. Había una barrera invisible, una mano mágica que movía los hilos del destino y me mantenía lejos de aceptar mis verdaderos sentimientos y ser feliz, como si no fuera suficiente todo lo que había pasado y necesitara un poco más de dolor e incertidumbre para darle sabor a la vida.
CRISTINE FERRERACabello castaño lustroso, mirada dulce y pestañas negras, sonrisa angelical, huele delicioso y tiene piel de porcelana… Esas eran las especificaciones que me había dado Luca para encontrar a esa tal Carla, pero algo me decía que no sería tan fácil, pues eran las palabras de un hombre enamorado. De por sí él ya tenía la percepción de la realidad alterada, no me imaginaba ahora que estaba abiertamente enamorado. ¡Necesitaba más información! ¡Una foto de ella! ¡Algo!De pronto las enfermeras salieron del psiquiátrico luciendo sus uniformes blancos y charlando entre ellas de manera agradable y alegre. No me imaginaba cómo era trabajar en un lugar así, pero no consideraba que fuera tan bonito como para salir con tan buen humor.
CRISTINE FERRERA—¿Sueles comer aquí? —preguntó Carla emocionada, parecía que, aunque yo no era muy amistosa, ella lo era lo suficiente por las dos. —Ah… algo, a veces… sí, supongo que sí. —¡Era una maldita farsa! Ni siquiera sabía mentir con fluidez. —Eres muy graciosa —contestó con una risita dulce y sonreí de medio lado. ¡No era graciosa, estaba colapsando que era diferente!—. ¿Quieres acompañarnos? La verdad es que sería lindo conocer a más gente de aquí. Desde que estoy en la ciudad solo he podido convivir con mis compañeras, pero dentro del hospital, a decir verdad, no he hecho ninguna amiga. —¡No se diga más! —exclamé tomando la oportunidad—. Yo seré tu amiga. Mi energía e iniciativa no pasaron desapercibidas para Carla que comenzó a reír aún más y estrechó mi mano como si estuviéramos cerrando un trato. Cuando llegaron sus compañeras, no dudó en presentarme como su nueva amiga y me dieron un lugar en su mesa. Me sentía como pez fuera del agua. Ellas hablaban de sus pacien
CRISTINE FERRERA—¿Evento de caridad? —preguntó Eliot cuando vio que estaba luchando en la cama para que el vestido me cerrara. ¿Sería una opción conseguir una faja?—¡Sí! Hice una nueva amiga que es enfermera y creí que sería buena idea ayudarla —contesté mientras forcejeaba. Me levanté de la cama y comencé a dar brinquitos como si eso fuera suficiente para que todo se acomodara dentro del vestido y el cierre subiera. Tanto estrés y la falta del gimnasio comenzaban a pasarme factura. Eliot se puso detrás de mí y con gentileza me ayudó. Al parecer el problema no eran los posibles gramos extras, sino que el vestido no estaba bien acomodado. Cuando terminó me dio un suave beso en el cuello que me hizo estremecer. Volteé hacia él completamente ruborizada y su sonrisa victoriosa me hizo apretar los labios. —Te ves hermosa… —dijo con dulzura antes de tomar mi mano y besarla. ¿Qué hacía? ¿Le agradecía? ¿Guardaba silencio? Sentía que habíamos entrado a una etapa donde parecíamos adolesce
CRISTINE FERRERAEl resto de la reunión estuve con Eliot, comportándonos como pareja, bailando y bebiendo, disfrutando, aunque me dolía el corazón que él usara su anillo de bodas y yo… aún no, aunque eso no parecía molestarle en lo más mínimo. En verdad se estaba esforzando por darme tiempo para asimilarlo. En varias ocasiones quise acercarme a Carla y hablar con ella de Luca, incluso quise involucrar a Eliot para que él también dijera algo sobre su primo, pero solo tensaba sus mejillas y apretaba sus dientes. No quería ser parte de este juego infantil y poco ético, y lo comprendí, además, no es que Carla se prestara mucho, cada vez que nos acercábamos ella se mostraba nerviosa, Eliot parecía incomodarla y no entendía por qué, así que terminamos yéndonos de la fiesta y pasando el resto de la tarde en casa de Zafrina quien, como siempre, se había encargado de consentir a mis pequeños hasta el hartazgo. Al llegar al departamento, quien nos recibió fue Luca, estaba caminando de un lado
LUCA MAGNANILa noticia me desarmó, me dejó pasmado, en blanco. No sabía qué pensar, mucho menos cómo sentirme. Nunca compartí un beso o una caricia con Carla, pero… eso era lo más curioso, porque… sin tener esa clase de contacto físico yo me sentía tan bien a su lado, como jamás me había sentido con alguna mujer.En completo silencio subí al auto, dejando atrás las risas cantarinas de Carla mientras ella se alejaba con sus compañeras. Cristine tomó su lugar a mi lado y parecía precavida. Solo me observaba como mamá asustada, esperando que me desmoronara, que llorara y dijera cuanto me había afectado todo esto, pero la verdad era que seguía en «shock». ¿Cómo pude ilusionarme tanto con una mujer que nunca to
LUCA MAGNANI—¿Tú qué crees? —respondió Berenice con rencor y se sacudió mis manos de sus hombros, pero de nueva cuenta casi cae y tuve que volverla a sujetar—. ¡No me toques! ¡Te odio!—¡¿A mí?! —pregunté molesto y con una sonrisa que se transformó en bufido.—¿Sabes cuánto tiempo esperé para poder tener un acercamiento con Eliot? ¿Sabes cuánto deseaba ser la mujer que curara su corazón? —Sentí tanta lástima por ella que todo mi odio se había esfumado—. Yo lo amo desde hace años y siempre he estado para él, nunca me he rehusado a ayudarlo en lo que sea, aunque pasen años sin que me mande un solo recado o me haga una llama