ELIOT MAGNANI—¡Yo también soy tu familia! ¡Soy el hermano que nunca conociste! ¡Soy la basura que tu madre nunca aceptó! Esa puta ramera me abandonó, me exilió y fingió que nunca existí. Prefirió complacer a tu padre para no perder su lugar en la familia y disfrutar de su dinero y renombre. Mientras yo me pudría solo en un orfanato, tú y Derek eran colmados de lujos y comodidades, se volvían los niños ejemplares de mamá —sus palabras estaban llenas de rencor y cada una caía como una piedra sobre mi pecho—. Mamá fue una puta que no supo mantener las piernas cerradas, papá… papá me enseñó que en este mundo no hay piedad. »Soy Jerry y soy un D’Marco, aunque la sangre de tu madre también corre por mis venas. —Por fin se mostró, bajando las escaleras con la mirada cargada de dolor mientras de su mano colgaba una bomba molotov con la punta encendida—. No me importa si perezco en esta casa, tú te irás conmigo, Eliot. Alzó la bomba, dispuesto a arrojármela, mientras yo me daba cuenta de qu
PIERO BERNARDI—¡¿Qué carajos…?! —exclamó Cristine al verme y no la culpó. La sombra de mi capucha solo dejaba ver la sonrisa retorcida dibujada en mi máscara. —¡Piero! —exclamó Donna dejando caer el cuchillo y sus ojos se iluminaron de esa manera adorable. Me acerqué para liberarla, pero la rabia comenzó a crecer dentro de mi pecho cuando vi su labio herido. Acerqué mis dedos enguantados hacia su suave boca y sentí que el coraje me volaría la cabeza. —Creo que me lo gané por rebelde… —susurró como una pequeña niña regañada y levanté mi mirada violeta para engancharla a sus hermosos ojos color avellana. Me hinqué para liberar sus pies y cuando el cuchillo cortó las sogas, vi sus pantalones desabrochados y una herida en su vientre, parecía una quemadura de cigarro. Posé mis manos en sus caderas mientras el aire se volvía espeso. Mi mente ya estaba maquinando lo que le haría a ese hijo de puta. Cuando volví a levantar la mirada hacia ella tuve miedo, miedo de que la hubiera lastimado
PIERO BERNARDI—Donna… ¡Vámonos! —gritó Eliot intentando acercarse a Donna, que parecía calcular si podía saltar a través de las llamas para estar conmigo. —¡Vete de aquí! —Ahora fui yo quien gritó con firmeza, dejando que mi voz causara eco debajo de mi máscara—. ¡Largo!Me arrepentí en cuanto sus hermosos ojos se levantaron hacia mí, llenos de tristeza y miedo. El fuego se reflejaba en sus iris y las lágrimas caían por sus mejillas. —No quiero… —susurró como una niña pequeña y extendió su mano hacia mí, suplicando en silencio que fuera hacia ella. —Perra traidora… —siseó Jerry lleno de ira—. ¡Te iba a dar todo lo que quisieras! ¡Eres una puta malagradecida como todas! Entonces levantó su arma hacia Donna y mi pecho hirvió en coraje. Sin pensarlo dos veces, cubrí el cañón con mi mano y lo dirigí al techo. El retumbar del disparo hizo que Donna retrocediera cubriéndose los oídos, pero gritando mi nombre:—¡Piero! —Su voz se clavaba en mi corazón y me llenaba de fuerza y determinaci
DONNA CRUZAyudé a que Cristine pudiera atravesar la ventana, Eliot la sujetó con firmeza del otro lado y la llevó en sus brazos, retrocediendo un par de pasos para que yo pudiera salir. Eché un vistazo atrás y los ojos se me llenaron de lágrimas al ver a Piero peleando contra Jerry, pero… con algo más de frialdad era notoria la ventaja que mi mafioso italiano mostraba sobre ese estúpido psicópata.Salté por la ventana y retrocedí lentamente, elevando la mirada, notando que el fuego en la habitación de Zafrina era más violento y el humo no solo salía por su ventana sino también por otras tantas. —Tenemos que retroceder… la casa podría explotar —dijo Eliot llamándome. —No digas eso… —respondí casi sin voz, temerosa de que dicha explosión pudiera envolver a Piero y no podía perderlo.—Donna… por favor, ven… —susurró Cristine extendiendo una mano hacia mí, como si tuviera miedo de que en un arranque de locura regresara sobre mis pasos y volviera a entrar a la casa.—Estará bien… —asegu
DONNA CRUZ —¿A dónde vas? —preguntó Eliot cuando corrí detrás de Piero, haciendo que me detuviera a mitad de calle. —¿Cómo qué a dónde? —No entendía. ¿No se suponía que estábamos huyendo? —Súbete al auto —sentenció con el ceño fruncido mientras Cristine permanecía sentada en el asiento trasero, negando con la cabeza y conteniendo su sonrisa. —Pero… pero… —Empecé a dar brinquitos, cambiando de pie mientras veía a Piero esperándome junto a su potente e intimidante motocicleta. —No lo voy a repetir, jovencita —me reprendió Eliot provocando que hiciera un puchero—. Ni creas que te dejaré ir con él. Además, las motos son peligrosas, ahora conducidas por un mafioso, doble peligro. —Me gusta el peligro —chillé con los hombros caídos aumentando la intensidad de mi puchero. —¡Señorita, ya dije! —exclamó Eliot tentado a venir por mí, hasta que Cristine asomó su mano, posándola sobre la de él para detenerlo. —Déjala… sabe lo que hace —intervino, convirtiéndose en una luz en mi camino.
DONNA CRUZToda esa pasión acabó en un momento lindo, abrazados en esa cama, jadeando cansados, viéndonos fijamente y besándonos con dulzura, sabiendo que era el principio de algo eterno.—Sempiterno… —susurré haciendo memoria mientras Piero fruncía el ceño, sin liberarme de sus brazos—. Algo que tiene un comienzo, pero no tiene un fin, así como mi amor por ti. —Ahora siento que decirte que mi amor es tan grande como ir a la luna y de regreso se queda corto… tendré que encontrar algo mejor con lo cual ganarte —susurró contra mis labios antes de darme un beso que pronto se convirtió en un ataque de pequeños besos incesantes que me hicieron reír.En mi intento por escapar de las cosquillas, de pronto la televisión del cuarto se encendió, tomándonos por sorpresa. Me había retorcido de tal forma que había presionado el control con alguna parte de mi cuerpo. Cuando Piero planeaba apagarla, lo detuve y me senté, envolviéndome en las sábanas. Las imágenes eran de la casa de Zafrina, se hab
DONNA CRUZEn el caso de Carla, aunque es triste y al mismo tiempo satisfactorio decirlo, no causó nada en nadie su desaparición. Ni siquiera sus amistades en los hospitales en los que había trabajado, tampoco sus vecinos donde vivió con Jerry como una mujer casada y dulce. Algunas personas tal vez se desconcertaron al no verla volver, pero… eso fue todo. Una existencia miserable que se extinguió de la misma manera.—¿Sabían que para que un cuerpo no flote cuando lo arrojas al agua tienes que perforar el tórax y extraer los pulmones? —preguntó Luca sorprendido mientras salía del baño con una cara de que había aprendido algo que no quería olvidar, como si existiera la posibilidad de que pudiera ocuparlo después. —¡Luca! —exclamó Berenice frunciendo el ceño—. ¿Cómo puedes hablar de eso con tanta fascinación? ¿Quién te dijo eso? Luca, con actitud de niño regañado, agachó la mirada y volteó de regreso hacia el baño, de donde salió Piero limpiándose las manos.—Él… —susurró Luca apenado.
DONNA CRUZHablando de empresas, bueno, el imperio que había comenzado a forjar Eliot Magnani no tardó en comenzar a competir con los peces gordos de la ciudad. La tripleta Magnani: Eliot, Derek y Luca, se volvió un equipo imposible de vencer y juntos empezaron a cosechar ganancias millonarias, regresándoles la gloria que habían perdido. De igual forma Cristine ahora tenía un imperio de modas que participaba en cualquier pasarela del mundo: Milán, París… y otros destinos dedicados a imponer moda aclamaban su buen gusto y lo novedoso de sus diseños. ¡Y no podemos dejar a un lado el negocio de la señora Berenice Magnani! Para sorpresa de muchos, esa chica con apariencia de muñequita de porcelana era dueña de varios talleres automotrices reconocidos por la perfección de su trabajo. Lo curioso de todo esto era que… sus mejores mecánicos eran mujeres muy bellas, que incluso habían sido modelos profesionales en alguna ocasión. Así que sí, eran el gancho perfecto para los hombres sin cereb