PIERO BERNARDI—Donna… ¡Vámonos! —gritó Eliot intentando acercarse a Donna, que parecía calcular si podía saltar a través de las llamas para estar conmigo. —¡Vete de aquí! —Ahora fui yo quien gritó con firmeza, dejando que mi voz causara eco debajo de mi máscara—. ¡Largo!Me arrepentí en cuanto sus hermosos ojos se levantaron hacia mí, llenos de tristeza y miedo. El fuego se reflejaba en sus iris y las lágrimas caían por sus mejillas. —No quiero… —susurró como una niña pequeña y extendió su mano hacia mí, suplicando en silencio que fuera hacia ella. —Perra traidora… —siseó Jerry lleno de ira—. ¡Te iba a dar todo lo que quisieras! ¡Eres una puta malagradecida como todas! Entonces levantó su arma hacia Donna y mi pecho hirvió en coraje. Sin pensarlo dos veces, cubrí el cañón con mi mano y lo dirigí al techo. El retumbar del disparo hizo que Donna retrocediera cubriéndose los oídos, pero gritando mi nombre:—¡Piero! —Su voz se clavaba en mi corazón y me llenaba de fuerza y determinaci
DONNA CRUZAyudé a que Cristine pudiera atravesar la ventana, Eliot la sujetó con firmeza del otro lado y la llevó en sus brazos, retrocediendo un par de pasos para que yo pudiera salir. Eché un vistazo atrás y los ojos se me llenaron de lágrimas al ver a Piero peleando contra Jerry, pero… con algo más de frialdad era notoria la ventaja que mi mafioso italiano mostraba sobre ese estúpido psicópata.Salté por la ventana y retrocedí lentamente, elevando la mirada, notando que el fuego en la habitación de Zafrina era más violento y el humo no solo salía por su ventana sino también por otras tantas. —Tenemos que retroceder… la casa podría explotar —dijo Eliot llamándome. —No digas eso… —respondí casi sin voz, temerosa de que dicha explosión pudiera envolver a Piero y no podía perderlo.—Donna… por favor, ven… —susurró Cristine extendiendo una mano hacia mí, como si tuviera miedo de que en un arranque de locura regresara sobre mis pasos y volviera a entrar a la casa.—Estará bien… —asegu
DONNA CRUZ —¿A dónde vas? —preguntó Eliot cuando corrí detrás de Piero, haciendo que me detuviera a mitad de calle. —¿Cómo qué a dónde? —No entendía. ¿No se suponía que estábamos huyendo? —Súbete al auto —sentenció con el ceño fruncido mientras Cristine permanecía sentada en el asiento trasero, negando con la cabeza y conteniendo su sonrisa. —Pero… pero… —Empecé a dar brinquitos, cambiando de pie mientras veía a Piero esperándome junto a su potente e intimidante motocicleta. —No lo voy a repetir, jovencita —me reprendió Eliot provocando que hiciera un puchero—. Ni creas que te dejaré ir con él. Además, las motos son peligrosas, ahora conducidas por un mafioso, doble peligro. —Me gusta el peligro —chillé con los hombros caídos aumentando la intensidad de mi puchero. —¡Señorita, ya dije! —exclamó Eliot tentado a venir por mí, hasta que Cristine asomó su mano, posándola sobre la de él para detenerlo. —Déjala… sabe lo que hace —intervino, convirtiéndose en una luz en mi camino.
DONNA CRUZToda esa pasión acabó en un momento lindo, abrazados en esa cama, jadeando cansados, viéndonos fijamente y besándonos con dulzura, sabiendo que era el principio de algo eterno.—Sempiterno… —susurré haciendo memoria mientras Piero fruncía el ceño, sin liberarme de sus brazos—. Algo que tiene un comienzo, pero no tiene un fin, así como mi amor por ti. —Ahora siento que decirte que mi amor es tan grande como ir a la luna y de regreso se queda corto… tendré que encontrar algo mejor con lo cual ganarte —susurró contra mis labios antes de darme un beso que pronto se convirtió en un ataque de pequeños besos incesantes que me hicieron reír.En mi intento por escapar de las cosquillas, de pronto la televisión del cuarto se encendió, tomándonos por sorpresa. Me había retorcido de tal forma que había presionado el control con alguna parte de mi cuerpo. Cuando Piero planeaba apagarla, lo detuve y me senté, envolviéndome en las sábanas. Las imágenes eran de la casa de Zafrina, se hab
DONNA CRUZEn el caso de Carla, aunque es triste y al mismo tiempo satisfactorio decirlo, no causó nada en nadie su desaparición. Ni siquiera sus amistades en los hospitales en los que había trabajado, tampoco sus vecinos donde vivió con Jerry como una mujer casada y dulce. Algunas personas tal vez se desconcertaron al no verla volver, pero… eso fue todo. Una existencia miserable que se extinguió de la misma manera.—¿Sabían que para que un cuerpo no flote cuando lo arrojas al agua tienes que perforar el tórax y extraer los pulmones? —preguntó Luca sorprendido mientras salía del baño con una cara de que había aprendido algo que no quería olvidar, como si existiera la posibilidad de que pudiera ocuparlo después. —¡Luca! —exclamó Berenice frunciendo el ceño—. ¿Cómo puedes hablar de eso con tanta fascinación? ¿Quién te dijo eso? Luca, con actitud de niño regañado, agachó la mirada y volteó de regreso hacia el baño, de donde salió Piero limpiándose las manos.—Él… —susurró Luca apenado.
DONNA CRUZHablando de empresas, bueno, el imperio que había comenzado a forjar Eliot Magnani no tardó en comenzar a competir con los peces gordos de la ciudad. La tripleta Magnani: Eliot, Derek y Luca, se volvió un equipo imposible de vencer y juntos empezaron a cosechar ganancias millonarias, regresándoles la gloria que habían perdido. De igual forma Cristine ahora tenía un imperio de modas que participaba en cualquier pasarela del mundo: Milán, París… y otros destinos dedicados a imponer moda aclamaban su buen gusto y lo novedoso de sus diseños. ¡Y no podemos dejar a un lado el negocio de la señora Berenice Magnani! Para sorpresa de muchos, esa chica con apariencia de muñequita de porcelana era dueña de varios talleres automotrices reconocidos por la perfección de su trabajo. Lo curioso de todo esto era que… sus mejores mecánicos eran mujeres muy bellas, que incluso habían sido modelos profesionales en alguna ocasión. Así que sí, eran el gancho perfecto para los hombres sin cereb
DONNA CRUZJimena y yo habíamos terminado pariendo casi en el mismo mes, fue curioso, pero beneficioso, pues Ciro encontró en Alex Bennet a un gran amigo con quien crecer, y como si la vida no fuera suficientemente irónica, ahora las dos estábamos embarazadas y de niñas. Cada reunión de las familias Magnani, Bennet y Bernardi parecía una fiesta infantil. Niños por todos lados. Por suerte vivíamos en casas con amplios jardines. —Mira nada más, otro zorrito en camino —dijo Luca acercándose para frotar mi vientre. Ese hombre era otro asunto gracioso, pues después de sus mellizos, ¿adivinen quien volvió a tener mellizos? Sí, Luca y Berenice. En un parpadeó pasaron de solo tener dos niños a cuatro. Gracias a Dios Piero y yo no veníamos de familias que tuvieran por costumbre tener más de un hijo por parto.—¿Cuándo planeas tener más bebés? —pregunté divertida, pues por sus ojeras no parecía con ganas de más. —¿Estás loca? Ya programé la vasectomía. Desde ahora pura bala de salva —Me guiñó
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena mientras que el festín que había preparado esperaba en la mesa. Hoy era nuestro primer aniversario de bodas y era irónico notar que Eliot iba retrasado. Una punzada de melancolía me hizo recordar aquella triste noche donde le pedí el divorcio, si me esforzaba aún podía recordar la frialdad de su mirada y de sus palabras, y cuánto me dolieron.Entonces la puerta de la casa se abrió y lo vi entrar. La frialdad aún vivía en su piel, en su gesto cuando pensaba que nadie lo veía. Se quitó el abrigo y peinó su cabello antes de voltear hacia mí. Me levanté del sofá y le ofrecí una sonrisa que de inmediato correspondió y su mirada se iluminó. —Buenas noches, señor Magnani —saludé acercándome a él con ese vestido rojo que tanto le gustaba. Le ofrecí mi copa, pero en vez de beber de ella, la dejó sobre el pequeño mueble junto a la puerta y prefirió beber directo de mis labios. Sus brazos se enrollaron en mi ci