SLOANE D’MARCO—Hay una posibilidad de que esto funcione… —dijo Jimena pasando las páginas del trabajo de Donna—. Podría abrir una carpeta de investigación contra el consejo, pero tomando en cuenta que son bastante «influyentes» y podríamos encontrarnos con muchos obstáculos. —Lo sé… —contesté con un resoplido mientras la seguía con la mirada—, pero el mundo debe de saber lo que ellos quieren hacer. No puedo guardar silencio, no puedo esperar a que Donna regrese.—Si es que regresa —agregó Derek recargado en la pared, de brazos cruzados y con la mirada perdida—. No sabemos si esos enfermos ya la mataron. —Tiene que regresar… —susurré con un nudo en la garganta y mis ojos tristes hicieron que Derek de inmediato se acercara y me abrazara. —He escuchado que La Volpe es muy eficaz en su trabajo, la traerá de vuelta —contestó intentando consolarme, arrepentido de sus primeras palabras. —Solo nos queda esperar lo mejor —dijo Jimena suspirando—. Por mi parte, no dejaré que su trabajo sea
SLOANE D’MARCOSentada en la orilla de la cama, solo veía a Derek caminar de un lado a otro, buscando una camisa limpia y unos pantalones. Desde que supo que Jimena asistiría a un evento por recomendación de Luca, parecía molesto. No tenía motivos para desconfiar de él, pero no pude evitar sentirme… ¿celosa? ¿Por qué se preocupaba tanto por Jimena? ¿En verdad no se había emocionado al verla vestida tan femenina y encantadora? Me acomodé los lentes y volteé hacia un costado, el espejo mostraba a una pelirroja tan redonda como una toronja. No era vanidosa, pero… de pronto descubrí que tenía miedo de que mi embarazo me quitara lo atractiva y por tanto, la atención de Derek. Apreté los labios controlando mis ganas de exigirle respuestas. Dentro de mi cabeza estaba consciente de que solo eran ideas mías, pero ¡cómo me torturaban! Bien dicen que no hay peor enemigo que tú mismo. Entonces me di cuenta de que Derek me estaba viendo fijamente, entornando los ojos como si quisiera entender
LUCA MAGNANI—Ñi, ñi, ñi, voy a quedarme con mi mujer, ñi, ñi, ñi —refunfuñé aún dentro del auto mientras esperaba que cambiara el color del semáforo. Yo también tenía mujer y también me quería quedar con ella. Estúpido y sensual Derek, ¿creía que era el único que quería hacerse bolita en la cama abrazando la cintura de su mujer, recibiendo apapachos y besos? ¡Pues no!, pero claro… como yo le había dado la grandiosa idea a Jimena de ir a una fiesta «swinger».Bueno, bueno… no era como tal una fiesta de esas, pero… era obvio a qué iban todos los que asistirían. ¿Qué planeaba hacer? ¿Entrar y sacarla como si fuera un papá regañón y avergonzarla frente a todos? Otra opción era entrar, fingir que era un participante más e ir con ella a la habitación, darle un pésimo sermón de por qué la idea que yo mismo propuse era mala y esperar a que amaneciera. Tal vez saltar un poco sobre la cama para que los demás no nos creyeran un par de aburridos, pero… ¿y si Berenice se aparecía mágicamente en
LUCA MAGNANI—¡Un momento! ¡¿A dónde van?! —exclamó la conejita, ahora malhumorada, sosteniendo una mano frente a nosotros. —Tenemos que entrar, es urgente —supliqué, pero la chica parecía caprichosa. —Entiendo, tú si puedes pasar, pero… él no. —Se cruzó de brazos, haciendo que sus pechos se vieran más grandes a través de ese escote de corazón y me alejé de ella sintiéndome asqueado, como si hubiera intentado violarme. —¿Por qué no? —preguntó Bennet furioso. —Hoy no andamos con juegos de roll, «doctor» —dijo con media sonrisa, guiñándole un ojo a Bennet.—¿Ella si viene de conejita y yo no puedo entrar como doctor? —preguntó indignado—. Para tu debido conocimiento…—Guapa, ¿tienes vestidores? —pregunté con una gran sonrisa y supe que me entendió de inmediato cuando sonrió conmigo. —Claro, por acá… —dio media vuelta y se contoneó de manera sugestiva. Aunque Bennet al principio no parecía interesado en seguirnos, no tuvo otra opción. Teníamos que darnos prisa y yo tenía el traje q
JIMENA RANGELEse era el momento de huir o quedarme. Quería tener un hijo, pero tenía miedo, o eso fue lo que sentí hasta que llegó él. Por inercia tomé su mano con timidez y las mejillas encendidas, logrando que su mirada amenazante por fin se alejara del tipo odioso. Mi corazón dio un vuelco, era como si su cuerpo generara energía y al tocarlo, energizara el mío. Di un paso hacia él y comencé a respirar con algo de dificultad, pero de manera profunda. Su olor me era conocido, fruncí el ceño, sabía que alguno de los Magnani olía igual o ¿es que toda la gente adinerada usa la misma loción?Con el poco aire que quedaba en mis pulmones agarré valor y dije cerrando los ojos:—¿Vamos… juntos? —Tenía la garganta seca y por un momento temí su rechazo. Me sentía como en la secundaria invitando a salir al chico que me gustaba.Apretó los labios e inhaló profundamente, dudando, hasta que su mano apretó con firmeza la mía y con gentileza me dirigió hacia el pasillo donde estaban las habitacion
TOM BENNETRetrocedió un paso a la vez, parecía… triste, pude notarlo pese que su rostro estaba cubierto por encaje. La conocía tan bien que podía interpretar su estado de ánimo incluso en la penumbra que nos rodeaba. Se sentó en la orilla de la cama, tan pequeña y vulnerable que me desarmó.—No me malinterpretes. No suelo entrar en esta clase de lugares. De hecho, jamás creí que lo haría en toda mi vida. —Entonces… ¿por qué lo haces? —pregunté casi sin voz. Tenía miedo de que no solo buscara tener un hijo, sino también a alguien a nivel romántico. Eso me partiría el alma, aunque… ¿no me lo merecía por todo el daño que le había causado? Luca tenía razón, esto era mi culpa, por no ser el hombre que ella se merecía desde que me ofreció su corazón.Sus manos se posaron en su vientre y su boca se frunció como si estuviera conteniendo sus ganas de llorar. —Tal vez esto te suene raro. —Intentó sonreír, pero no lo logró—. Estoy aquí porque quiero un hijo. He perdido mucho tiempo de mi vida
TOM BENNETTenía miedo de lo que diría, esperaba escuchar mi nombre saliendo de su boca, sus gritos y reclamos, las lágrimas, pero eso no ocurrió. Posó sus manos en mis mejillas y me atrajo de nuevo hacia ella, para fundirnos en un nuevo y profundo beso. Era como si decidiera descartar todas sus dudas y simplemente dejarse llevar. ¿Eso era lo mejor? En este momento, para los dos, tal vez sí. Cada beso se volvió más intenso y su cuerpo moviéndose suavemente debajo del mío era una firme invitación a tomarlo. Deslicé su vestido mientras mi boca no paraba de besar su cuello. Su piel era dulce y suave, tan deliciosa como la recordaba. Mi corazón se desbocó cuando sus pequeñas manos desabrocharon con torpeza mi camisa, acariciando de manera sutil mi piel caliente. Sus dedos recorriendo mi pecho y mi abdomen dejaban marcas de fuego, me estaba quemando, consumiendo en deseo. No podía contenerme, me estaba costando demasiado llevar las cosas con calma. La deseaba, llevaba años haciéndolo, an
LUCA MAGNANISabía que no tenía sentido esperar a Bennet, en primera no lo iban a dejar salir, y no me refería a la conejita, podía estar seguro de que Jimena sería quien lo entretendría toda la noche, así que decidí regresar al departamento. Me dolía la espalda por toda la tensión nerviosa acumulada, pero no podía disimular mi sonrisa de victoria. Abrí la puerta y me dejé caer en el sofá, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, cuando creí que me quedaría dormido sentí una tibia mano en mi mejilla, la cual atrapé con mi habilidad de gato panzón. Sin abrir los ojos, comencé a besar cada dedo, sabiendo perfectamente a quién pertenecía esa suave piel. —¿Dónde estabas? —preguntó Berenice suavemente y mi sonrisa se hizo más grande. Cuando abrí los ojos y la vi a un lado, con esos hermosos ojos azules irradiando una clase de luz celestial que me sedaba, solo pude suspirar como el hombre enamorado que era.—¿Me extrañaste? —mi pregunta la hizo sonreír y mi mundo dio vueltas. Sin pensa